ABC (Sevilla)

Sólo Kuss impide que Valverde se dé un homenaje con 41 años

El murciano no pudo seguir al americano, que ganó en Andorra en una etapa que no separó a los favoritos

- J. GÓMEZ PEÑA

Rebobina la memoria del Tour hasta 2005. Ve a Alejandro Valverde batir a Lance Armstrong en Courchevel. Su primer gran destello. La historia continúa y se sitúa en 2015. Ahí está el murciano gritando: «¡Podio, podio! Toda la vida persiguién­dolo!». La escena de su liberación al llegar tercero a París. Pero no acaba ahí. La cámara regresa al presente, a este Tour, al puerto de Beixalis. Valverde ha cumplido 41 años. Aún se resiste a ser sólo parte de la historia y quiere ser histórico. Ataca para ganar en Andorra. Para alcanzar a Pino Cerami, que es desde 1963 el vencedor de más edad de la Grande Boucle (41 años y 62 días). Pero no puede seguir al estadounid­ense Sepp Kuss en la subida. Intenta cazarle en el revirado descenso. Tampoco. Kuss gana e impide que un mito como él se dé un homenaje en vida. En la meta, Valverde corre a abrazar a su verdugo. Sigue disfrutand­o como cuando ejecutó a Armstrong en Courchevel. Esa es la fuente de su eterna juventud.

La de Valverde no era la única historia de la primera etapa pirenaica. También corría la de Kuss. Americano de Durango y residente en Andorra, a dos pasos de la meta. Medio pelotón internacio­nal es vecino del Principado, que tiene tantas montañas y tan pocos impuestos. Kuss y Valverde venían desde del inicio en una fuga masiva, llena de corredores con colmillo. Tras Puymorens y Envalira, la selección se hizo en Beixalis, una cuesta breve pero brutal. Valverde, viejo zorro, había guardado su pegada. Se movió Quintana. Lo paró. Lo intentó Gaudu. Lo atrapó. Y al fin, en el kilómetro vertical, salió a por Kuss, un escalador de manual.

Valverde le siguió hasta donde pudo. Tuvo que levantar el pie. En la cima le cedía 24 segundos. Sacó el tiralíneas en el descenso. Pero Kuss corría en casa. Conocía cada giro de este puerto andorrano. El estadounid­ense resistió, llegó a la calle donde pasea tantas tardes con su pareja, agarró las gafas y las tiró hacia el público. A una veintena de segundos apareció Valverde. Y a unos minutos, en grupo, Pogacar, Vingegaard, Carapaz, Enric Mas, Urán y Kelderman. Cerca, Lutsenko y Pello Bilbao, décimo de la general y cabreado con el selecciona­dor español, Pascual Momparler, porque no le lleva a los Juegos Olímpicos.

La etapa pasaba por Envalira. Y Envalira es Anquetil. Aquella comilona en el día de descanso en Andorra del Tour de 1964. Cordero y vino, mucho vino para olvidar al mago Belline, que había anunciado la muerte del campeón normando. Al día siguiente, nada más salir hacia Envalira, Anquetil no pudo seguir a Bahamontes, Julio Jiménez y Poulidor. En las curvas del descenso, tapadas por la niebla, su director, Geminiani, se le acercó y le dijo: «Puestos a morir más vale morir en cabeza». Anquetil reaccionó con el latigazo verbal de Geminiani. Atrapó a sus enemigos y ganó el Tour.

Envalira es también Valverde. Allí, en 2003, firmó su primera victoria de etapa en la Vuelta. Tenía 23 años. Casi dos décadas después y con 130 victorias en el bolsillo, el murciano estaba de nuevo en esta cima que supera los 2.400 metros de altitud. Disputó los puntos de la cima a Van Aert, Poels y Woods. Por delante, abría Quintana, pez en el agua, colombiano en la altitud de esta montaña que supera los 2.400 metros. Sin oxígeno tan arriba, pero con viento.

En esa fuga iban casi treinta, incluidos Ion Izagirre y un par de dorsales del Ineos, Castroviej­o y Van Baarle. Los dos se pararon en la cima. Detrás, el ritmo que ordenó Carapaz al resto del Ineos redujo el pelotón a un docena de ciclistas. Pese a que el viento de cara le complicó la estrategia, el equipo británico aisló a Pogacar, huérfano de gregarios. Carapaz tenía aún a Thomas, Castroviej­o y Van Baarle. A Guillaume Martin, segundo en la general, se lo llevó ahí el viento mientras sufría con el maillot abierto haciendo vela y frenándole.

A Pogacar le probó primero Carapaz. Respondió el líder. Por dos veces le examinó Vingegaard. Replicó el esloveno, al que no parecía agobiar el calor. Hasta Urán se atrevió con un tímido intento. Nada. Pogacar, sin gregarios, contestó a todos. Pisa firme, pero en Andorra se vio la fragilidad de su equipo, el UAE.

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// AFP Sepp Kuss, por delante de Alejandro Valverde antes de dejarle atrás

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