Los cooperantes se quedan en la India
ligiosas donde se arroja flores a las aguas del río sagrado y se canta y se baila con gozo. El segundo baño se produjo el 12 de abril, cuando se alcanzaron los 161.736 contagios. La barrera de los 300.000 se superó el 21 de abril. La de los 400.000, el 5 de mayo. Las fotografías con cremaciones masivas se sucedían en la televisión y los periódicos.
«Hay que matizar», pide Hoyos. «Las cremaciones existen, pero también es verdad que son el rito funerario habitual en la India. Sí es cierto que han pasado de ser íntimas a algo rápido», puntualiza el cooperante. «La cremación lleva su tiempo, porque el sacerdote entona los mantras, pero ahora hay que reducirlo al mínimo posible», coincide Mariano Iturbe (Buenos Aires, 1962), profesor de Filosofía en la Universidad Somaiya Vidyavihar y ahora en Nueva Delhi. «No se ven por toda la ciudad».
Las cifras de la pandemia en la India son estremecedoras en números absolutos. Sin embargo, en la tasa de letalidad del virus –las muertes por millón de habitantes–, el primer país del mundo es Hungría, según datos de ‘ Worldometer’ del 7 de mayo. España ocupa el puesto 19, y la India, el 111. Un espejismo. Las cifras reales de fallecidos –las oficiales hablan de unos 234.000 muertos por Covid-19– son probablemente más altas. Por eso, investigadores indios han exigido al Gobierno que facilite el acceso a fuentes fiables que permitan conocerlas.
En resumen, el panorama no invita al optimismo. En la India, la crisis también se ha complicado con una nueva cepa que puede ser más contagiosa y combativa contra algunas vacunas y tratamientos, como advierte la Organización Mundial de la Salud. El débil tejido sanitario tampoco es tranquilizador. Con 0,5 camas hospitalarias por cada 1.000 personas –la media global es de 2,9, según el Banco Mundial–, los centros médicos están colapsando.
Trabajo y oxígeno
Adoptar medidas sanitarias que perjudiquen a la economía tiene un coste muy alto en cualquier país del mundo, pero en la India puede suponer una debacle por la desprotección de sus ciudadanos. «Según la Organización Mundial del Trabajo, el 92 por ciento de la población india trabaja en sectores económicos informales. No tienen contratos ni cotizan y ganan un sueldo por jornal, por lo que no tienen capacidad de ahorro. No pueden soportar un confinamiento» , indica López. «Hay mucha población que ha ido a las grandes ciudades para trabajar. Si les obligas a confinarse y pierden su trabajo, no se van a quedar en las urbes, porque no tienen sus redes de apoyo familiar. Van a volver a los pueblos, provocando que el virus se expanda por todo el país», concreta el especialista.
«En la India, el 90 por ciento de la mano de obra son vendedores ambulantes, sastres, trabajadores de la construcción o agricultores», añade Hoyos. «Si hay un confinamiento que no lo tenga en cuenta, puede ser peor la orilla que el naufragio». «Nos da miedo que las escenas dramáticas que se ven en Delhi y Bombay se repitan en las zonas rurales –confirma Valldaura–. Vienen meses muy complicados».
A los errores políticos, la difícil toma de decisiones para contener el virus y la incertidumbre por la nueva cepa, se suma la falta oxígeno para asistir a los enfermos de Covid-19. A finales de abril, el ministro de Sanidad indio, Harsh Vardhan, puesto en tela de juicio por su gestión deficiente de la pandemia, anunció que más de cuarenta países estaban dispuestos a enviar ayuda, con un espaldarazo en forma de artilugios indispensables: instalaciones de producción de oxígeno, concentradores de oxígeno y botellas del mismo contenido. Para acompañar ese esfuerzo y proveer a su hospital de Bathalapalli, la Fundación Vicente Ferrer ha lanzado la campaña ‘Oxígeno para la India’, con el propósito de comprar un generador de ese elemento esencial para su centro médico.
El sueño de la vacuna
Más que la solidaridad, la campaña de vacunación es la última esperanza para la India. Desde el 1 de mayo, el acceso a la vacuna está abierto a los mayores de 18 años. Unos 159 millones de ciudadanos ya han recibido la primera dosis, y alrededor de 30 millones la segunda, según datos del Ministerio de Sanidad indio del 4 de mayo. Se trata de una cifra escueta para un país de 1.370 millones de personas: tan solo el 2 por ciento de la población está inmunizada por completo.
El Instituto Serum, uno de los mayores centros internacionales de fabricación de vacunas, es la clave de bóveda de la campaña sanitaria. «Se dijo que el Instituto podía producir el 60 por ciento de las vacunas para inmunizar a la población mundial», confirma López. «Se exportaron 66 millones, pero el Gobierno ha dicho ahora que se van a utilizar para su población». «La India quería sumarse a la diplomacia de las vacunas –explica–, pero no lo ha logrado». La contención mundial de la pandemia depende de lo que ocurra en la tierra de Shiva en las próximas semanas.