Sus inicios
Tras la Guerra Civil, Albacete no parecía el territorio ideal para emprender. Y menos para tres jóvenes con carrera como Francisco, Pedro y Juan LópezBelmonte Olivas, médico, ingeniero y abogado, respectivamente. Así que hicieron las maletas y emigraron a Madrid en busca de una oportunidad para la familia. En esa España de posguerra, los López-Belmonte querían abrir una empresa para importar productos químicos y venderlos a una industria farmacéutica que entonces padecía dos grandes problemas: la falta de materias primas y la debilidad de la peseta en el mercado internacional. Por eso, optaron por exportar productos típicamente españoles: naranjas, ajos, aceites, vino de Jerez e incluso mantillas para conseguir divisas extranjeras. Con estas monedas colocaron los cimientos de los Laboratorios Rovi.
Hoy, la farmacéutica que gestiona la familia López-Belmonte desde hace casi ochenta años, colaborará con Moderna para producir, a partir del próximo verano, unas cien millones de dosis anuales de la vacuna desde su planta de Granada. Su contribución irá más allá de preparar las inyecciones, ya que según el acuerdo firmado hace apenas una semana, también participarán en la producción del principio activo de la solución de ARN mensajero.
«No sería exagerado decir que es el acuerdo más relevante a nivel de imagen y repercusión de la historia de la compañía. Quizás otros negocios, como la salida a Bolsa, hayan tenido más relevancia económica, pero esta colaboración es también una cuestión social y de responsabilidad. Vamos a contribuir a paliar de alguna forma esta crisis sanitaria. Poder tener un papel activo nos llena de orgullo», explica a ABC Javier López-Belmonte, vicepresidente y director financiero de Rovi.
«Además, traer a España esta nueva tecnología de ARN mensajero, que sin duda es el presente de las vacunas y el futuro de nuestra farmacéutica, no solo es un éxito para Rovi, sino también para el país», añade el vicepresidente de una multinacional famosa también por haber logrado crear un imperio en torno a la heparina, un anticoagulante que, su abuelo, Juan López-Belmonte, quien acabó liderando la compañía, trajo a España por amor, para su mujer. Antes, logró otro pequeño hito: llegar a un acuerdo con Pfizer para comercializar la terramicina en la España de los cincuenta, donde no sobraban antibióticos.
Pero para descubrir el origen del gen emprendedor de los López-Belmonte, oriundos de Albacete, hay que remontarse aún una generación atrás. En 1916, ABC ya informaba de la constitución, por parte del «gran comercio y banca de Albacete», de la sociedad anónima López Belmonte Maquinaria Agrícola, «quedando constituida con un capital de 250.000 pesetas». «Un acierto de los señores que constituyen el Consejo de Administración fue la designación de Juan López-Belmonte para gerente de este negocio, por reconocerle laboriosidad, honradez y entusiasmo por la divulgación de la maquinaria agrícola a la que tantos años viene dedicado», contaba un cronista de este diario a principios del siglo pasado. Javier López-Belmonte ya explicó en una conferencia reciente que su bisabuelo fue un pionero: «Entre otras cosas, introdujo Ford en España. Emprendió muchos negocios, algunos le fueron fatal», bromea.
Crecimiento
No le pasó lo mismo a su hijo, Juan López-Belmonte Olivas. En la España de la autarquía, el sector farmacéutico era uno de los pocos en los que entonces se permitía la entrada de compañías internacionales. Pfizer se fijó pronto en esta empresa familiar y compró parte de la compañía. «Creo que mi abuelo hizo una buena venta, vendió un negocio hecho en diez años y, en lugar de irse a casa, siguió con sus empleados mirando hacia delante y volvió a empezar desde cero», señala el ejecutivo.
Poco después, apareció en escena el anticoagulante que marcaría la historia de Rovi: la heparina. La mujer de López-Belmonte Olivas padecía tromboflebitis, una afección que le provocaba pequeños trombos en las piernas. En sus numerosos viajes, su marido se dio cuenta de que fuera de España había cura para esta dolencia. Y lo trajo a Madrid. «Mi abuela vivió muchos años y ese medicamento sirvió para paliar su dolor. Hoy en día su afección no sería nada. Pero mi abuelo, a raíz de esta enfermedad, vio que podía ser un negocio interesante. Actualmente, la
Tuvieron que exportar productos típicos para conseguir divisas y traer principios activos