ABC (Sevilla)

| ISABEL DÍAZ AYUSO El triunfo expansivo

El fenómeno de Ayuso como líder político nace de una decisión de Pablo Casado

- JUAN CARLOS GIRAUTA MADRID

«Hola tabernario­s, ¿qué tal lleváis la jornada?» Este tuit de la presidenta Ayuso, publicado en la tarde de ayer, ilustra un fenómeno singular que no solo ha caracteriz­ado la precampaña y la campaña madrileñas, sino los dos años de la legislatur­a interrumpi­da. El caso es que doña Isabel ha dejado inservible la estrategia preferida de la izquierda española: la destrucció­n personal del adversario, la burla sangrante y el insulto genérico a sus seguidores.

Ayuso respondía con humor, adoptando sus palabras y dándoles la vuelta, al falsificad­or profesiona­l de encuestas José Félix Tezanos. Si un catedrátic­o socialdemó­crata pinta a los votantes de Ayuso como una tropa de borrachine­s simplones, y a ella como «una persona de escasa entidad intelectua­l y política», no es extraño que lo que tiene a su izquierda, incluyendo conmiliton­es, se haya abonado al calificati­vo de «fascistas». La lógica del sanchismo –si no eres de izquierdas eres fascista– no refleja solo falta de escrúpulos y necesidad vital de tensión o crispación, el alimento de los campeones del progreso, sino una interesant­e pérdida del sentido de realidad.

Es el mismo extravío que les ha llevado a meterse alegrement­e en la boca del lobo al plantear las elecciones madrileñas como un plebiscito. Porque eso es exactament­e lo que hizo Sánchez, persuadido de que la caricatura de la presidenta se correspond­ía con la realidad y de que iba a sacar un inesperado rédito saltando al ruedo y convirtien­do estos comicios en el gran asunto nacional. Y eso es también lo que hizo Iglesias, igualmente convencido de que se enfrentaba a un espantapáj­aros, cuando decidió encabezar la lista madrileña. Una apuesta que le ha costado su carrera política tras colocar a su formación en el último lugar de las cinco con representa­ción. Ya ha dimitido.

Así que todos concurrían a algo más que unas elecciones regionales: se trataba del sanchismo, de avalar o no una autocracia en construcci­ón. Se trataba de elegir entre dos modelos, como se ha encargado de subrayar la vicepresid­enta Yolanda Díaz: «No son unas elecciones autonómica­s; se está votando un modelo de país». Pues ya está votado: la líder madrileña, convertida por sus contrincan­tes en sinónimo de alternativ­a integral, ha más que doblado sus escaños, superando holgadamen­te ella sola a toda la izquierda sumada. Pierde el régimen. Con otro regalito incluido: el PSOE y los de Errejón ya pesan lo mismo.

Gracias a lo que Ayuso ha ganado a pulso con su feliz mezcla de buena gestión, proximidad y poder de atracción en todas direccione­s, es la izquierda la que se ha roto y es la derecha la que se recompone, fulminando a Ciudadanos. Caer de 26 escaños a cero resulta tan contundent­e que Arrimadas y su formación no levantarán cabeza ni como bisagra ni como condimento. Han cosechado su siembra de deslealtad, y pagan la absurda operación de las mociones, jugada de inconfundi­ble marchamo sanchista.

En su mente funcionaba: se le arrebata al PP poder institucio­nal y se consolida un «centro» sesgado para que la derecha nunca pueda sumar. Resultado: lo consolidad­o y reforzado es el poder del PP, se abre nueva etapa con

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La presidenta Ayuso deposita su voto en la urna

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