ABC (Sevilla)

El Museo del Prado canoniza a Picasso: lo sitúa entre El Greco y Velázquez

Su ‘Busto de mujer 43’ se exhibe junto a ‘El bufón Calabacill­as’, del sevillano, y un grupo de retratos del cretense

- NATIVIDAD PULIDO MADRID

Picasso ya cuelga en el Prado, museo del que fue nombrado director el 19 de septiembre de 1936. Aunque aceptó el nombramien­to, nunca tomaría posesión formal del cargo. En la sala 9B del edificio Villanueva luce ‘Busto de mujer 43’ (pintado en un solo día, el 7 de octubre de 1943, en su estudio de la la rue des Grands-Augustins de París, donde pintó el ‘Guernica’), valorado en unos 8,5 millones de dólares. Es un depósito por cinco años, realizado por American Friends of the Prado Museum, Se lo donó la Aramont Art Collection de la familia Arango Montull. Pasados cinco años, se espera que, al igual que ocurrió con el ‘Retrato de Felipe III’ de Velázquez, acabará siendo donado al Prado.

Picasso no puede estar en mejor compañía. A un lado, Velázquez y ‘El bufón Calabacill­as’. Fue uno de los dos cuadros que Picasso copió, a los 14 años, en su cuaderno durante su primera visita al Prado en 1895 (el otro fue ‘Francisco Lezcano, el niño de Vallecas’). Los dibujos, realizados en lápiz de plomo, se hallan en el Museo Picasso de Barcelona. En 1897 Picasso se registró en el libro de copistas del Prado para estudiar la obra de Velázquez. Ese año copió también ‘La Anunciació­n’ de Murillo y una Venus de Tiziano. Decía Picasso que Velázquez «es de primera» y El Greco «tiene unas cabezas magníficas».

Un guiño a Arango

Al otro lado, retratos del Greco: ‘El caballero de la mano en el pecho’, ‘Jerónimo de Cevallos’... En la sala, además de las pinturas del Greco para el retablo de doña María de Aragón, hay un guiño a los donantes del Picasso (los herederos del hermano mayor de Plácido Arango): se exhibe ‘El Calvario’ de Luis Tristán, que donó Plácido Arango, quien fue presidente del Patronato de la pinacoteca.

Javier Solana, presidente del Patronato del Prado, no escondía ayer su felicidad y satisfacci­ón: «Es un día muy especial para mí, por muchas razones». Explica Solana que esta operación se hizo «con inteligenc­ia y el máximo cuidado. No queríamos ofender a nadie. Hubo conversaci­ones con la presidenta del Patronato del Reina Sofía, Ángeles González-Sinde. Fui ministro de Cultura y conozco muy bien la normativa». Un Real Decreto de 1995 establece la fecha del nacimiento de Picasso (1881) como límite del reparto de las coleccione­s entre el Prado y el Reina Sofía. La entrada de Picasso en el Prado se salta este Real Decreto, nunca derogado, pero que, según Solana y el director del Prado, Miguel Falomir, así como algunos patronos del museo consultado­s por ABC, quedó revocado por las Leyes del Prado y el Reina Sofía, de rango superior.

Falomir recuerda que, antes de aceptar el depósito del Picasso, llamó al Ministerio de Cultura y, tras consultar a la Abogacía del Estado, se dio luz

Miguel Falomir: «Picasso no es un capricho ni una ocurrencia del Prado, es una decisión irreprocha­ble»

Javier Portús: «No solo Velázquez ayuda a entender a Picasso, el arte moderno ilumina el pasado»

verde a la operación: «Ni el Prado ni el Ministerio de Cultura cometen actos ilegales, se han ajustado a la legalidad vigente». Niega que haya detrás de ello ningún plan o estrategia para arrebatarl­e el ‘Guernica’ al Reina Sofía («está allí maravillos­amente, no habrá ninguna reclamació­n del Prado»).

El donante, sagrado

«Picasso no es un capricho ni una ocurrencia para el Prado –dice–. Desde una perspectiv­a histórico-artística es irreprocha­ble. Visitó el museo, se empapó y copió a maestros como Velázquez, El Greco y Goya, que fueron determinan­tes en su concepción del arte. En su vejez estuvo obsesionad­o por ‘Las Meninas’, hizo numerosas versiones de este cuadro». Pero puntualiza: «Picasso no es el epílogo de la colección del XIX del Prado». En cuanto a si este Picasso podría acabar en otro museo español, como ya ocurrió con una obra de Juan Gris, donada por Douglas Cooper al Prado y que fue a parar al Reina Sofía, dice que «la voluntad del donante es sagrada».

A Javier Portús, jefe de Conservaci­ón de Pintura Española del Prado, ver a Picasso junto al Greco y Velázquez le resulta «absolutame­nte natural. No solo sirve para entender mejor a Picasso y de dónde viene parte de su arte, sino también para entender mejor al Greco y a Velázquez. Ahora nos parece normal el retrato de Calabacill­as, pero cuando se hizo era absolutame­nte inaudito que alguien posara sentado en el suelo y con esa postura. No sabes dónde tiene las piernas, su rostro está desenfocad­o. Picasso hace una distorsión parecida en sus retratos. Entiendes mejor lo que significa Velázquez». ¿Picasso ayuda a entender a Velázquez? «Sí. No solo lo digo yo. Antonio Saura, uno de los escritores de arte más inteligent­es que ha habido en España, decía que no solo el arte antiguo ayuda a entender el moderno, no solo Velázquez ayuda a entender a Picasso, sino que el arte moderno ilumina el pasado».

Javier Barón, jefe de Conservaci­ón de Pintura del XIX en el Prado, subraya que el lenguaje cubista y expresivo está en la matriz de este Picasso: «Hay violencia en el rostro, una dislocació­n de los senos; parece que la mujer tiene una trompa o un hocico, semeja a un animal». Existen, en su opinión, afinidades entre Picasso y los maestros del Prado: los fondos, las transparen­cias de la preparació­n; los negros, la composició­n perfectame­nte resuelta, una intensa presencia vital...

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// ISABEL PERMUY Miguel Falomir, ayer en el Prado. Tras él, obras de Velázquez, Picasso y El Greco (de izquierda a derecha)

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