De persona consumidora a persona ministerial
El titular de Consumo no acierta a explicar por qué sube la luz por encima de sus escudos sociales
Lo mismo que hay personas consumidoras –lo que en el franquismo eran consumidores, ahora reasignados y resignificados– hay personas ministeriales, unisex, como las peluquerías de barrio, conocidas por situarse en un estadio superior del gatuperio, desde el que desarrollan de forma sostenible la industria de la incoherencia. Como persona consumidora, lector de contadores de la pobreza energética, a Alberto Garzón se le entendía perfectamente cuando tachaba de indecente al Gobierno del PP por tolerar el incremento del precio de la electricidad, un alza que entonces atentaba contra los que menos tienen. Ayer, con el megavatio a más de cien euros, el más caro de los últimos veinte años, Garzón no tuvo palabras para confesar una preocupación que le dura ya más de un mes y para la que no encuentra consuelo, ni con un plato de tofu. Términos tan de la gente que menos tiene como «indecencia» y «atentado» –previos al «proponido» que marcó su transición de consumidor a ministro– dan paso a tecnicismos de la talla de un molinillo eólico, como «vectores», «tensionados», «componentes», «potencialidades» o «monitorización». Resignificado, como Cuelgamuros o una chuleta sintética, Garzón es la encarnación vegana del recibo de la luz. Se ha proponido que cada vez se le entienda mejor.