La dimisión del viceministro que el Gobierno quiere ocultar
dedo’, el ingeniero que no es un militar de verdad aunque es mayor del Ejército, consume su poco prestigio político: insultado, abucheado, en definitiva quemado. Los militares se mueven rápido. Se impone lógicamente el corte de internet en toda la isla, pero los manifestantes siguen activos y comunicados a través del uso de redes privadas virtuales (VPN) y la protesta parece imparable. Por unas horas el régimen se tambalea.
En las reuniones de la alta jerarquía militar se ve lo que nunca se ha visto. Discusiones, desavenencias, gritos, desconcierto y trasciende la dimisión del viceministro del Interior Jesús Manuel Burón Tabit, «dimisión que no le es aceptada porque es hora de mantener las filas prietas, todos unidos, sin fisuras», explica a ABC una fuente del Ministerio del Interior cubano. La situación es completamente nueva. Tienen
ABC informó el pasado miércoles en su edición digital de la dimisión del viceministro de Interior del Gobierno cubano, Jesús Manuel Burón Tabit, porque se negaba a usar la fuerza contra los manifestantes desarmados que salían a la calle en muchísimas ciudades. En un acto absolutamente insólito, el Gobierno de Díaz-Canel salió a desmentir tal información y las redes sociales se hicieron pábulo del desmentido oficial. Las fuentes consultadas por ABC trabajan dentro del Ministerio del Interior, el famoso Minint, el sancta sanctorum del poder castrista. Las fuentes consultadas por ABC están entre los que mandan, cerca de los que mandan. «Esa dimisión se produjo efectivamente en una de las muchas tensas reuniones que tuvieron entre el sábado y el domingo pasado», subrayan a ABC desde el Minint el pasado viernes por la noche, hora española. «Pero esa dimisión no le fue aceptada. No es hora de mostrar deserciones ni divisiones, ahora toca estar todos a una y no mostrar debilidades que puedan envalentonar aún más las calles. Ya habrá tiempo para ajustar cuentas». explica.
planes de contingencia bien preparados y estudiados para estos casos pero no se ponen de acuerdo. Los mandos más jóvenes de la PNR, la Policía Nacional Revolucionaria, no quieren disparar contra el pueblo. Los generales más jóvenes tampoco. La vieja guardia quiere mano dura. Los más próximos a Raúl ordenan preparar el Ilyushin Il-96 por si hay que irse del país, algo que no descartan. Ya está listo, lleno de combustible en el pequeño aeropuerto civil de Baracoa. El destino más factible es Sudáfrica. El Il-96 de largo alcance y fuselaje ancho puede llegar allí sin problema. Sudáfrica no tiene convenio de extradición con Cuba, los jerarcas del régimen tienen negocios por valor de cientos de millones de dólares en ese país; de hecho López Calleja, el amo y señor de Gaesa, el conglomerado de empresas propiedad del Estado, estuvo en Sudáfrica hace algo más de mes y medio. Además, allí tienen viejos amigos que le deben favores desde los tiempos de la guerra de Angola.
Contraataque comunista
Pero el régimen y sus servicios de inteligencia, creados y dirigidos por un viejo grupo de gallegos y canarios entrenados por el KGB y la Stasi, son gente difícil de batir. Ponen en marcha sus ciberclavias, perfiles falsos de internet creados por la UCI, la Unidad de Ciencias Informáticas de La Habana, e inundan las redes sociales. El general Omar Acosta pone en marcha el Ejército de Occidente y Laureano González hace lo mismo con el Ejército Central. Cierran La Habana y el este del país, entre ellas ciudades como San Antonio de los Baños. El general Agustín Peña al frente del Ejército Oriental ya controla su región.
Comienza la represión con material militar aunque no llegan a usar los carros de combate que estaban listos en El Bosque de La Habana, un enorme y precioso parque de la capital. Se emplean con contundencia, sin miramientos. Cientos de detenidos, pero también hay muertos y heridos. El lunes la protesta comienza a ceder. Su espontaneidad, que fue el origen de su éxito, es su perdición. Al no haber líderes ni organización, al ganar el Gobierno el control de internet y los militares el control de calle comienza a disiparse el sueño de una nueva y auténtica revolución en Cuba. El martes solo hay protestas en algunas ciudades del oriente del país. El castrismo se ha salvado del primer embate de la oposición.
Pero el régimen tiene miedo. Ellos saben que la gente está harta de la miseria, de la falta de libertad, de la represión. Que esto no es culpa del Covid y del embargo, como repiten sus terminales mediáticas en medio mundo. Y no saben qué hacer.