Leyenda negra
«¿Qué significa para un hijo enfrentarse con el legado histórico de su padre? Confusión y dudas marcaron mi existencia desde que salimos de Cuba», responde Roberto Batista en sus memorias ‘Hijo de Batista’, que acaba de publicar la editorial Verbum en España.
Roberto tenía tan solo 11 años cuando, junto a su hermano Carlos Manuel, de 9 años, abandonó La Habana el 30 de diciembre de 1958 para no volver jamás. Aquellos niños fueron recibidos en el aeropuerto de Nueva York, «entre insultos y vejaciones», recuerda el autor. Su padres y el resto de sus hermanos (eran nueve en total, de dos matrimonios y una relación extramatrimonial), lo harían poco después desperdigándose por varias ciudades de EE.UU. y República Dominicana. El 1 de enero de 1959 terminaban los seis años de dictadura de Batista, que dejaban paso a seis décadas de otra dictadura, la liderada por los hermanos Castro, Fidel y Raúl.
Sobre Fulgencio Batista (Banes, Cuba,1901-Guadalmina, Málaga, 1973) se ha escrito mucho, y poco bueno: dictador, represor del pueblo cubano (se le acusa de ser el responsable de 20.000 muertes, al servicio de EE.UU. (que finalmente le abandonó), aliado de la mafia y corrupto (afirman que se llevó millones cuando abandonó Cuba).
El tormento del exilio
Roberto Batista (Nueva York, 1947) tardó más de 40 años en «meditar sobre el tormento del exilio» que le llevó primero a internados en EE.UU., en Suiza, a vivir en Madeira (donde se produjo la reunificación familiar), para instalarse después a Madrid, y finalmente, tras la muerte de su padre, a afincarse en Nueva York, donde vivió y trabajó en un despacho de abogados. Allí comenzó, en 2017, a trabajar en este libro, alumbrado «con mucho dolor». El objetivo de esta –tardía– publicación era contar «mi vida con mi padre, con mi familia», pero también «aclarar muchas cosas, para que mis hijos y mis nietos sepan cómo fueron en realidad», explica durante una entrevista con ABC en Madrid, donde vive desde hace un año con su familia.
Si bien no es el libro de «un historiador, ni el de un intelectual», considera que será «útil» para que se conozca cómo era Fulgencio Batista «en la intimidad». «Creo que la gente debe saber que mi padre tiene una leyenda negra que le han tejido los castristas y quizá personas mal intencionadas, y otras tal vez ignorantes. El libro está escrito para esclarecer quién era de verdad Fulgencio Batista como padre – era culto, cariñoso y comprensivo–, y que nos protegió hasta el final».
La imagen que tiene Roberto de su progenitor dista mucho de la que recoge la historia. Esta «dicotomía» de político dictador-padre amantísimo ha provocado en su hijo un rechazo enfermizo, durante décadas, hacia todo lo que tenía que ver con Cuba, y ha provocado en el autor una «herida abierta» que, asegura, «nunca se cerrará».
A pesar de todo lo que se ha dicho sobre su padre, su devoción por él es incondicional: «Salió de la nada, era un don nadie, procedía del campo y de la pobreza más absoluta. Él mismo fue escalando puestos, y llegó hasta la primera magistratura. Hay que hacer un poco honor a la figura de mi padre, y restablecer la verdad histórica. Y que no todo sea propaganda nefasta y oscuridad».
El autor reconoce en el libro que los actos de Fulgencio Batista, especialmente los cometidos entre 1952, cuando dio el golpe de Estado, y su salida de la isla el 1 de enero de 1959, han marcado su vida y la de su familia. «Los errores se pagan caros y nosotros, los Batista, los hemos pagado con creces». Admite, además, el perfil contradictorio del político cubano, presidente constitucional entre 1940 y 1944, que «promovió» la Carta Magna de 1940 –una de las más «progresistas» en aquellos momentos–, pero que años después rompió el orden constitucional y violó los derechos fundamentales que defen
«Creo que la gente debe saber que mi padre tiene una leyenda negra que le han tejido los castristas y quizá personas malintencionadas, y otras tal vez ignorantes»