ABC (Sevilla)

«He sido poco ‘institucio­nal’ y siempre he ido por libre»

El bailaor presenta en el teatro Lope de Vega ‘Jardín Impuro’, dentro del ciclo de los Giraldillo­s de la Bienal

- MARTA CARRASCO

ndrés Marín (Sevilla, 1969) fue el último premio Giraldillo del Baile de la Bienal de Flamenco de Sevilla, un galardón que según el bailaor, «me hizo muchísima ilusión. Los premios siempre vienen bien, además son muchos años bailando», afirma tras más de treinta años a sus espaldas como artista.

Andrés Marín presenta hoy, dentro del ciclo de Giraldillo­s que la Bienal de Flamenco ha programado en el teatro Lope de Vega, el espectácul­o «Jardín Impuro».

Según su protagonis­ta, «se trata de una extensión de ‘Carta Blanca’, que es una obra que va creciendo y va cambiando, que está siempre viva. Cada coreografí­a que me voy encontrand­o, o cualquier pasaje o experienci­a de otros procesos, lo introduzco como espacio de experiment­ación y cambio. Por eso le puse ‘Jardín impuro’, porque voy plantando todo lo que voy recogiendo». Según Marín, «Jardín Impuro» es un espectácul­o irrepetibl­e, «porque nunca hago lo mismo. He dejado bailes como por ejemplo mi ‘Farruca de la máscara’, que para este espectácul­o además me han creado una máscara nueva que me ha

Ahecho José Miguel Pereñíguez». En el espectácul­o Andrés Marín está acompañado al cante por Rosario la Tremendita y Segundo Falcón; la guitarra de Salvador Gutiérrez; la guitarra y zanfoña de Raúl Cantizano; la percusión de Daniel Suárez y el clarinete de Javier Trigos.

Andrés Marín dice que «he sido poco ‘institucio­nal’. He ido siempre por libre, sin estar nunca en una compañía. Sé que soy un solitario, y además siempre me he movido en territorio­s complicado­s. Por necesidad o por inquietud me he movido en temáticas complejas para traerlas al flamenco, algo que hoy en día es algo más común y lo han hecho otros grandes creadores. Pero mi generación le ha abierto la puerta a nuevas tendencias que cuando se ven ya no parecen tan disparatad­as».

Reconoce que sus principios no han sido fáciles, «yo no tuve padrinos, pero luego por circunstan­cias se me abrieron puertas. Aquí no estaban las puertas tan abiertas, pero en

Francia sí, y aceptaban propuestas que aquí se me rechazaban. Las cosas necesitan un tiempo. Por eso me ha ilusionado tanto el Giraldillo, por mi constancia, mi tesón, mi trabajo y porque este oficio necesita pasión, por mi amor por el flamenco, porque eso sí, quien me conoce sabe que yo soy un enamorado del flamenco, porque vengo de ahí», afirma Marín. Empezó bailando desde niño en la academia de su padre, «y el cante me vino porque he viajado en muchos autobuses en aquellas giras con muchos cantaores, y además, cuando ves que tu madre es cantaora..., mi madre es un símbolo. La veía cantar y me fascinaba y también me dolía. Mi madre era una cantaora muy visceral, y un niño no entiende eso, sólo sabes que es tu madre la que esta ahí en el escenario. Para mí mi madre es alguien fundamenta­l en mi vida, y verla en la lucha diaria fue muy fuerte». A su lado desde hace años está Emilia, «que siempre me apoya. Soy un privilegia­do porque desde donde vengo y como salí..., estoy aquí». Tiene una gran admiración por maestros como Ana María Bueno, José Antonio, Manolete, Farruco, Enrique el Cojo, Matilde..., por todos, porque amo el flamenco. Ellos son símbolos, me cuadro ante ellos», declara con firmeza el bailaor. «Mi generación ha abierto la puerta a nuevas tendencias que hoy no parecen tan disparatda­s»

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