ABC (Sevilla)

POSTALES

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Isabel ganó, al no perder. Algo parecido, pero en sentido contrario, le ocurrió a Pablo Iglesias: se lanzó al ataque desde que tomó la palabra y, como es frecuente en él, se pasó

N debate preelector­al podría equiparars­e a un desfile de modelos, en que cada candidato pasea sus encantos ante los electores. Pero como estéticame­nte no hay similitud, prefiero compararlo a un baile de máscaras, donde muestran lo que pretenden ser. Basta, pues, imaginar lo contrario para conocer su verdadera identidad. Si es que no acaba en masacre o carnaval.

El debate entre los aspirantes a presidir la Comunidad madrileña fue tan entretenid­o como ilustrativ­o, empezando por advertirno­s que las dos Españas siguen incapaces no ya de cooperar, sino de convivir, con una estrechísi­ma franja en medio, que pueden aplastar. Vox y PP intercambi­ando golpes de todo tipo, incluidos los bajos, con PSOE, UP y MM, en busca de lo mismo, según anunciaron: «Impedir que Madrid caiga en manos de la extrema izquierda» y «lograr que la extrema derecha

Uno se asiente en Madrid». Con Isabel Díaz Ayuso, como favorita y, por tanto, blanco de los mayores ataques.

Comenzó nerviosa, buscando refugio, como los boxeadores conservado­res, en el cuerpo a cuerpo, sobre todo con Iglesias que la acusaba de las muertes del Covid, especialme­nte en las residencia­s de mayores, hasta que le preguntaro­n si había visitado alguna, al estar bajo sus atribucion­es vicepresid­enciales. Frenándole en seco. Otra Némesis de Ayuso fue la representa­nte de Más Madrid, Mónica García, que la acribilló con cifras, pero no supo decir de dónde procedían las fuentes. Con Gabilondo no tuvo problemas porque es hombre serio y educado, mientras Edmundo Bal, de Ciudadanos, que busca gobernar con el PP, evitó el choque frontal, y Rocío Monasterio, de Vox, no quiso hacer sangre por la misma razón. Es como la principal incógnita del combate, si Ayuso caería ante los golpes de unos y otras se despejó: Isabel ganó, al no perder. Algo parecido, pero en sentido contrario, le ocurrió a Pablo Iglesias: se lanzó al ataque desde que tomó la palabra y, como es frecuente en él, se pasó. Al llegar a los impuestos, nitroglice­rina en periodo electoral, defendió la necesidad de subirlos ‘a los ricos’ coletilla que usa siempre la izquierda para meter la mano en cuantos bolsillos tiene al alcance. Encontránd­ose con el rechazo general, incluido el de Gabilondo, que se cansó de decir ‘no ahora’. Pero luego se despidió con la frase «Pablo, tenemos dos semanas para ganar las elecciones». Con lo que invalidó todos sus esfuerzos para establecer que él «no es Pedro Sánchez». Pero si forma gobierno con Iglesias, es Sánchez. En Moncloa deben buscar como locos neutraliza­rlos. Es el riesgo de los disfraces. A menudo muestran tu verdadero yo.

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