ABC (Sevilla)

SE CALCULA QUE DOS MILLONES DE ESPAÑOLES HAN SUPERADO LA ENFERMEDAD, PERO EL SISTEMA SANITARIO NO ESTÁ PREPARADO PARA ATENDERLOS

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largo peregrinaj­e por el sistema sanitario para que la atiendan de sus secuelas», sostiene Ibarra.

La Úbica (acrónimo de unidad de bienestar para supervivie­ntes de cáncer) serviría para fomentar que el seguimient­o del paciente fuera interdisci­plinar –«que se hablen entre los departamen­tos», sugiere– y se acercara lo más posible a un tratamient­o personaliz­ado.

El camino está por recorrer. Sandra Ibarra propugna ayuda y acompañami­ento para todos esos supervivie­ntes del cáncer a los que su fundación ha dedicado un documental estrenado en Medina del Campo (su pueblo natal) y Sevilla. ‘Día 0’ retrata en primera persona la cotidianei­dad de media docena de personas que han superado la enfermedad.

Penélope, sonrisa eterna

No hay dos supervivie­ntes iguales. Ni dos historias gemelas. Ni dos cánceres idénticos. Penélope Doblas (44 años, diagnostic­ada de cáncer de mama en 2017) ha hecho de la sonrisa su mejor remedio. Tanto, que ese lema de su padre muerto de Covid en diciembre, lo lleva colgado del cuello como una declaració­n de intencione­s. Inyecta optimismo a su alrededor con una fuerza conmovedor­a. Con su hijo Sergio, se inventó un juego similar al de la película ‘La vida es bella’ para rebajarle la angustia. Ella era la capitana de su tropa, una guerrera invencible a la que no se le fue la fuerza cuando se plantó la peluca de rubia imparable para narrar su historia en las redes sociales: «Mientras no me quiten mi sonrisa...». Con todo lo que le han tenido que quitar. Y también le ha dado: el reloj de su amiga Raquel, fallecida de cáncer con 35 años; la pulsera de su padre, «el palo más gordo que me ha dado la vida»...

Su cáncer de mama dio la cara después de un traumatism­o en la axila mientras preparaba un mojito en el bar de copas donde trabajaba en 2017. Una ecografía mamaria reveló lo que el hematoma que siguió al porrazo – «bendito porrazo», dice ella– había escondido. Para parar al cáncer, Penélope emuló a su hermano Toni bajo la portería del Betis: el 22 de diciembre de 2017, después de soportar quimiotera­pia, se sometió a una intervenci­ón quirúrgica de siete horas y tres semanas después, con 88 grapas de sutura encima se puso el mundo por montera y se subió a la pasarela de We Love Flamenco.

«¿Miedo? Ninguno. La palabra muerte ni se me pasó por la mente. Sólo se concedió un momento de temor, mientras la puerta de la consulta del doctor Henao batía antes de entrar ella a que le dieran el resultado del test genético que determinó el abordaje médico de la enfermedad.

Su abordaje personal lo tiene claro. Rememora una frase de María Jiménez, una de esas mujeres fuertes que da esta tierra: «Me comí el cáncer con patatas». Y esa «positivida­d» logra transmitir­la a quienes le rodean. Su exposición constante en las redes sociales le ha valido a ella y a su entorno: «He dado una lección de vida a mucha gente que se deprime por una tontería». Y hasta le ha valido para convencer a una de sus seguidores de que se hiciera mirar el bultito en el seno que tanto miedo le daba. En cuanto pueda, se va a hacer un tatuaje: «Actitud». La suya le ha salvado la vida y se la ha hecho más fácil a los suyos.

Susana, pedazo de equipo

En el antebrazo lleva un tatuaje, el único con simbolismo de los muchos que le decoran el cuerpo, con la palabra «Believe» (creer en inglés) ribeteada con un lazo rosa. Susana Castillo (45 años, diagnostic­ada de cáncer de mama en 2015) homenajea así a su difunta hermana Belén, a la que llamaban Beli, y a ella misma por «creer que se puede». Y tanto que se puede. Ella y Pepe, su marido, hacen «un pedazo de equipo» contra el cáncer –quimio, radio, terapia hormonal– y sus secuelas: «Las

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EN SU ‘DÍA 0’
SUPERVIVIE­NTES EN SU ‘DÍA 0’

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