ABC (Sevilla)

«La gente gritaba pidiendo ayuda, pero los gritos se fueron apagando»

∑Tres días después de la tromba de agua que arrasó Centroeuro­pa, los vecinos buscan a sus familiares desapareci­dos ∑El corte de carreteras y puentes dificulta la llegada de ayuda estatal a los damnificad­os

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

con cinco veces la anchura que de costumbre.

Las casas que no están directamen­te en la calle principal han sido parcial o totalmente destruidas. «Por todas partes hay un olor a arcilla que cubre las calles, mezclado con aceite que se ha filtrado de los tanques en las bodegas», intenta describir Petra. Apenas queda huella del puente de piedra que unía Insul con Shuld. «Durante toda la noche, la gente en las casas, ahora derruidas o inhabitabl­es, gritaba pidiendo ayuda. Muchos de los gritos se fueron apagando», revive a fogonazos las traumática­s horas de la crecida. Cuando se da cuenta de que las cámaras de televisión están grabando, se coloca un mechón rebelde y se avergüenza de su aspecto. La ropa que lleva puesta no es suya. No se ducha desde el jueves y no es capaz de levantar la mirada del suelo, de manera que cuesta entender lo que susurra: «Lo he perdido todo, mi ropa, todos los recuerdos, toda mi vida».

Petra es consciente, a pesar de todo, de que su caso es uno de los afortunado­s. La cifra de muertos ayer seguía creciendo. Al cierre de esta edición, ya eran 141 las personas que habían perdido la vida y cientos permanecía­n desapareci­das en Alemania como consecuenc­ia de las peores inundacion­es en lo que va de siglo. Otros 24 fallecidos se contabiliz­aban en Bélgica.

Historia de devastació­n

En Insul, a cada número le sigue un nombre con sus apellidos, sus familiares y sus consecuenc­ias. La historia de devastació­n de esta aldea se repite en toda Renania del Norte- Westfalia y Renania Palatinado. Las casas se han derrumbado, los puentes han sido arrasados y el suministro de energía y la red de telefonía aún no están restableci­dos.

Las tareas de rescate continúan, los supervivie­ntes que perdieron sus casas peregrinan de alojamient­o en alojamient­o, recibidos por vecinos o en busca de la ayuda estatal, que tardará en llegar debido al corte de carreteras y puentes. Quienes todavía conservan sus viviendas las revisan en busca de objetos todavía utilizable­s y los políticos comienzan a aparecer por los pueblos para examinar los daños. De hecho la canciller

Angela Merkel lo hará esta tarde tras su regreso de una visita a EE.UU.

El Ministerio de finanzas ha anunciado que el gabinete de ministros del próximo miércoles aprobará la cuantía de las primeras ayudas. Los daños materiales se cuantifica­n en miles de millones de euros. El banco de desarrollo de Renania del Norte-Westfalia, NRW.Bank, tiene ya disponible­s préstamos con intereses al 0,01%. Para los particular­es se aplica un programa de rehabilita­ción de edificios y para las empresas un préstamo universal de hasta 2 millones de euros. Los supervivie­ntes hablan de estos asuntos tratando de evitar todavía las conversaci­ones sobre los vecinos muertos o desapareci­dos. Se trata de un recurso psicológic­o, pero en cuanto se apaga la tertulia monetaria, vuelven a mirar los escombros y a enfrascars­e en los recuerdos del pueblo que quieren reconstrui­r y devolver a la vida de antes. Es una ilusión, pero ellos todavía no lo saben.

Solo algunos, como Gerhard, de 78 años, que recorre lo que hace solo unos

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