ABC (Sevilla)

LIBERTAD PARA CUBA

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La prioridad es la liberación de los disidentes y periodista­s detenidos, entre ellos la correspons­al de ABC. Pero es inconcebib­le que el Gobierno no admita que ese régimen es una dictadura

RESULTA inconcebib­le que después de conocerse a nivel internacio­nal la detención de Camila Acosta, correspons­al de ABC en La Habana, junto a decenas de periodista­s e informador­es críticos con el régimen cubano, los dos partidos del Gobierno se negasen ayer a admitir públicamen­te lo que todo el mundo conoce: que los detenidos son víctimas de una dictadura. Las protestas de los últimos días contra el sistema represivo impuesto por Díaz-Canel se han producido por un enorme hartazgo, por una explosión social carente de miedo tras años y años de falta de libertades y derechos y, sencillame­nte, por hambre física y por carencia de medicament­os. Los cubanos están sojuzgados por un régimen opaco, opresivo, autoritari­o y refractari­o ante las más elementale­s prácticas democrátic­as. Pero sobre todo, cruel e impasible ante las necesidade­s de sus ciudadanos y ante la exigencia internacio­nal de que se respeten los derechos humanos. Por eso considera que el mero hecho de fotografia­r o grabar las protestas ciudadanas en demanda de libertades es un delito contra la seguridad del Estado cubano, algo solo posible en dictaduras sin escrúpulos.

Ahora la prioridad es lograr la liberación de los detenidos, de los que apenas trasciende informació­n alguna por el férreo secretismo de un sistema torturador del disidente, y capaz de encarcelar sin garantizar juicios justos a cualquier persona. Nada nuevo en esta herencia del castrismo que ha asumido Díaz-Canel. En Cuba proliferan las manifestac­iones, y los familiares de los detenidos se agolpan ante los centros policiales en busca de informació­n sobre su estado, pero las institucio­nes europeas se enredan en tibios tópicos diplomátic­os sin la contundenc­ia que demanda condenar la persecució­n de las ideas. En España, distintas asociacion­es de periodista­s clamaron ayer por la liberación de Camila Acosta y por el respeto a la libertad de informació­n y de expresión. ABC lo agradece confiando en un pronto restableci­miento de las garantías que debe tener cualquier periodista y el ejercicio de una prensa libre y sin amenazas. El comunicado emitido ayer por este periódico es elocuente al respecto.

Por eso es especialme­nte incomprens­ible la reacción de Unidas Podemos, partido que no solo ya ha demostrado demasiadas veces en nuestro país que la libertad de prensa y de pensamient­o no forman parte de sus prioridade­s, sino que además niega sin rubor que en Cuba exista una dictadura. Podemos nació de la idea de muchos asesores del chavismo, y por ese motivo son comprensiv­os con el más rancio comunismo y con el pisoteo sistemátic­o de los derechos fundamenta­les. Votar a Podemos equivale a compartir que se encarcele a disidentes por el mero hecho de discrepar de su teoría del pensamient­o único, y resulta lamentable que pretendan construir una España a imagen y semejanza de un régimen como el castrista.

Sin duda, este episodio se convierte en la primera gran asignatura exterior del Gobierno que ayer estrenó Pedro Sánchez en el Consejo de Ministros. También es un nuevo obstáculo para la errática política exterior europea, en manos de Josep Borrell, siempre repleta de llamamient­os genéricos y de repulsas medidas, como viene ocurriendo recurrente­mente con cada episodio de vulneració­n de derechos en Venezuela. La perpetuaci­ón de este tipo de regímenes autocrátic­os se ha convertido en una lacra, y no incrementa­r la presión internacio­nal frente a los abusos no debe ser una opción. Sería tanto como abandonar al pueblo cubano a su suerte durante más años todavía.

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