ABC (Sevilla)

Caos y lágrimas en otro drama inglés

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esta Eurocopa, hubo 30 minutos de regalo, octava prórroga en el torneo. No pasó gran cosa, la aparición de Grealish, una aparatosa intervenci­ón de Pickford y la durísima entrada de Jorginho al propio Grealish fue lo más interesant­e, y tanto Italia como Inglaterra asumieron que su suerte estaba en los penaltis, qué desenlace tan cruel. No hay nada más emocionant­e que una tanda cuando no te importa demasiado el campeón, pero para los implicados es una tortura.

Rashford y Sancho, que habían entrado solo para eso, fallaron sus tiros y Saka también chocó contra Donnarumma, al que le espera un contrato con el PSG y la eternidad. Italia, que ni siquiera estuvo en el Mundial de Rusia, vuelve a ser grande, una competidor­a irrepetibl­e que renace con la atractiva propuesta de Mancini.

JAVIER ASPRÓN ara cuando Shaw creyó haber dinamitado el partido marcando el tanto más rápido en una final, hasta los espectador­es más rezagados llevaban ya un buen rato en su asiento, convertido el estadio desde mucho antes en una burbuja ajena a lo que acontecía fuera, en el caótico Londres que puso el colofón a esta Eurocopa itinerante. Porque nadie se acordará de ellos en el futuro, nunca, pero los ‘hooligans’ lograron ensombrece­r las horas previas al duelo con otro despliegue de vandalismo que provocó el pánico y el caos en los alrededore­s de Wembley.

Ya desde por la mañana el paseo olímpico que une la estación de metro de Wembley Park con el estadio aparecía atestada de seguidores ingleses, cuya única ocupación el resto del día fue beber cerveza y pasar un día de fiesta hasta que el alcohol empezara a hacer su efecto. A partir de ahí, los cánticos y el escándalo dieron lugar a los disturbios. El kilómetro largo de acceso peatonal a la enorme escalinata de Wembley se convirtió en una peligrosa odisea, pues en el trayecto volaban piedras, latas de cerveza y hasta conos de señalizaci­ón. Los hinchas llegaron a arrancar varios árboles de raíz para lanzarlos en una absurda competició­n contra el resto de viandantes mientras las bengalas llenaban de humo el ambiente. Cerca ya del inicio del partido, decenas de seguidores sin entrada provocaron un nuevo desorden al

Pintentar traspasar los controles de seguridad para acceder al estadio. Muchos de ellos lo consiguier­on, aunque la policía de Londres aseguró después que había conseguido desalojar a todos los que habían entrado por asalto. En medio del tumulto para derribar las vallas que protegían el perímetro se produjeron varias avalanchas que dejaron un buen número de heridos y contusiona­dos.

Cuando por fin rodó el balón y se comenzó a despejar la zona quedó al descubiert­o la densa alfombra de basura y cristales rotos en la que se había convertido el paseo olímpico. Dentro del coliseo, por fortuna, el ambiente fue muy distinto. La cifra oficial de asistentes fue de 67.173, todos con su prueba negativa de coronaviru­s en el bolsillo.

La cohorte de invitados de la UEFA la encabezaro­n David Beckham y Tom Cruise compartien­do confidenci­as en el palco. El cutis perfecto de ambos se tensó aún más con el gol de Bonucci, un tanto que acabó condenando la final a una prórroga, la octava de esta Eurocopa, y a los penaltis. Pocos dudaban para entonces que aquello era territorio propicio para Italia, una selección nacida para escapar siempre de las encerronas. Después todo fueron lágrimas para la hinchada inglesa, que lleva mal los fracasos y aún peor morir tan cerca de la orilla. Chiellini fue el encargado de levantar la copa de campeón mientras que Donnarumma, el héroe de la tanda, fue nombrado mejor jugador del torneo. Gran Italia.

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felicitado tras los penaltis
// REUTERS Donnarumma, héroe de Italia, felicitado tras los penaltis

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