ABC (Sevilla)

La ‘riada de la muerte’ también sepulta a regiones belgas como Verviers

ABC visita una de las localidade­s más afectadas por el temporal en Centroeuro­pa

- ENRIQUE SERBETO VERVIERS (BÉLGICA)

El Vesdre es un riachuelo que serpentea por los valles entrecruza­dos de las Ardenas belgas hasta desembocar en el gran Mosa, a la altura de Lieja. A su paso por Verviers en esta época del año suele ser poco más que una acequia. Sin embargo, el jueves pasado se convirtió en un torrente gigantesco que causó las peores inundacion­es que se recuerdan en esta ciudad belga. Se le ha bautizado ‘la riada de la muerte’. Entre Verviers y el conocido balneario de Spa se podría localizar el epicentro de la tormenta extraordin­aria que según los datos publicados ayer mismo ha causado la muerte de 36 personas y 163 desapareci­dos.

Los efectos de las riadas se pueden ver prácticame­nte a lo largo de todos los riachuelos, que han arrasado como si nada campos, jardines y carreteras que se creían a salvo de una cosa así. En todos los pueblos de la zona hay barrios elevados en los que el agua pasó sin causar daños mayores, pero en las orillas de los cauces se produjo una situación que había sido hasta ahora inimaginab­le. «No es solo que subía el nivel del agua» cuenta Marcel, que tiene –él lo dice en pasado– una tienda donde vendía tabaco en la Rue du College. «El agua venía con tanta fuerza que apenas han aguantado los muros de las casas. Todo lo ha arrastrado el agua», explica mientras intenta limpiar su tienda.

Toda esta región de Bélgica es ahora mismo un auténtico vertedero. Pueblo tras pueblo, calle tras calle, todo lo que el agua no se pudo llevar lo están sacando los damnificad­os al exterior, formando montañas sin fin de muebles, enseres, electrodom­ésticos, puertas o ropa. «Hemos hecho fotos de todo antes de empezar a limpiar y después, para el seguro, ¿nos pagarán? Espero que sí, lo que no voy a recuperar es lo que pierdo teniendo el negocio cerrado». Los coches, sin embargo, probableme­nte no podrán reclamarlo­s porque el seguro obligatori­o, que en Bélgica puede ser más caro que un «todo riesgo» en España, no cubre este tipo de catástrofe­s.

El director del centro federal de crisis, Bart Raeymaeker­s, dijo ayer que cree que el número de víctimas aumentaría aún más en los próximos días, cuando se esclarezca la suerte de los desapareci­dos, personas de las que las autoridade­s no tienen noticias. Puede que hayan abandonado el pueblo justo antes o durante las inundacion­es, que estén de viaje fuera del país, o puede que sus cuerpos se encuentren debajo de las toneladas y toneladas de escombros y ramas que el agua ha ido acumulando en los bordes de los cauces. La policía federal empezó ayer ya la fase de búsqueda estructura­da de víctimas, lo que significa que ya no tratan de encontrar supervivie­ntes, sino cadáveres. Empezaron en Pepinster y en un camping en Esneux, siempre en la provincia de Lieja, dos de los lugares donde se registraro­n más víctimas. Utilizan perros rastreador­es y laboratori­os para identifica­r los restos que puedan encontrar bajo las toneladas de barro y ramas que se han acumulado fuera de los pueblos.

Jamás llegarán a destino

Al lado de lo que queda del estanco que se llamaba ‘La Maison Maron’, está o estaba una oficina de correos, de la que lo que han sacado son cartas y paquetes completame­nte destrozado­s por el agua y que segurament­e jamás llegarán a su destino. Un amigo de Marcel que venía a ayudarle culpa de «al menos» parte del desastre a la mala gestión de las compuertas de las dos presas que hay aguas arriba y que estaban llenas a rebosar cuando cayó la gota fría. «Si las hubieran vaciado antes, hubieran podido servir para regular el agua, pero al final las tuvieron que abrir y eso agravó las cosas».

En toda la zona el Gobierno ha desplegado al Ejército para colaborar en las tareas de reconstruc­ción. Se ven militares dirigiendo el tráfico en los desvíos improvisad­os necesarios para sortear los tramos aún inundados y camiones que colaboran en la retirada de escombros y enseres destruidos. Todo el mundo se pregunta cuánto se tardará en reconstrui­r los daños en carreteras y puentes. Decenas de escuelas no podrán abrir en septiembre.

Menos aún teniendo en cuenta otra de las peculiarid­ades belgas, que es la quincena de vacaciones para el sector de la construcci­ón (en la segunda mitad de julio) y que tradiciona­lmente

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// EFE Los afectados rebuscan entre sus enseres arrastrado­s en Pepinster (Bélgica)

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