UN BARROCO HACIA ADENTRO
En alguna entrevista,
José Manuel Caballero Bonald
lo asentó para siempre: «Yo no sé escribir mal». La frase pudiera incluir el fleco de la jactancia, pero en rigor se trata de un lema humilde y honesto y verdadero del imposible oficio de escribir, que Caballero aupó con mecánica de titán celeste. Acaba de morir uno de los maestros mayores de la página en idioma español, y su muerte es un sobresalto y una sorpresa, porque ahí le teníamos de inmortal vecino, desde hace siglos, en Madrid o Jerez, de silencioso capitán de los infractores, sobre los que escribió hasta un manual en verso sólido y ancho. Es escritor total, por frecuentación de todos los géneros, pero yo lo veo poeta, sobre todo, un poeta de partitura exigente y compromiso con la indagación del lenguaje, que él trenza desde profundidades del barroco. Cultivó la normativa del desacato y el énfasis de quien sabe cuándo quedar callado. Diríamos que Caballero Bonald practica el barroquismo hacia adentro, arrimando al verso la riqueza de la aventura, como en la vida misma, como en su misma vida de inquilino de la noche o el mar, entre veteranías del bandidaje. Es un poeta de voz única, de huella digital, ajeno siempre al espumillón de las modas, o del precepto. Encontró pronto su sitio de decir los misterios de existir, precisamente porque encontró pronto la evidencia de que el sitio del hombre está en el misterio mismo, que es mitad extravío y mitad búsqueda, que es mitad revelación y mitad peligro. El poeta no tiene más alta condición que la condición de isla, y ahí se aplicó Caballero, con el ajuar salvaje de la palabra libre. Le reunimos con la Generación del 50, entre y
Claudio Rodríguez Ángel González Gil de Biedma,
o pero más bien comparte con ellos antes el alcohol que la poética. El escritor navega en solitario o no navega. He aquí un caso glorioso. Sus títulos son un aval de expedición a la hondura, con el poemario como desafío de monumento acabado, de rebelde arquitectura atada. Desde ‘Las adivinaciones’ hasta ‘ Descrédito del héroe’ o ‘Desaprendizajes’. Estaba atravesado de lenguaje. Le fue imposible escribir mal, encerró el universo en el diamante del poema.
El poeta no tiene más alta condición que la condición de isla, y ahí se aplicó Caballero