POSTALES
Isabel ganó, al no perder. Algo parecido, pero en sentido contrario, le ocurrió a Pablo Iglesias: se lanzó al ataque desde que tomó la palabra y, como es frecuente en él, se pasó
N debate preelectoral podría equipararse a un desfile de modelos, en que cada candidato pasea sus encantos ante los electores. Pero como estéticamente no hay similitud, prefiero compararlo a un baile de máscaras, donde muestran lo que pretenden ser. Basta, pues, imaginar lo contrario para conocer su verdadera identidad. Si es que no acaba en masacre o carnaval.
El debate entre los aspirantes a presidir la Comunidad madrileña fue tan entretenido como ilustrativo, empezando por advertirnos que las dos Españas siguen incapaces no ya de cooperar, sino de convivir, con una estrechísima franja en medio, que pueden aplastar. Vox y PP intercambiando golpes de todo tipo, incluidos los bajos, con PSOE, UP y MM, en busca de lo mismo, según anunciaron: «Impedir que Madrid caiga en manos de la extrema izquierda» y «lograr que la extrema derecha
Uno se asiente en Madrid». Con Isabel Díaz Ayuso, como favorita y, por tanto, blanco de los mayores ataques.
Comenzó nerviosa, buscando refugio, como los boxeadores conservadores, en el cuerpo a cuerpo, sobre todo con Iglesias que la acusaba de las muertes del Covid, especialmente en las residencias de mayores, hasta que le preguntaron si había visitado alguna, al estar bajo sus atribuciones vicepresidenciales. Frenándole en seco. Otra Némesis de Ayuso fue la representante de Más Madrid, Mónica García, que la acribilló con cifras, pero no supo decir de dónde procedían las fuentes. Con Gabilondo no tuvo problemas porque es hombre serio y educado, mientras Edmundo Bal, de Ciudadanos, que busca gobernar con el PP, evitó el choque frontal, y Rocío Monasterio, de Vox, no quiso hacer sangre por la misma razón. Es como la principal incógnita del combate, si Ayuso caería ante los golpes de unos y otras se despejó: Isabel ganó, al no perder. Algo parecido, pero en sentido contrario, le ocurrió a Pablo Iglesias: se lanzó al ataque desde que tomó la palabra y, como es frecuente en él, se pasó. Al llegar a los impuestos, nitroglicerina en periodo electoral, defendió la necesidad de subirlos ‘a los ricos’ coletilla que usa siempre la izquierda para meter la mano en cuantos bolsillos tiene al alcance. Encontrándose con el rechazo general, incluido el de Gabilondo, que se cansó de decir ‘no ahora’. Pero luego se despidió con la frase «Pablo, tenemos dos semanas para ganar las elecciones». Con lo que invalidó todos sus esfuerzos para establecer que él «no es Pedro Sánchez». Pero si forma gobierno con Iglesias, es Sánchez. En Moncloa deben buscar como locos neutralizarlos. Es el riesgo de los disfraces. A menudo muestran tu verdadero yo.