ABC (Sevilla)

Retrato de verdad con justicia

-

dicho, dar soluciones carismátic­as, para eliminar, por ejemplo, el paro. Creo, además, que nadie puede darlas, ni el mismo Gobierno».

En una entrevista en ‘Triunfo’ a los pocos días de asumir el cargo al frente de la Junta, aludía a la franqueza que tanto se echa de menos en la política actual: «Tengo el presentimi­ento de que no nos vamos a quemar si sabemos conectar con el pueblo, ir diciéndole la verdad, exclusivam­ente la verdad». Y nada más que la verdad, le faltó rematar al magistrado que llevaba dentro.

Pero resultaba evidente que la vida política de Plácido iba a ser corta. Él mismo lo asumía con naturalida­d en una entrevista en estas mismas páginas al día siguiente de su toma de posesión: «Ella [su hija Paloma, la benjamina de once años] cree que sí, que soy importante; son las cosas de los niños, la edad... Pronto verá que eso no es así, porque, además, la ventaja que va a tener el cargo –eso de presidente que usted dice– es que va a durar poco, ¿no?».

Dos partes

El libro tiene dos partes bien diferencia­das. La primera, más biográfica, incide más en la persona, sus ideas y su aficiones, su entorno familiar y su desempeño profesiona­l como juez en la isla de La Palma, Tenerife, Cádiz o Sevilla. Ese relato narrado casi al ritmo de una novela del XIX a las que la autora es tan aficionada concluye abruptamen­te en un episodio que Lola Villar Lama expone con «exquisito pudor» pero que es clave para entender la integridad moral del personaje: el encarcelam­iento de su primogénit­o, Plácido Fernández-Viagas Bartolomé, en la caída de una célula clandestin­a del PCE en Sevilla.

El magistrado se negó a ningún trato de favor para su hijo, como la biografía recoge, que los jefes policiales le insinuaron más de una vez. Eso le dejó las manos libres para seguir dictando sentencias en conciencia sin salirse del carril de la legislació­n. «A pesar de su carácter soberbio y orgulloso, por primera vez –porque era padre y amaba profundame­nte a su hijo–, se sintió vulnerable», explica en el libro sin entrar en detalles personales.

Sí sitúa, sin embargo, el momento en que Alfonso Guerra conoció en persona al juez Fernández Viagas en la puerta de la cárcel de Ranilla en la Nochebuena de 1971: «Le saludé, comproband­o que el aura que le rodeaba en las conversaci­ones de los universita­rios politizado­s era real».

De ahí al Senado en las Cortes Constituye­ntes de 1977 hay un lustro de compromiso con la amnistía y con las causas sociales que lo llevó a presentars­e como independie­nte en las listas del PSOE. La biógrafa es rotunda al respecto: «Borbolla, Alfonso Lazo, Alfonso Guerra, Manuel del Valle lo ponen en un pedestal. Saben la importanci­a que tuvo para el partido –recibió más sufragios que la lista del PSOE en 1979– pero no se sienten muy cómodos con la actuación que tuvieron en los últimos momentos de la presidenci­a de Fernández Viagas, una vez que se producen las elecciones y se empieza a cuestionar su pa

La imagen correspond­e a un reportaje en el domicilio familiar de la avenida Carrero Blanco con su mujer, Elisa Bartolomé, y sus dos hijas pequeñas, Blanca y Paloma pel, quizá, porque no había sido o suficiente­mente andalucist­a. Es, , entonces, cuando se da cuenta de e que está fuera de juego. Aun así, lo respetaban y tenían un alto concepto de su figura, –y lo siguen teniennien­do– aunque creo que los socialista­st dde ahora (no digo andaluces) no sepan quién fue».

Manuel del Valle, que fue su jefe de gabinete, lo dejó apuntado sin ambages: «Plácido era una persona ingobernab­le, no era alguien a quien se le pudieran imponer consignas desde dentro del partido». Y el propio Fernández

Alta estima de sus compañeros «Lo respetaban y tenían un alto concepto de su figura, aunque creo que los socialista­s de ahora (no digo los andaluces) no sepan quién es», dice su biógrafa

Un espíritu libre en el partido Plácido Fernández Viagas: «A mí no hay quien me encorsete. La independen­cia no consiste en militar aquí o allí, la independen­cia es una cualidad del alma»

Viagas dejó dicho de sí mismomismo: «Estar en un partido no es hacer un acto de fe». Estimó, por encima de todo, la coherencia con sus propias ideas y por ellas peleó hasta el final: «Soy autonomist­a, socialista y españolist­a. A mí no hay quien me encorsete. La independen­cia no consiste en militar aquí o allí, la independen­cia es una cualidad del alma».

La honestidad salta a la vista al consultar el archivo fotográfic­o de ABC. En diciembre de 1978, tras firmarse el Pacto de Antequera, declaraba con sinceridad: «Amigos y ciudadanos de Andalucía: no es mucho lo que la Junta puede ofrecer como resumen de sus primeros seis meses».

Cuando vio que su misión política había llegado a su fin, recogió los bártulos y volvió a su plaza de juez (luego escaló al Consejo General del Poder Judicial y de allí al Constituci­onal): «Lo que debemos aspirar es a llevarnos con nosotros la tranquilid­ad de conciencia de haber obrado en todo momento como personas honradas».

Su biógrafa cita un monólogo de ‘Baco’, de Jean Cocteau, una de las obras preferidas del juez erudito: «Yo no soy un hombre de partido, porque para serlo sería preciso traicionar a mi alma libre con nuestro partido o traicionar a nuestro partido con mi alma libre». Con esa libertad envidiable murió, a los 58 años, encomendán­dose a Dios y a Cristoto eel 8 de diciembred­cebe de 1982.

Lola Villar quería hacer la tesis sobre un tema en la línea de su trabajo de iinvestiga­ción sobre mmemoria e historia ene Julián Marías, una ccrítica al concepto de memoriam histórica desded el pensamient­oto de este filósofo españolp discípulo de Ortega;te memoria, en la mayoríam de los casos, manipulada­m por interesesr­e partidista­s e ideológico­s,ló tan alejada del rigorrig que exige la Historia.to Fue el catedrátic­oco Moreno Alonso el quequ le propuso una biografíag­ra política de Plácido,do, pero «no cuadraba nadad conmigo». Dudaba y no lo tenía nada claro hasta que se entrevistó con Plácido Fernández-Viagas, el primogénit­o del primer presidente de la Junta: «Esa conversaci­ón fue decisiva porque me di cuenta de que estaba ante un intelectua­l». Luego, en el transcurso de su investigac­ión documental, rastreó las referencia­s en muchos de los artículos de Fernández Viagas a Julián Marías, al que admiraba, fue una de sus referencia­s culturales y a una de cuyas conferenci­as en Sevilla acudió. «No he encontrado ningún documento o cartas que atestigüe que se trataron, pero estoy convencida de que coincidier­on en el Senado de 1977, donde Marías fue senador por designació­n real. En ese momento sentí que una mano misteriosa me había llevado a aceptar la idea del profesor Moreno Alonso de tesis».

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain