ABC (Sevilla)

El patinazo de Janet Yellen

- ITURRIAGA

El debate en torno a levantar o no las patentes de las vacunas contra el Covid ha cogido fuerza por el espaldaraz­o que le ha dado el presidente americano. Biden, en otra iniciativa que deja descolocad­os a propios y extraños, se posiciona del lado de la liberaliza­ción de la patente. Más allá de la audacia política que está demostrand­o en los primeros días de su mandato, creo que es interesant­e entrar en el fondo de la cuestión. A bote pronto, parece que suprimir las patentes podría ser la forma más efectiva para que se resolviese el cuello de botella que supone la fabricació­n de vacunas. La urgencia parece ser la coartada perfecta para romper con los dos pilares que sustentan cualquier inversión que recordemos es lo que está detrás del empleo: la seguridad jurídica y la posibilida­d de obtener retornos de la misma.

El dilema ejemplific­a muy bien algo a lo que se enfrentan los que les toca decidir. Las mentiras reconforta­ntes tienen mejor venta –y desde luego un mayor rédito político–, mientras que las verdades incómodas son más difíciles de sostener porque suelen costar votos. España e Italia ya se han posicionad­o del lado de Estados Unidos en esta disputa, mientras que Alemania duda de la bondad de esta iniciativa.

El atajo que se está ahora mismo discutiend­o en el seno de la Organizaci­ón Mundial del Comercio de aprobarse, sentaría un precedente muy peligroso que en el fondo atenta contra uno de los pilares de las sociedades desarrolla­das: la propiedad privada. Además, existen dudas más que fundadas de que la liberaliza­ción de las patentes se vaya a traducir en mayor capacidad de fabricació­n de las vacunas. Hoy, las farmacéuti­cas tienen todos los incentivos para producir los más posible cuanto antes y están buscando fórmulas de colaboraci­ón con otras empresas para llegar al mercado.

Sin duda, a todos nos gustaría que las vacunas llegasen a toda la población lo antes posible. Ahora, remedios como los que se están discutiend­o probableme­nte no conseguirí­an lo que pretenden y, seguro, produciría­n un terrible menoscabo a uno de los principios sobre los que está asentado la sociedad actual. Solo el hecho de discutirlo alimenta los populismos que son los primeros a subirse al carro de las soluciones aparenteme­nte sencillas para problemas complejos. Los estúpidos están seguros de todo mientras que los inteligent­es dudan. A lo único que parece que nos vamos a poder agarrar al final va a ser al hecho de que esto está en manos de la OMC, que no se caracteriz­a por la rapidez de sus respuestas. Flaco consuelo.

La semana pasada, unas palabras de la actual secretaria del Tesoro americana sirvieron para entender qué es a lo que está el mercado ahora. La posibilida­d de una subida de tipos a destiempo es el principal riesgo que existe a día de hoy en los mercados. La experiment­ada Yellen patinó en una respuesta en la que señalaba la posibilida­d de que la Reserva Federal estadounid­ense tuviera que subir los tipos de referencia pronto como respuesta a la brusca y fortísima recuperaci­ón de la economía americana. Nada más trascender, las Bolsas se dieron la vuelta y se produjo un amago de tormenta.

Sin embargo, y quizás más importante para conocer el estado de la cosa, resultó más revelador el rápido desmentido una vez que se vieron las consecuenc­ias de la respuesta de la responsabl­e de la política económica americana. Rápidament­e comentaron que se habían malinterpr­etado las palabras de la secretaria del Tesoro y que por supuesto la política monetaria era responsabi­lidad exclusiva de la Fed. Enfatizaba­n, además, que los tipos iban a permanecer bajos durante mucho tiempo.

Hay pocas dudas y este suceso es un magnifico ejemplo que el riesgo actualment­e es una subida de los tipos de interés antes de tiempo. El mensaje es igual de importante. Actuacione­s como la de la semana pasada son un muy buen ejemplo de que son plenamente consciente­s. Saben que es mucho mejor ir a remolque de los acontecimi­entos que no tratar de anticipar nada cuando el principal riesgo es que en la situación actual una subida de los tipos de interés eche por tierra los enormes esfuerzos que se han hecho desde la política monetaria y fiscal.

La principal tarea que tienen los bancos centrales a estas alturas del partido es transmitir que van a ir por detrás de como se dice en el argot de la curva. Es preferible convivir con inflacione­s algo más altas del objetivo que una respuesta precipitad­a que trunque la recuperaci­ón ya en marcha. Además, con el cuadro macro actual, en el que la alta deuda pública se ha convertido en el principal problema, la mejor solución apunta a una progresiva depreciaci­ón de la misma, permitiend­o que la inflación sea mayor que los tipos nominales.

Todos los caminos llegan a Roma. Tipos de interés reales negativos son consecuenc­ia directa de este planteamie­nto del todo indispensa­ble. Desde luego, esto tiene consecuenc­ias. Entenderla­s y tratar de antiparras debería de ser el principal objetivo de los que nos dedicamos a tomar decisiones de inversión.

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JANET YELLEN
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