«Yo sé que si mi tía estuviera viva habría hecho lo posible por contactar. En el corazón ya me he despedido de ella», afirma María Rosa Lescano
por la noche. Buscado por: Christina Drothen (36 años, ama de casa)», reza uno de los anuncios junto a la foto en la que se ve cómo Gerhard se afanaba en preparar una barbacoa el fin de semana pasado. «Vi a Gerhard por última vez en su casa de Ahrweiler. Lo hemos echado de menos desde el desastre. No podemos salir de aquí y no sabemos si su casa sigue en pie», afirma un familiar a través de las redes sociales.
«Mi abuelo vive en Bad Neuenahr en Weststrasse. Hablé con él por teléfono alrededor la noche del jueves. Quería irse a la cama y no se sentía amenazado por el agua. Pero ahora toda la casa está llena de barro y no se puede llegar allí. Traté de llamarlo todo el día, una y otra vez. El cuerpo de bomberos tampoco sabe dónde está», pide ayuda Sandy Zimmermann, de 32 años y que trata de encontrar a Karl-Heinz Zimmermann, de 93.
Arrastrados por la corriente
«Julia vivía en un apartamento en el sótano en Bad Neuenahr-Ahrweiler, a solo 80 metros del Ahr. El jueves por la noche nos llamó para decir que se había refugiado con un vecino en el primer piso. Todavía pude escuchar al vecino gritar: “¡Viene el agua! ¡El agua está llegando!” Entonces la llamada telefónica se interrumpió. No hemos sabido nada de ella desde entonces y no sabemos si la casa sigue en pie», dice Andrea Dillenburger, que busca a su hermana Julia, de 39 años y residente de Bad Neuenahr-Ahrweiler, en Renania-Palatinado. Antes de desaparecer, Julia contó por teléfono a su hermana, entre lágrimas, que estaba viendo pasar cuerpos arrastrados por la corriente, que algunos vecinos gritaban pidiendo ayuda sin que nadie pudiese acudir, que parecía el fin del mundo, que no se explicaban de dónde llegaba tanta agua.
Aida, de 74 años y originaria de Ecuador, vivía en Bad Neuenahr-Ahrweiler con su esposo Klaus desde 2005. A diario hablaba por teléfono con su sobrina María Rosa Lescano, que no sabe nada de ella desde el diluvio. «Yo sé que si mi tía estuviera viva habría hecho lo posible por contactar. Las autoridades alemanas no me saben decir, pero en el corazón ya me he despedido de ella», admite, y entiende que los llaman desaparecidos porque no se atreven a decir muertos.