Sánchez abre la puerta a levantar el estado de alarma sin plan B jurídico
Las comunidades no podrían aplicar cierres perimetrales ni toques de queda en caso de rebrotes El jefe del Gobierno fía toda su estrategia a las vacunas y al traspaso de responsabilidad a las CC.AA.
edro Sánchez manifestó ayer su voluntad de no prorrogar el estado de alarma más allá del 9 de mayo, fecha en la que vence la autorización del Congreso. Pero no dijo ni una palabra sobre un nuevo escenario jurídico que permita a las comunidades autónomas aplicar restricciones en caso de que llegara a ser necesario controlar nuevos repuntes. Solo queda un mes para ese escenario. Y el presidente evitó ser tajante en este sentido pero dejó ver que sigue sin tener ningún tipo de alternativa.
«El objetivo es que el 9 de mayo sea el punto final del estado de alarma», fue su declaración de intenciones. Un objetivo, pero no una realidad que se pueda presentar como absolutamente cerrada. De hecho, poco después de la intervención de Pedro Sánchez, desde el Gobierno andaluz ya consideraban «precipitado» el anuncio. El Consejero de Presidencia, Elías Bendodo, manifestó que ese planteamiento tiene «un prisma político y no sanitario». En este momento los contagios están subiendo y así parece que seguirá siendo en las próximas semanas tras la Semana Santa. «No sabemos el 9 de mayo
Pcómo va a estar la cuarta ola», dijo Bendodo, señalando que el planteamiento tiene más que ver con la dificultad para «sumar apoyos parlamentarios para renovar el estado de alarma». Con el planteamiento de Pedro Sánchez se abre la veda para que las regiones empiecen a reclamar una extensión de la excepcionalidad jurídica, otorgando así a Sánchez el consenso que justifique una nueva decisión. Con el movimiento de ayer el presidente del Gobierno se protege para que, en caso de tener que actuar, lo haga motivado por unos datos abrumadores y por la petición de las comunidades autónomas. El mismo esquema que utilizó para poner encima de la mesa el decreto actualmente vigente.
Arma doble
Desde el pasado verano, y al contrario que en la primera ola, Sánchez cambió el paso en su gestión de la pandemia: del mando único y la presencia masiva pasó a una gestión reactiva, actuando a petición de las regiones y con una estrategia de comunicación más limitada y centrada en reservada al anuncio de los mensajes positivos. Así ha sido durante todos estos meses y así seguirá siendo.
Además de porque traslada a las regiones la presión de reclamar que el estado de alarma se extienda, el movimiento tiene otra clave estratégica, basada en la voluntad del Gobierno de que el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud «pueda seguir respondiendo a cualquier tipo de rebrote que haya en el país y al proceso de vacunación». Ese foro, que viene citándose semanalmente, reúne al Ministerio de Sanidad con las consejerías de sanidad de las comunidades autónomas. Y se encargaría de encauzar lo que para el Ejecutivo es la recta final de la pandemia. El presidente insistió ayer, apoyado en las sentencias recientes, que las medidas que adopte este órgano serían «de obligado cumplimiento». Eso sí, se trataría de una armonización de medidas a partir de las competencias propias que ya tienen las comunidades autónomas. Y que permitiría, por ejemplo, cerrar comercios. Eso sí, lo que ya no podría aplicarse sin estado de alarma son los confinamientos perimetrales y las limitaciones a la movilidad nocturna. Porque sin estado de alarma no hay un plan alternativo de reformas legislativas. El Gobierno se comprometió a ello el pasado mes de mayo pero no lo cumplió. Y luego justificó que había