Guerrero maya
Gonzalo Guerrero se convirtió en un feroz caudillo maya, enfrentado durante décadas a los conquistadores españoles. Murió en un combate fluvial en la selva hondureña, como aliado del cacique Cicumba
La historia del conquistador Gonzalo Guerrero (1470-1536) es una de las más fascinantes de las primeras décadas del siglo XVI, pues Guerrero llegó al Nuevo Mundo como soldado de la hueste de Diego de Nicuesa y murió como guerrero maya luchando contra las tropas del capitán Pedro de Alvarado. ¿Cómo se operó semejante cambio en la mente, las creencias y las lealtades de Gonzalo Guerrero? Remito a los curiosos a las investigaciones de Salvador Campos Jara, profesor de la Universidad de Huelva y autor de los más exhaustivos estudios sobre la vida de Guerrero, así como a los de la mexicana María del Mar Gámiz Vidiella, quien ha separado el grano de la paja -es decir, lo apócrifo de lo verdadero- en lo tocante a las fuentes manuscritas para el estudio de la vida de Guerrero.
Los episodios contrastados de la peripecia de Guerrero fueron los siguientes: en 1511 naufragó frente a la costa de Yucatán, como consecuencia de un combate contra los indios, donde falleció el capitán Juan de Valdivia. Los sobrevivientes fueron hechos prisioneros y sacrificados a los dioses mayas, aunque los indios respetaron las vidas de Gerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, reducidos a esclavitud. En 1519 Hernán Cortés quiso rescatar a ambos soldados, aunque sólo Aguilar accedió a regresar, porque Guerrero estaba amancebado con una india y había formado una familia que no quería abandonar. Por sus conocimientos de las lenguas indígenas, el ecijano Jerónimo Aguilar se convirtió en uno de los intérpretes de Cortés y su testimonio sobre Gonzalo Guerrero fue recogido por Bernal Díaz del Castillo en su son bonitos, y dadme por vida vuestra esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra. La mujer con quien el Guerrero estaba casado, que entendió la plática del Gerónimo de Aguilar, enojada con él dijo: Mirad con lo que viene este esclavo á llamar á mi marido, y que se fuese en mala hora, y no cuidase más. Hizo de nuevo instancia Aguilar con el Guerrero, para que se fuese con él. Diciéndole, que se acordase era cristiano y que por una india no perdiese el alma. Que si por la mujer y hijos lo hacía, que los llevase consigo, si tanto sentía el dejarlos. No aprovechó tan santa amonestación, para que el Gonzalo Guerrero (que era marinero, y natural de Palos) fuese con Gerónimo de Aguilar, que viéndole resuelto en quedarse, se fue con los dos indios de Cozumél (Cuzamil) al parage, donde quedó el navío».
Bernal Díaz del Castillo precisó que Guerrero era de Palos de la Frontera, aunque Gonzalo Fernández de Oviedo lo hizo natural de Niebla en su Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme (1535), además de ponerlo a caer de un burro: «Y este Gonzalo, marinero, era del condado de Niebla, y estaba ya convertido en indio, é muy peor que en indio, é casado con una india é sacrificadas las orejas é la lengua, e labrado la persona, pintado como indio, é con mujer é hijos, del cual se supo de esta manera». Por último, el cronista Cervantes de Salazar recogió así en su (1575) la opinión de Jerónimo Aguilar: «no vino, y creo que de vergüenza, por tener horadadas las narices, labios y orejas y pintado el rostro y labradas las manos al uso de aquella tierra en la cual los valientes solo pueden traer labradas las manos; bien creo que dexó de venir por el vicio que con la mujer tenía y por amor de los hijos». Miren por dónde, quinientos años más tarde, en España miles de personas llevan piercings, tatuajes, perforaciones varias y vicios de lo más civilizados.
Gonzalo Guerrero se convirtió en un feroz caudillo maya, enfrentado durante décadas a los conquistadores. Murió en el transcurso de un combate fluvial en la selva hondureña, como aliado del
ANTONIO PAU
Trotta Madrid, 2019
Aunque fue publicado originalmente en 2019, la quinta edición de este lúcido ensayo acaba de salir hace apenas unas semanas y por eso me apresuro a recomendarlo con entusiasmo, pues Antonio Pau nos enseña que la tercera acepción del verbo huir significa «escapar de un entorno hostil» o «apartarse de algo malo o perjudicial», y por lo tanto se trata de una huida que «produce felicidad», porque es «fruto de la reflexión». Publicado antes de los confinamientos pandémicos,
deja muy claro que «nadie huye hacia la ciudad. La ciudad no es destino, sino origen de la huida, porque el que huye busca siempre un lugar más personal y más cálido como refugio». Acostumbrados a escuchar que «huir es de cobardes», Antonio Pau reivindica la valentía de huir y hace inventario de 30 formas de huida entronizadas por nuestra época y analizadas con gracia, crítica e inteligencia, desde el Neotribalismo hasta el Anarcoindividualismo, pasando por la Utopía, el Rentismo Vitalista y el Marginalismo Digital. No es un libro de autoayuda ni de filosofía, sino un fastuoso ensayo de Estudios Culturales o Sociología de la Cultura, que ningún interesado en los problemas de nuestro tiempo debería dejar de leer, para después poder huir, por supuesto.