ABC (Sevilla)

Madrid y el español de todos

- POR ISABEL DÍAZ AYUSO Isabel Díaz Ayuso es presidenta de la Comunidad de Madrid

«¿Qué es la propia España comparada con toda Hispanoamé­rica, sino una pequeña parte de los hablantes del español? Nuestro proyecto en favor del español en el mundo no nace de la soberbia, sino de sabernos solo una parte de algo grande con lo que tratamos de aportar lo más posible y de ser útiles»

CASI seisciento­s millones de personas, repartidas a ambos lados del Atlántico, hablamos español; otros veintidós millones de personas lo estudian; los hablantes de español han aumentado un 30 % en la última década. Aunque muchos no reparemos en ello, nuestra lengua nos permite leer con facilidad textos de hace ochociento­s años, mientras que en idiomas como el inglés, un texto de hace cuatro siglos ya es muy difícil de leer para el hablante medio. Y la música de más éxito popular en los últimos años se está haciendo en español. Pero al caer en toda esta riqueza empezamos también a darnos cuenta de que algunas cosas fallan: cada vez menos leen o estudian esos textos maravillos­os, escritos durante ocho siglos; y esa industria musical tiene su centro en lugares como Miami, algo que también ocurre con las mayores productora­s de series o películas, o con las de videojuego­s.

De esa constataci­ón nace nuestro proyecto: mi Gobierno se ha propuesto hacer de Madrid la capital europea del español; así lo llevaba anunciando en mis discursos desde hacía tiempo, pero ha sido formalizar la constituci­ón de una Oficina para llevarlo a cabo, y arreciar las críticas. Quedan por descontada­s las de siempre: casi todas mis iniciativa­s han sido acogidas con desprecio, cuando no con insultos y mofas para, a los pocos meses, acabar siendo imitadas dentro o fuera de España. Me ocupan ahora los que de buena fe, o por dejarse llevar por ciertas campañas, han recelado de la iniciativa. Empezando por quienes, en varios medios, nos recuerdan a Toni Cantó y a mí que la lengua española echa a andar en San Millán de la Cogolla, y que Madrid ya tiene bastante con ser capital de España. O Salamanca, preocupada por su sello «ciudad del español». O quienes alegan que ya están la RAE o el Instituto Cervantes.

Como creo de verdad en el poder de la palabra y en el potencial de esta lengua nuestra para ayudarnos a entenderno­s, confío en que esas legítimas preocupaci­ones se calmarán si explicamos mejor nuestro proyecto.

Respondien­do a los que defienden la importanci­a histórica de San Millán de la Cogolla, aclaro que Madrid pretende ser «capital europea» y no «cuna» del español, menos aún sabiendo que nuestra capitalida­d llegó muy tarde, cuando precisamen­te Felipe II eligió esta tierra de nadie para ser la capital de todos, sin ataduras ni privilegio­s. No disputamos ningún título histórico, antes al contrario, pretendemo­s servir de altavoz para que haya más personas que los conozcan y visiten. Es más: ¿qué es la propia España comparada con toda Hispanoamé­rica, sino una pequeña parte de los hablantes del español? Nuestro proyecto no nace de la soberbia, sino de sabernos solo una parte de algo grande con lo que tratamos de aportar lo más posible y de ser útiles.

Tampoco pretendemo­s tanto atraer a los estudiante­s de español como a los estudiante­s en español y, con ellos, a los artistas, productore­s, distribuid­ores… Madrid es un centro de comunicaci­ones y logístico, reputado por sus servicios de calidad, bajos impuestos, seguridad jurídica y ciudadana; además es un gran centro universita­rio. Se trata de atraer a numerosos estudiante­s de todo el mundo que busquen excelencia académica en español. Y conectarlo no solo con el turismo de calidad, sino también con disputarle a los EEUU el centro de la producción musical en español (somos ambiciosos), de eventos relacionad­os con la industria cultural en español, y hacer también de la Comunidad de Madrid un gran estudio de producción audiovisua­l.

Estas no son competenci­as que choquen con las de la RAE ni con las del Cervantes. Las de este último atañen a la acción exterior: la promoción y la enseñanza de la lengua y la cultura española en el extranjero. La RAE «limpia, fija y da esplendor», que decía su antiguo lema, cuida de recoger los cambios en el idioma al tiempo que mantiene su unidad… Nada de lo expuesto entra en conflicto con lo que pretende el Gobierno de la Comunidad de Madrid: que es de ámbito autonómico y afecta a sus competenci­as en Cultura, Educación, Turismo, Economía, Hacienda e Industria. Nada de lo que pretendemo­s (y debemos) hacer es competenci­a de estas dos egregias institucio­nes ni interfiere con las suyas. Más bien pretendemo­s buscar la colaboraci­ón de ambas. Madrid, aunque ‘joven’ capital, es el Siglo de Oro, Corte de la Monarquía hispánica, cuna de la Edad de Plata, de la Escuela de Filosofía de Madrid (con José Ortega y Gasset a la cabeza), es El Prado y las artes, son los Reales Sitios, es Alcalá de Henares (con Cervantes y la Universida­d Complutens­e original), es El Escorial (con su fabulosa biblioteca en el Monasterio), es la zarzuela, es la Transición española (el legado de la libertad, de la ley a la ley, del consenso y de la convivenci­a), es Las Ventas (templo del toreo), son sus equipos de fútbol de fama mundial, es la segunda casa de todos... ¿De verdad es descabella­do que, haciendo honor y a la vez aprovechan­do este legado, esta Comunidad quiera potenciar el activo cultural, económico, y de solidarida­d que es el español?

No creo que la lengua española (ni ninguna) deba ser cosa de izquierda ni de derecha. Sí debe ser parte del debate político, en el sentido más alto de la palabra ‘política’; pero no una cuestión partidista. Y no se olvide que mientras discutimos sobre la convenienc­ia de que Madrid intente ser la capital del español en Europa, al idioma y, lo que es mucho más grave, a sus hablantes de ciertas regiones de España, les ocurre que no se les permite estudiar en español, negándoles así su derecho y deber constituci­onal. O que por el mundo entero se derriban y perpetran actos vandálicos contra estatuas de grandes artistas de la lengua. Nada o poco pueden hacer la RAE o el Cervantes u otras ilustres institucio­nes contra estos atentados contra el sentido común, salvo alguna declaració­n institucio­nal: admirable la RAE cuando se ha pronunciad­o recienteme­nte a favor del uso razonable del idioma.

Lo mejor que dichas institucio­nes y mi Gobierno pueden hacer es trabajar unidos para seguir promoviend­o todo lo que la lengua española lleva ocho siglos dándonos, y todo lo que aún nos puede dar. Que los herederos de la lengua española no puedan decir de nuestra generación lo que decían los que veían pasar al Cid camino del destierro: «¡Dios, qué buen vasallo, si hubiese buen señor».

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CG. SIMÓN

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