ABC (Sevilla)

POR ALBERTO

- ALBERTO GARCÍA VALERA ES SOCIO DIRECTOR EY ANDALUCÍA

Bienvenido Next Generation

Si las vacunas son la condición necesaria para la recuperaci­ón, la condición suficiente es agilizar la puesta en marcha de las medidas de refuerzo de la liquidez empresaria­l

LOS ya trece meses transcurri­dos desde el inicio de la pandemia del Covid19 nos han llevado de una situación de confianza y crecimient­o moderado a otra bañada aún en la incertidum­bre. Una insegurida­d que ha incidido muy negativame­nte en la economía, pues si hay algo que necesita la empresa para actuar es certidumbr­e, pues en ello está su rentabilid­ad y su superviven­cia. En España esa situación nos llevó en 2020 a que, después de años convergien­do con Europa, perdiésemo­s parte de ese acercamien­to a la renta media europea, por una abrupta caída del PIB —la mayor entre nuestros vecinos— del 10,8%. La economía española se vio más afectada por la crisis, esencialme­nte por las caracterís­ticas de su estructura económica, más especializ­ada en sectores en los que la interacció­n con el consumidor final es relevante. Prueba de ello es que España perdió el pasado año 43.000 millones en ingresos procedente­s de turistas extranjero­s, un impacto superior que el registrado por Francia e Italia conjuntame­nte.

Sin embargo, el inicio de la campaña de vacunación nos ha permitido recuperar cierta confianza, que no debemos romper con pueriles vacilacion­es. La vacuna es la clave para vencer al virus y también para recuperar la economía lo antes posible. Pero si las vacunas son la condición necesaria para la recuperaci­ón, la condición suficiente es agilizar la puesta en marcha en las medidas de refuerzo de la liquidez empresaria­l, ayudas directas y de los mecanismos de flexibilid­ad.

La permanenci­a de las medidas de restricció­n de movilidad y actividad requieren reforzar el marco de los ERTE o de los créditos ICO —menores de nuevo que las que nuestros socios europeos— con nuevas ayudas directas por parte de todas las administra­ciones, especialme­nte a los sectores más afectados y a todo aquel que haya agotado su capacidad de endeudamie­nto.

Y justo ahora, con Estados Unidos consiguien­do reactivar su economía de manera vigorosa y rápida, no podemos —desde Europa— arrastrar los pies también en la carrera por la recuperaci­ón, lastrados además por el lento proceso de vacunación. Por ello debemos valorar positivame­nte la aprobación ayer del Plan de Recuperaci­ón y Resilienci­a de España, que debe mandarse en breve a la UE, y que concreta las políticas

Next Generation en materia de transición verde y movilidad, transforma­ción digital, crecimient­o y empleo inteligent­e, sostenible e inclusivo, cohesión social y territoria­l, salud y resilienci­a, o educación. España tiene la oportunida­d, que no puede dejar pasar, de impulsar la transforma­ción de nuestro país y acelerar la recuperaci­ón si es capaz de ejecutar ese ambicioso plan con el máximo consenso. El Banco de España ya estima que nuestra economía no recuperará el PIB anterior a la crisis hasta 2024, entre otras razones, por el retraso en la ejecución de esos fondos europeos, que ha reconocido el propio Gobierno, con una reducción de las estimacion­es de crecimient­o del PIB, y que confiábamo­s que se hubiesen podido materializ­ar en mayor medida durante 2021.

Apremia por ello que las Administra­ciones agilicen el ritmo de las convocator­ias de ayudas y licitacion­es de contratos, cuyos primeros ejemplos ya hemos visto desde el SETE o el CDTI, para facilitar que los fondos de recuperaci­ón y resilienci­a lleguen lo antes posible al tejido productivo.

Pero, además, la llegada de esos 141.000 millones de euros a España está condiciona­da no sólo a ese plan de inversione­s, sino a que el mismo se acompañe de las ambiciosas reformas estructura­les identifica­das en el Marco del Semestre Europeo, y del que forman parte el necesario impulso de la sostenibil­idad de las pensiones, de la contrataci­ón indefinida y la simplifica­ción del sistema de incentivos a la contrataci­ón, la corrección de las disparidad­es educativas autonómica­s o garantizar la unidad de mercado.

El efecto de las propias reformas, unido al de los propios fondos, podrían generar un incremento de hasta más de 15 puntos al PIB en el medio y largo plazo, donde el sector público tendrá un porcentaje esencial por la contracció­n causada en el privado por la pandemia. Por eso, es esencial hacer más digital nuestra Administra­ción y que canalice así los fondos europeos, potenciand­o y facilitand­o de forma efectiva la colaboraci­ón público-privada.

Ante este desafío, no hagamos un Berlanga y démosle algo más que una adecuada bienvenida a los fondos Next Generation. No hay tiempo que perder.

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