El descarrilamiento
Al llegar al ministerio ya ondeaba la bandera tricolor que poco antes había izado Rafael Sánchez Guerra, enviado como avanzadilla a la sede de Gobernación. Maura fue contactando telefónicamente con los distintos gobernadores civiles mientras Alcalá-Zamora hacía lo propio con las capitanías generales para asegurarse el apoyo del estamento militar. Poco después, asomado al balcón ante un gentío enfervorecido, pronunció su primer discurso como presidente provisional de la República. Estuvieron en el edificio hasta bien entrada la noche, y en aquellas intensas horas don Niceto preparó, haciendo gala de un profundo conocimiento jurídico, varios decretos que se publicarían al día siguiente en la Gaceta como instrumentos de legalidad para gobernar en el ínterin preconstitucional. Maura escribe en sus memorias: «Los ministros presenciaban maravillados y absortos, cómo Niceto Alcalá Zamora dictaba, uno tras otro, sin la menor vacilación, sin tener ante sí una sola nota, nada más y nada menos que los siguientes decretos…»
La partida del Rey
El Rey Alfonso XIII había abandonado el Palacio Real a las 20:45 horas del 14 de abril, saliendo por la puerta incógnita que da al Campo del Moro y conduciendo su coche acompañado por otros vehículos de escolta. Aunque jugó al despiste anunciando que su destino sería Portugal, llegó a Cartagena a las cuatro de la mañana para embarcar en el crucero ‘Príncipe Alfonso’, que enseguida partió hacia Marsella como escala previa a su destino final en París. Jamás volvería a pisar España. La Reina Victoria Eugenia dejaba el Palacio Real al día siguiente en compañía de sus hijos para tomar un tren en El Escorial con destino a Francia, hacia un exilio incierto, escoltada por Sanjurjo y acompañada por Aznar-Cabañas y el conde de Romanones que quisieron estar presentes en aquel complicado momento. Para Alcalá-Zamora empezaba una etapa especialmente complicada, ya que apenas quince días después de la proclamación de la República comenzarían sus graves desencuentros con Manuel Azaña.
En aquellas primeras semanas del nuevo régimen, los gobiernos municipales fueron sustituidos por comisiones gestoras que se encargaron de reemplazar a los gobernantes monárquicos electos, al tiempo que se producían cambios en diferentes puestos directivos de la Administración. Poco a poco, la calma con la que había llegado la República fue tornando en un cierto desorden público, que comenzó a hacerse dramático en Barcelona cuando sindicalistas armados de la CNT buscaron ajustar cuentas con los católicos de los Sindicatos Libres asesinando a una veintena de personas. El anticlericalismo republicano había prendido con fuerza y todavía elevaría el tono llegado el mes de mayo, cuando los sucesos conocidos como la ‘Quema de Conventos’ empezaron a dinamitar las relaciones Iglesia-Estado a pesar del empeño de concordia de un católico como Al
El 14 de abril de 1931
calá-Zamora: «Buscaba que nos acostumbrásemos a la buena relación, pero mi empeño fue inútil y no por resistencia de la Iglesia, sino por sectarismo en el Gobierno».
La quema de conventos
A partir de unos sucesos que sólo en Madrid dejaron un trágico balance de 32 iglesias y conventos incendiados, y cerca de cuarenta religiosos asesinados, el presidente del Gobierno Provisional tomó conciencia de que aquel gobierno de corte republicano-socialista, tan ecléctico como pasivo, una vez alcanzada la meta del 14 de abril empezaría a demandar una política revolucionaria y escorada hacia la izquierda bajo la batuta de un Azaña, a la sazón ministro de Guerra, que cada vez ganaba mayor peso en el ejecutivo. Para Alcalá-Zamora la solución pasaba por unas elecciones a Cortes Constituyentes que permitieran dibujar su anhelo de república de orden. Sin embargo se acabaría llevando una nueva decepción en los comicios de junio al constatar el retraimiento de unas derechas que el prieguense necesitaba para contrapesar la república, y que todavía seguían conmocionadas por la caída del régimen monárquico: «Prefirieron dejarme solo con veintidós diputados en la tarea de frenar a los partidos de extrema izquierda».
La conjunción republicano-socialista se hizo con el 90% de los escaños ante la «suicida deserción de las derechas». La consecuencia directa fue que aquellas Cortes, poco representativas de la realidad social española, serían las encargadas de elaborar la nueva Constitución cuyo primer proyecto, encargado a una comisión jurídica presidida
90 años de la II República
por el conservador Ángel Ossorio y Gallardo, acabó siendo rechazado por ir en contra del progresismo que abanderaba la República. Una comisión parlamentaria liderada por Luis Jiménez de Asúa cogió el testigo para endurecer y radicalizar el articulado pese a los intentos de Alcalá-Zamora de suavizar el texto en aspectos tan espinosos como el religioso. A pesar de ser el presidente del Gobierno Provisional, don Niceto participó activamente en el debate parlamentario ganándose el apodo de ‘centinela de la República’. De aquella etapa recuerda Julián Besteiro: «Era un espectáculo nuevo en la política española, el de un hombre que a cada momento lo arriesga todo para servir a su patria con actitud generosa».
Sabía el prieguense que debía estar alerta y activo en discusiones como la propia definición del modelo de Estado, sorteando la enmienda socialista de una república de trabajadores o la encrucijada federalista propuesta por los radicales, para buscar un modelo unitario y no centralista, compatible con la autonomía de las regiones. Sin embargo la batalla más dura sería la re
La Constitución de 1931 Alcalá-Zamora afirmó que el texto se había redactado olvidando «la propensión (de los españoles) a la guerra civil»
lativa a la cuestión religiosa, una pugna que Alcalá-Zamora quiso evitar tratando de encauzar sin éxito las relaciones Iglesia-Estado a través de un nuevo Concordato con la Santa Sede. El presidente del Gobierno Provisional no fue capaz de frenar la propuesta anticlerical de la Comisión Parlamentaria que incluía la disolución de las órdenes religiosas, la nacionalización de sus bienes o la prohibición de ejercer la enseñanza. La aprobación del controvertido artículo 26 quedará perfectamente explicado con la frase de Azaña en el Parlamento: «La República ha rasgado los telones de la antigua España oficial monárquica y en virtud del cambio operado España ha dejado de ser católica».
Dimisión
El desgaste de Alcalá-Zamora con aquella República que escapaba a su modelo centrado y de orden, quedó escenificado con su dimisión como presidente del Gobierno Provisional tras la aprobación del artículo 26. Habían transcurrido seis meses desde la proclamación de la República, y la izquierda se imponía aprobando una Constitución de la que el prieguense acabaría diciendo, de manera premonitoria, que se redactó olvidando «el más profundo y arraigado de los males que causaron estrago en la vida española: la propensión a la guerra civil». A pesar de aceptar en diciembre el puesto de presidente de la República, el nuevo régimen acabaría descarrilando ante la impotencia de un jefe del Estado destituido en abril de 1936 por el Frente Popular. No llegó a ver construida su ‘República de orden’ como lugar común de una Tercera España. Entre los papeles hallados a su muerte en Buenos Aires, rezaba el siguiente epilogo: «La República vencedora el 12 de abril y proclamada el 14 fue la República de todos los españoles. Olvidarlo la perdió y recordarlo la salvará».
El nuevo régimen terminó descarrilando ante la impotencia de un Jefe del Estado destituido en abril del 36 por el Frente Popular