Francisco Barquero
seguir tocando». Y otro tipo de formación: la Orquesta Jamaica. Caso atípico porque solían trabajar todo el año, al contrario que muchas orquestas solo veraniegas, y gracias a ese tipo de contrato anual pudo su plantilla acogerse a un ERTE. Y es que el 2020 fue el desierto de actividad, a pesar de tener 100 fechas contratadas que se anularon sin indemnización de ningún tipo. Los socios de la empresa, hijos de Francisco Barquero, el fundador ya jubilado, tuvieron que buscarse la vida en otros ámbitos. «Uno de chófer de un camión, otro haciendo chapucillas de todo tipo, otro «Lo cierto es que las perspectivas para este verano no son muy optimistas, los ayuntamientos están muy reacios a contratar y casi todo está en el aire a la espera de ver cómo evoluciona esto» intentando sobrevivir con un estudio de grabación…», nos cuenta el patriarca. Y la propia orquesta también se ha adaptado a las circunstancias: «Aprovechando el material que tenemos, hicimos ‘cine de verano’ el año pasado. Y, teniendo en cuenta la situación que habíamos vivido y en previsión de que la cosa no mejorase este año, hemos hecho varios espectáculos más pequeños, pero manteniendo la calidad. A pesar de ello, las perspectivas para este verano no son muy optimistas, los ayuntamientos están muy reacios a contratar y casi todo está en el aire a la espera de ver cómo evoluciona esto».
Alejandro Abellán, que es guitarrista, no es tan pesimista, pero porque la falta absoluta de expectativas es muy saludable. «Yo ya pensaba que los conciertos no iban a volver hasta el verano que viene. En mayo tenía muy claro que este verano no se iba a hacer nada. Y la verdad es que de repente la cosa se ha reactivado. De cero actuaciones a ir incluso agobiado con los compromisos. Lo agradezco muchísimo, muchísimo», celebra al otro lado del teléfono. Con el parón de 2020 se convirtió en profesor a tiempo completo, por pura supervivencia, y ahora, de nuevo, tiene tres bolos por semana, algo que hasta hace poco era una utopía. También vuelve a la gira de Isabel Pantoja el 7 de agosto. «Es que agosto lo tengo prácticamente cerrado. Con cosas pequeñas y demás, pero está genial. Y para septiembre hay buena previsión», comenta antes de despedirse. Por cierto: no dejará de ser profesor, porque le ha cogido el gusto a las clases y a la estabilidad.
Por su parte, Gabriel Peso, pianista, también está feliz, porque el año pasado fue una locura absoluta: pasó de estar constantemente viajando para tocar a volverse a vivir a casa de sus padres, en Pontevedra, para ahorrar dinero. Allí se puso a componer, a grabar y a producir, que era lo que se podía hacer. «Ahora ya estoy de vuelta por Madrid. Por lo menos en cierta parte del gremio la situación ha mejorado, se ve un repunte en la agenda... Yo echaba de menos hasta no dormir. Llegar a casa a las tres de la mañana y estar a las nueve cogiendo un avión», confiesa. El verano pinta bien para él, y en el horizonte clarea: en octubre empieza una gira por Estados Unidos como pianista de David Bisbal. Casi nada. «La verdad que me considero un privilegiado dentro del sector», remata.