De la adversidad al éxito
Rahm, como Olazábal y Jiménez, afrontó problemas físicos que ha dejado atrás hasta atrapar la excelencia
Los golfistas de hoy en día son auténticos atletas. Su nivel de dedicación física en sus entrenamientos es similar a la técnica, más al ser un deporte muy longevo, hay que ir adaptando los movimientos a la edad que se va teniendo y, especialmente, a las limitaciones que el cuerpo inflige a cada uno.
Existen las propias de una lesión puntual, que no es lo mismo sufrirlas de joven que de veterano. Miguel Ángel Jiménez se rompió la tibia esquiando con 49 años. Tuvo que cambiar sus hábitos y hoy es uno de los jugadores más enganchados al gimnasio sin haber dejado de ganar torneos desde entonces. «Lo primero fue tratar de identificar las limitaciones que iba a tener y hacerle un plan para compensar, proteger y prevenir para evitar más lesiones», señala su preparador físico, Emilio Pereira. Una vez superado ese periodo crítico, el plan en competición evolucionó con las temporadas, «pero manteniendo los ejercicios de fuerza, prevención, estiramientos y elementos externos como la electroestimulación o las pistolas de masajes».
Un caso más complicado es el de Chema Olazábal, también pupilo de Pereira, que lleva lustros afectado por una artritis reumatoide. Afortunadamente,
la fuerza de voluntad del vasco y el trabajo físico le han permitido volver este año a su mejor nivel, como demostró en el pasado Masters de Augusta. «Con José Mari la tarea es más complicada, porque se trata de una enfermedad autoinmune que modifica su cuerpo. Intentamos adaptarnos a cómo se siente y preparar con esos criterios ejercicios de fuerza para ganar distancia y de prevención para evitar dolencias», indica el preparador.
Enfermos de nacimiento
Hay otro tipo de golfistas que no se han visto limitados de mayores, sino que llevan viviendo con problemas físicos desde su infancia. Todo un número uno del mundo como Jon Rahm sabe lo que es eso. Nació con un pie zambo que le causó no pocas complicaciones. «Se trata de un pie con tres deformidades congénitas (equino, varo y supinado) que se gestan en el útero materno y que consisten en un pie metido para dentro, con el tendón de Aquiles acortado y con el pie y el antepié un poco retorcidos», explica el doctor Alfonso del Corral. «El abordaje ha mejorado muchísimo en los últimos años y lo que se hace es operar a los bebés en sus primeros cuatro meses de vida para corregirlo con capsulotomías, alargamiento de tendones y colocación de una serie de botitas de yesos para corregir la deformidad», prosigue el galeno. Los resultados son muy buenos y luego los niños suelen tener una vida prácticamente normal, aunque a veces les queden algunos inconvenientes de «tener un pie un par de números más pequeño que el otro o una pierna más acortada», como es el caso de Rahm, que tiene más larga la izquierda que la derecha.
El último problema es cuando un niño con esta limitación quiere convertirse en deportista profesional en una especialidad tan técnica como el golf. Para ello, aparte del aspecto físico, hay que adaptar toda la cadena cinética a sus limitaciones de movilidad en el tobillo derecho. «Jon empezó a jugar con un swing muy amplio que no le permitía ir muy recto y lo que hicimos fue reducírselo para darle mayor precisión. También trabajamos mucho un desgiro de cadera muy potente que le permite hacer el movimiento en dos palancas, en lugar de las tres habituales», comenta su entrenador, Eduardo Celles, que llegó a olvidar la dolencia del de Barrica ante su progresión en el juego. «En el día a día debo reconocer que no nos centramos en proteger su pie, sino simplemente en buscar un swing compacto; yo creo que no lo cambiará nunca, porque es el que le da estabilidad y regularidad. A pesar de que en esa época la gente pensaba que era raro, hoy ha llegado a ser número uno mundial», remata orgulloso el profesor.
MIGUEL Á. BARBERO
«El pie zambo es una triple deformidad (equino, varo y supinado)», explica Del Corral sobre el de Rahm
«Le acortamos el swing para que fuera más compacto», dice su entrenador, Eduardo Celles