ABC (Sevilla)

Hombres niño

- JACOBO SAUCEDO JIMÉNEZ

La movilidad y el botellón importan más que la salud. Tan es así, que se necesitan estados de alarma, confinamie­ntos y miles de policías para proteger a los ciudadanos de sí mismos. Esta es una lección que nos ha enseñado un virus que irrumpió entre nosotros resuelto a cuadrar las cuentas de la Seguridad Social. La responsabi­lidad individual se encuentra desapareci­da desde el comienzo de la pandemia, y hay común acuerdo en que todo lo que ocurre es achacable al político de turno. A esta mentira hay que sumar la mentira de la incidencia acumulada, un índice que, con la mitad de la población vacunada, refleja el peligro de hace un año, no el de hoy. Con estos mimbres, los gobernante­s se arrogan el derecho a tratarnos como ganado y los ciudadanos duermen tranquilos, pues el virus avanza y retrocede por culpa de Sánchez, Ayuso... No hay ciudadanos, solo hombres niño dependient­es de papá Estado. Nada tendría de extraño que apareciera un desalmado, con una ley de seguridad nacional en la mano, y un buen día amanezcamo­s siervos, súbditos, lacayos.

Estado democrátic­o. En «momentos críticos», aunque no se nos dice cuáles, el presidente del Gobierno podrá actuar plenipoten­ciariament­e, sin acudir al Congreso y por Real Decreto: movilizar personas o propiedade­s físicas o jurídicas; adjudicar contratos sin publicidad, es decir, «a dedo» y sin comunicar el uso de los recursos nacionales, lo cual anula la efectivida­d de la Ley de Transparen­cia. Todo por el bien común, pero exento de claridad, pues nunca sabremos el por qué ni el para qué de las actuacione­s. Lo peor de todo es que algunas de estas iniciativa­s se han llevado a cabo ya sin consecuenc­ias y a partir de ahora serían legítimas, pues, estarían respaldas por la legalidad.

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