La fábrica de las sonrisas
El primer Gobierno de Pedro Sánchez estuvo más animado, con escándalos fiscales, dimisiones fulminantes e incluso salidas medianamente honrosas, como la que protagonizó Borrell para coger el avión de Bruselas. Su segundo mandato, en cambio, ha estado condicionado por las estrategias publicitarias y los intereses electores, ya fueran suyos o de su socio de coalición. El efecto Illa, deslocalizado a Cataluña para ganar y perder unas elecciones cuyo resultado el exministro de Sanidad supo agradecer en directo a Iván Redondo, o el efecto Iglesias, arrojado al despeñadero vallecano de las autonómicas madrileñas, precipitaron una serie de cambios determinados siempre por el interés particular de los socios del Ejecutivo, ajenos a las necesidades reales de la nación. Con estos antecedentes, la tercera crisis de gobierno ejecutada por Sánchez no es sino la enésima maniobra comercial de un profesional de la imagen. Es el propio presidente el que ahora comienza a anunciarse para volver a los carteles. Como dijo Darias, «nuestra sonrisa volverá a nuestras calles».