¡Vista a la derecha!
Sánchez mete en la nevera el problema catalán, consciente
de que el simple hecho de hablar de él no le favorece
HA habido unanimidad en que la gran movida que Pedro Sánchez ha hecho en su Ejecutivo es una argucia para que se olviden los enormes errores cometidos en su primera etapa de gobierno. Cuando es eso y bastante más: un cambio de planes en La Moncloa muy distintos a los seguidos hasta ahora, aunque con el mismo fin: que su inquilino actual siga allí. Que Félix Bolaños haya sustituido a Iván Redondo y a Carmen Calvo como estratega mayor de la Presidencia no se debe a que sea más listo que ambos, sino a que hay una nueva estrategia, con la vista puesta en la derecha en vez de la izquierda. Bolaños ha sido un excelente negociador con la familia Franco sobre el arduo proceso de su traslado de Cuelgamuros a El Pardo, y lo esta siendo en las negociaciones en marcha sobre la ley de Memoria Democrática, no menos complicadas. Algún lector se preguntará qué memoria es ésa, si ya tenemos la histórica. Pero la izquierda no va a parar hasta que se exhume el último resto de los presos políticos que levantaron aquel mausoleo y se lleven adonde decidan sus familias. Sólo entonces la guerra habrá terminado, y no como terminó. Un trabajo que llevará más tiempo y esfuerzos que llevó la construcción de aquel Valle de los Caídos.
No es el único objetivo de la remodelación del Gobierno. Más pegado a la tierra y a la vida es el cambio en el terreno económico. La entera gestión del Gobierno se basa en los fondos europeos de reconstrucción, los primeros 9.000 millones de euros a punto de caer. Pero hay que ganárselos, en inversiones sólidas. Ahí, Pedro Sánchez ha sido tajante, elevando a Nadia Calviño a la primera Vicepresidencia del Ejecutivo, lo que significa que Yolanda Díaz puede clamar lo que quiera por la derogación de la reforma laboral del Partido Popular, que no se la van a dar porque a Bruselas esa reforma le gusta. Como le disgusta el dispararse de las pensiones que Díaz propugna.
El tercer síntoma de que Pedro Sánchez inicia una nueva partida es que ha sacado a Miquel Iceta del Ministerio de Política Territorial, para encargársela a una alcaldesa castellano-manchega, y darle a él la cartera de Cultura y Deporte, a cien leguas. Sánchez mete en la nevera el problema catalán, consciente de que el simple hecho de hablar de él no le favorece. Los secesionistas han amenazado con otro 1-O. Pero puede salirles peor que el de 2017 por enfrentarse a un Gobierno de izquierdas o incluso derechas, si los acontecimientos se precipitan.
Le ayudará que los nuevos ministros(as) que ayer posaron en La Molncloa lo aceptarán por simple falta de experiencia. Lo que no sé es si dimitirá alguno de los anteriores, visto que se ha cambiado todo para que todo siga igual