Demócrata de la vieja escuela
Walter Mondale (1928-2021) Fue el primer vicepresidente de Estados Unidos en tener una influencia política clara
HASTA la elección de Joe Biden hace unos meses, solo dos antiguos vicepresidentes de Estados Unidos lograron alcanzar posteriormente la Casa Blanca durante el último medio siglo: Richard Nixon, en 1968, y George H.W. Bush, veinte años después. Walter Mondale fue, junto a Al Gore, uno de los damnificados de esa tendencia: su nítida derrota de 1984 frente a Ronald Reagan truncó para siempre sus ambiciones presidenciales. Su campaña se cimentaba en argumentos sólidos en el marco de una ideología progresista de la que siempre fue un abanderado –era partidario confeso de un Estado intervencionista en materia económica– e innovó al proponer a una mujer, la congresista Geraldine Ferraro, para el cargo de vicepresidente. Incluso, empleó una fórmula bien afilada para desarmar a su adversario: «El presidente Reagan subirá los impuestos y yo también; pero él no lo dice». Los hechos le dieron la razón en este asunto. Sin embargo, sus constantes malas prestaciones televisivas y su incapacidad para percibir el giro conservador que se estaba produciendo en Estados Unidos resultaron ser insalvables obstáculos de los que no logró despejarse.
Lo que nadie discute a Mondale es el haber dotado de contenido e influencia al cargo de vicepresidente en los cuatro años, entre 1977 y 1981, en los que acompañó a Jimmy Carter. No fue una casualidad sino una de las condiciones que Mondale, sabedor de la marginación a la que Lyndon Johnson sometió a su mentor Hubert Humphrey, que planteó a Carter. Este último la satisfizo. Y así fue como Mondale fue asociado a las principales decisiones de política interior y exterior. En materia diplomática, contribuyó a dos de los éxitos –fueron en realidad los únicos– de aquella Administración: logró que el Senado aprobase el tratado de cesión del Canal de Panamá y su buena relación con el primer ministro israelí Menahem Beguin facilitó la conclusión de los Acuerdos de Camp David. La única divergencia importante entre Mondale y Carter se produjo a raíz de un torpe discurso presidencial motivado por la crisis energética de 1979 con sus largas colas en las gasolineras. La pésima y cínica gestión, primero de los últimos meses del régimen del Sha de Irán y de los primeros meses de la Revolución islámica, así como la el erróneo enfoque de la invasión soviética de Afganistán remataron irremisiblemente a Carter y también a Mondale. Los historiadores y demás ensayistas siguen debatiendo si este último hubiera merecido un mejor destino. Uno de ellos, Stephen Grauber le considera en ‘The Presidents’ como el último de los fieles discípulos de Roosevelt, Truman y Johnson. Solo le faltó sentarse en el Despacho Oval.