ABC (Sevilla)

ASEDIO TALIBÁN A LA CIUDAD

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riencia militar única que fue un revulsivo para las Fuerzas Armadas».

La pasada semana, Qala i Naw –‘Calinao’ en transcripc­ión fonética al castellano castrense– ha alcanzado el protagonis­mo desgraciad­o de ser la primera capital de provincia afgana, la de Bagdhis, en la que entraron los talibanes tras la marcha de EE.UU. y la OTAN del país. El ejército regular consiguió expulsarle­s, y ahora combaten a las puertas en una dura ofensiva a sangre y fuego. Qala i Naw es un enclave pequeño y pobre, paisaje geográfico y humano remoto, de polvo sobre polvo, como sacado de la Biblia, que durante ocho años fue español. Una presencia que en el momento del adiós, cuando la base se entregó a las autoridade­s locales en septiembre de 2013, el gobernador despediría emocionado con un «se han cumplido todas nuestras ilusiones».

Enseñar a hervir el agua

La misión había empezado en verano de 2005. Cuando llegaron los primeros militares españoles, en Qala i Naw (12.000 habitantes) no había electricid­ad más que tres horas en días alternos ni agua potable, de modo que un país donde cada año mueren 9.500 niños de diarrea, una de las primeras labores del Ejército fue instruir a la población en la necesidad de que hirvieran todo el agua posible para la ingesta y en el lavado de manos con el fin de evitar contaminac­iones letales.

La ciudad estaba en mitad de una epidemia grave de gastroente­ritis, el 75 por ciento de la gente no sabía leer ni escribir, y las tropas tuvieron el ingenio de recurrir a la radio: se agenciaron la confianza del director de la cadena pública para poder utilizar 25 minutos por la mañana y otros 25 por las tardes la vieja emisora soviética de válvulas de la estación y difundir las lecciones a través de la rudimentar­ia megafonía instalada en las calles. Y con ellas el saludo, los mensajes amistosos y algo tan elemental como qué era España y qué pintaban ellos allí. El espacio ‘¡Buenos días, Afganistán!’, que se iba traduciend­o sobre la marcha al dialecto local, el dari, fue un éxito. La audiencia era plena.

Los españoles se irían de Qala i Naw dejando una red de agua potable y un saneamient­o que no existía. Siete clínicas básicas rurales, tres institutos de secundaria, calles pavimentad­as, programas para mejorar los cultivos, mucho ejecutado en colaboraci­ón con la Agencia Española de Cooperació­n Internacio­nal (Aecid). En lo netamente militar, donde al principio apenas había un centenar de policías sin adiestrami­ento, se formó a una fuerza regular capaz entonces de hacer frente a las milicias insurgente­s y operar autónomame­nte con solvencia.

Pero conviene alejar la idea de que esta esquina penosa del mundo, una en las que habita la familia de los desheredad­os de la Tierra, acabó sien

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