¡Aleluya!, Día de la Liberación Fiscal
IVivimos ya en un Estado socialista, aunque eminencias como
Errejón no se enteren
MAGINO que ayer sacarían una botella de espumoso de la nevera, o una simple lata de birra si no había espirituoso más sofisticado, y brindarían con euforia y entre grandes abrazos y vítores. La ocasión lo merecía: era el Día de la Liberación Fiscal en España, que este año ha caído en 13 de julio. Según los cálculos de la Fundación Civismo, un centro de pensamiento liberal, hasta esa fecha todo lo que ingresamos trabajando fue destinado a pagar impuestos. ¡Seis meses y doce días currando para el Estado! Es decir, somos ‘de facto’ un país socialista. Solo desde el martes hemos comenzado a laborar para nuestro beneficio personal. Este año el Día de la Liberación Fiscal ha llegado 17 días más tarde que el anterior, merced al torniquete fiscal del que se hace llamar ‘Gobierno progresista, feminista y ecologista’, y que en realidad es socialista y comunista, el ‘súmmum’ de lo camp.
Benjamin Franklin, el polifacético ilustrado estadounidense, decía que «en esta vida solo hay dos cosas seguras, la muerte y pagar impuestos». Lo soltó en su siglo XVIII y ahí seguimos. Pagamos desde que nos levantamos hasta que nos metemos en la piltra. Impuestos por encender la luz y poner la lavadora. Por la basura. Por poseer un piso (y por venderlo o comprarlo). Por el consumo cotidiano, con su preceptivo IVA. Por las rentas de trabajo. Por las nuevas tasas verdes… Respirar no esta gravado. Démosles tiempo. En Europa aceptamos ese esfuerzo fiscal a cambio de servicios públicos, empezando por la sanidad, y una red de protección social que custodia a los más desfavorecidos. En general impera un gran consenso respecto a ese modelo, que casi todos compartimos, aunque diferimos sobre el nivel de intensidad de la presión fiscal (los liberales abogamos por dejar más dinero en la cartera del individuo, para que disponga de lo suyo según su libre albedrío).
Todo lo anterior, que es de parvulario, no lo entienden todavía algunos políticos. Tal es el caso del siempre malencarado Íñigo Errejón, de magro currículo laboral y uno de los dirigentes más sobrevalorados del patio público (del que debió haber salido cuando lo pillaron trincando una beca sin trabajarla mientras nos flagelaba con sus grandes lecciones morales). Aunque peina ya 37 tacos, Errejón sigue anclado en los tics tardoadolescentes tan gratos a nuestra izquierda radical. Así que le ha tocado vacunarse y le faltó tiempo para subir un selfi a Twitter, mostrándose tirita en brazo en el Ramón y Cajal de Madrid y con este mensaje tan guay: «Rápido, eficaz, para todos y gratis. Se llama Estado». Burramia sin fronteras: de gratis nada, diputado, lo pagamos todos con un mayúsculo esfuerzo fiscal, que se acrecienta enormemente en el caso de aquellos que con su laboriosidad y talento han logrado prosperar económicamente.
Imposible sostener una conversación política racional con actores que niegan el principio de realidad. Podemos nos explicó ayer que «Cuba no es una dictadura». Hemos dado escaños y ministerios a una izquierda paleolítica que tiene muy claro que 2+2=7.