Cannes se deja el glamur entre bañadores, esmóquines a pie de playa y pruebas Covid
El certamen pasó de mayo al calor de julio, con las estrellas de Hollywood borrándose de la alfombra roja
El Festival de Cannes es uno de los eventos más sofisticados del planeta: estrellas de cine, músicos, artistas independientes, ‘influencers’, líderes políticos... Todos quieren pisar esa alfombra roja poblada de fotógrafos gritando su nombre y capaces de limar cada aspereza física hasta convertirlos en caras de revista. Tras un año y dos meses de espera obligada por la pandemia, la 74 edición se ha celebrado en la Riviera francesa casi con normalidad.
Y es ‘casi’ porque si Cannes ya de por sí abruma, en mitad de una pandemia es aún más caótico: cada día hay que escupir en un tubo en busca de un negativo que permita acceder a las proyecciones. Un sinfín de códigos QR sanitarios que, junto con las entradas, van llenando la memoria del teléfono mientras los guardias de seguridad que controlan los accesos a cada evento ponen gesto de perro enfadado hasta que confirmas que estás ‘limpio’. «Es surrealista ver las salas llenas otra vez, esa experiencia no tiene precio», comenta feliz un periodista holandés que entraba y salía sin problema del Palacio del festival gracias a su pasaporte de vacunación europeo.
En cualquier caso, la pandemia dista de ser invisible en Cannes. Todos, incluso los vacunados fuera de la Unión Europea, deben someterse a una prueba de Covid cada 48 horas. Con la industria atenazada por tantas reglas, muchos han preferido no viajar y se han quedado en casa. Su ausencia se nota en los hoteles: antes estaban atestados y ahora tienen vacantes. Las salas de proyecciones que normalmente dejarían a cientos haciendo cola fuera no se llenan. A los habituales buscadores de entradas en esmoquin rezando por conseguir un boleto los han alejado del Palais y los distribuidores de películas que aquí concentraban su principal esfuerzo anual prefieren hacer negocio online.
Sudar en traje de gala
En lugares como la alfombra roja de Cannes, la vida es casi normal, si ‘normal’ hoy significa caminar diez metros sin mascarilla. Aquí siguen apareciendo famosos cada pocas horas para su desfile programado, aunque muchos menos que años anteriores. El glamur dura lo que tardan las estrellas en quitarse la mascarilla al inicio de la alfombra hasta que suben las escaleras del Palacio y vuelven a ponérsela. Y con el sol de julio todavía a fuego vivo, el traje de etiqueta que se exige para las proyecciones en el Palais amenaza con derretirse. El cambio de mayo –fecha tradicional de Cannes– a julio se nota en el sudor de los invitados de honor.
Pese a todo, por aquí se ha visto a Marion Cotillard, Bella Hadid, Matt Damon, Helen Mirren, Adam Driver, Timothée Chalamet, Spike Lee y Tim Roth... pocas estrellas para tanta cámara necesitada de una imagen.
Se nota también en los hoteles a lo largo de la Croisette, donde los publicistas y ejecutivos han sacado las sillas a los balcones al aire libre. Ahora las entrevistas son en terrazas bajo