El exministro Campo, «tocado», «decepcionado» y sentenciado como juez
Horas antes de ser fulminado había confirmado su asistencia a un acto en Pontevedra hoy
«Muchas gracias por los servicios prestados y hasta pronto», le vino a decir el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al ya exministro de Justicia, Juan Carlos Campo, el sábado por la mañana. No se le ofreció ninguna explicación ni tampoco una salida, teniendo en cuenta que es juez y que, como tal, está marcado de por vida por una de las decisiones más trascendentes que ha tomado este Ejecutivo: la de indultar a los presos del ‘procés’. Qué menos que Sánchez le hubiera pagado este favor manteniéndolo en el cargo lo que queda de legislatura, comentan fuentes jurídicas.
El shock fue total. Campo no se lo esperaba. Pensaba que gozaba de cierta inmunidad después de haber estampado su firma el pasado 22 de junio en las medidas de gracia, un gesto especialmente comprometido teniendo en cuenta que se tomó con el rechazo unánime del tribunal sentenciador que quedó plasmado en un demoledor informe que llegaba a hablar de autoindulto. La tensión de aquellos días fue tal, que el ministro se tomó unos días de descanso a principios de julio en su tierra natal (Cádiz) junto a su pareja, Meritxell Batet, para retomar este mes con energías renovadas. El pasado viernes por la tarde confirmaba su asistencia a un acto en el Colegio de Abogados de Pontevedra que iba a tener lugar mañana, así como a la comida a la que iban a acudir los presidentes del TSJ y la Audiencia Provincial y representantes de otros colectivos de la Administración de Justicia.
«Lo han utilizado como un kleenex», comentan fuentes jurídicas cercanas al exministro. «Se siente traicionado». Campo asumía que se quemaría con los indultos, pero formaban parte de la política del Gobierno y estaba convencido de que al finalizar su gestión ese polémico legado quedaría eclipsado por la fumata blanca de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y por su proyecto estrella: la Ley de Enjuiciamiento Criminal que, por primera vez en la historia judicial española, daría la investigación penal al fiscal. Pero no ha podido ser.
Audiencia Nacional
Al no ser ya diputado, a día de hoy Campo no tiene mucha más opción que volver a la plaza que poco antes de ser ministro consiguió en la Sala Penal de la Audiencia Nacional. Desde ahí tendrá que juzgar y poner sentencias de los casos más mediáticos del panorama judicial español con la sospecha de falta de imparcialidad sobrevolando su toga.
A ello se suma que «está completamente quemado ante sus compañeros» y el Tribunal Supremo (que, paradójicamente tendrá que revisar sus sentencias en casación) y que lleva muchos años sin ejercer como juez.
El exministro fue presa de su propia locuacidad verbal. Se adelantó a los acontecimientos publicitando un acuerdo de renovación del CGPJ cuando no estaba cerrado. Su incapacidad para sacar adelante esta renovación y el hecho de haber puesto a España en el punto de mira de Europa pueden estar detrás de la decisión de Sánchez. A ello se añade que no habría tendido los puentes que el presidente quería con el Supremo para que, aun siendo contrario a los indultos, el informe del Alto Tribunal hubiera sido al menos más descafeinado y no tan combativo como finalmente fue... «Bolaños y Calvo no le han puesto las cosas fáciles», dicen fuentes próximas a él.