Invocar el miedo a un pretendido fascismo es ya un soniquete cansino
YA no asusta el mantra del fascismo hispánico como factor de miedo electoral. ¿Y si la fórmula, como reclamo de la izquierda para masificar las urnas frente a una democracia amenazada, se ha agotado? La agitación fantasmagórica de hordas de camisas pardas empieza a no rentar a Sánchez y a Iglesias porque esta amenaza de diseño electoral ya produce abulia y descreimiento. El temor a un pretendido fascismo ha empezado a convertirse en un soniquete cansino, en una fórmula caduca sin el fervor de superioridad moral con que antaño lo predicaba la izquierda, como creyéndoselo. Si pocos creen ya en aquel símbolo con pose fingida de deseo libertario que era la ‘alerta antifascista’, quizá sea porque nunca existió. Se le ve el cartón.
Nunca hubo tal alerta salvo en la imaginación de aquellos que distinguían entre la extrema derecha y la ‘extrema extrema’ derecha. Todo era una impostura sublimada de los gurús de la mercadotecnia demoscópica que, cien mil muertos después, aún diseñan ultrajes, victimismo ideológico, y un variadito de ofensas contra la progresía liberadora de la opresión. Pero empiezan a ver agotados sus trucos, sus cambalaches retóricos, y sus ‘trifachitos’ de un fascio-patriarcado de naftalina que solo airean cuando salen de mitin.
En España, incendiar la calle es patrimonio exclusivo de una izquierda radicalizada. En Bilbao, por el fútbol y el txacolí picado. En Madrid, por Hasel y porque destrozar una mercería es la vindicación de un nuevo proletariado pos-Galapagar. Y en Cataluña, da igual... por lo que se tercie. Allí el homicidio frustrado al ‘mosso’ cotiza al alza como muesca ‘indepe’. La izquierda quema contenedores por la libertad. En cambio, la derecha sociológica, tan indolente, tan vaguita, produce pánico. Por Madrid vuelven el anzuelo de Colón, el Valle de los Caídos, la memoria histórica, y la memoria democrática, que viene a ser lo mismo pero con Franco exhumado y pacharán rancio de boda para celebrarlo. ¿Corbata? Fascista. ¿Creyente? Fascista. ¿Vermú en una terraza? Fascista. ¿Bandera? Fascista. ¿Matrícula LKN? Fascista. ¿Camisa de cuello duro? Fascista ¿Monárquico? Fascista. Oiga, ¿y si usted es un fascista y no lo sabe?