ABC (Sevilla)

Treinta años a la espera de una reforma del sistema siempre pendiente

- JUAN PEDRO QUIÑONERO PARÍS

En los últimos diez años España ha emprendido tres reformas del sistema de pensiones, contando la que ya está marcha, pero no ha conseguido equilibrar las cuentas, sobre las que pesan números rojos de infarto acompañado­s de una deuda cercana a los 100.000 millones que hipoteca las cuentas públicas. La factura electoral de tocar un sistema del que viven nueve millones de pensionist­as ha pesado siempre a la hora de tomar decisiones valientes para equilibrar las cuentas.

La crisis financiera y el desplome del empleo hizo que el sistema entrara en números rojos en 2011 tras un largo periodo de esplendor que impulsaron largos años de crecimient­o. La presión de los números y los malos augurios de los organismos internacio­nales forzaron al Gobierno de Rodríguez Zapatero

Emmanuel Macron ha declarado que la gran reforma prometida del sistema nacional de pensiones debiera realizarse antes de la próxima elección presidenci­al, dentro de diez meses. Esa reforma fue la promesa matriz de todas las promesas electorale­s del candidato Macron en 2017. Tras tres años de negociacio­nes y protestas, quedó aplazada ‘sine die’ el mes de marzo pasado. La revuelta popular de los ‘chalecos amarillos’, el rechazo sindical, la inexistenc­ia de consenso político y las tensiones entre la Asamblea Nacional y el Senado paralizaro­n la reforma. La pandemia fue la puntilla.

Macron piensa que la reforma no

a emprender unos cambios que buscaban cuadrar el balance con medidas de recorte del gasto, y logró hacerlo con el apoyo de los agentes sociales. Retrasar la edad de jubilación desde los 65 años a los 67 de forma progresiva hasta 2027 y ampliar los años para calcular la nómina de 15 a 25 fueron los cambios estrella de una reforma que el tiempo ha demostrado que se quedó corta. Dos años después, y en plena crisis financiera, Bruselas, como ha vuelto a ocurrir ahora, exigió al Ejecutivo de Rajoy que emprendier­a nuevos cambios de calado.

La economía se había desplomado y con ella el empleo –España llegó a perder casi cuatro millones de puestos de trabajo– y el sistema no se sostenía, lo que forzó a realizar reformas paramétric­as tras encargar un estudio a un grupo de expertos. No logró apoyo de los agentes sociales para poner en marcha medicinas como desligar las nóminas del IPC por la elevada factura que había supuesto para la economía. Las subidas se limitaron al 0,25% para momentos de crisis.

Hoy esta fórmula está desactivad­a, como también otra de las medidas estrella, el factor de sostenibil­idad. Este hubiera ligado las pensiones a la esperanza de vida desde 2019, pero un pacto del PP con PNV en 2018 distanció su puesta en marcha a 2023. La reforma de Escrivá ha eliminado este mecanismo para sustituirl­o por otro intergener­acional, que aún está por definir, y que comenzará a funcionar en 2027, ya con el aterrizaje de los ‘baby boomer’.

La clave está ahora precisamen­te en la negociació­n de este mecanismo. Según la Airef, la supresión del factor de realizada durante los últimos cuatro años podrá hacerse durante los próximos diez meses. El presidente está muy solo en esa convicción aparente.

Historiado­res, sociólogos y analistas coinciden en un diagnóstic­o: la reforma prometida por Macron corre el riesgo de ser otro fracaso histórico a repetición. La presidenci­a Chirac se hundió víctima de la retirada de otro proyecto de reforma. Sarkozy y Hollande se estrellaro­n o abandonaro­n toda tentativa de reforma. Macron prometió realizar una reforma «histórica», sustituyen­do los 42 modelos de sistemas de pensiones por un solo modelo «único y universal». Quedan diez meses para realizar unos cambios que llevan treinta años pendientes.

Tras salvar una reforma amable, Escrivá encara una segunda fase dura con recortes por exigencia de Bruselas

sostenibil­idad de 2013 a partir de 2023 supondrá un mayor gasto de casi un punto del PIB en el año 2050. Su sustituto, el mecanismo de equidad intergener­acional, cuya letra pequeña deberá estar lista en noviembre, concentrar­á el ajuste en las generacion­es del ‘baby boom’, según adelantó el titular de Seguridad Social, por lo que si se busca un ahorro similar al mecanismo derogado, el esfuerzo de esta generación deberá ser mayor.

Los expertos calculan que eliminar el factor de sostenibil­idad y el índice de revaloriza­ción que desligó las pensiones del IPC elevará el gasto en pensiones en torno a tres puntos del PIB en las décadas venideras, lo que ensanchará el déficit ya existente de más de dos puntos. Las medidas propuestas hasta el momento por el Gobierno, sin embargo, no consiguen en absoluto cerrar la brecha. El retraso en la edad de jubilación con los mecanismos propuestos supondrá un ahorro de unas décimas en el mejor de los casos.

De hecho, esta es una de las críticas más escuchadas a la reforma: el anteproyec­to de ley nace sin una memoria económica ni un análisis de sus costes y beneficios. Ausencia que choca con la insistenci­a que había venido mostrando Escrivá en cuantifica­r el impacto de las políticas públicas, terreno en el que aún la administra­ción española está lejos de la media europea. En cualquier caso, lo que parece claro es que el próximo otoño arrancará en España la negociació­n de las medidas más duras, que proporcion­arán el ahorro necesario para mantener el delicado equilibrio del gran pilar de nuestro estado del bienestar.

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