El Emperador Naruhito tratará de evitar la palabra «celebración» cuando declare inaugurados los Juegos
Tokio y la población también mira con recelo a los Juegos por otro aspecto relacionado con la salud: teme que el desarrollo del evento absorba los recursos médicos que demanda la última ola.
Pero no solo los japoneses dan la espalda a sus propios Juegos. Tampoco los principales patrocinadores del evento, que se debaten en dar imagen de sobriedad y solidaridad con la población y la caída del interés en su apuesta, ya que el hecho de ser a puerta cerrada obliga a replantear su estrategia de publicidad. La primera gran empresa asociada a los Juegos que tomó ese camino fue Toyota, que el lunes explicó que cancelaría en la televisión sus anuncios relacionados con Tokio 2020 y que su presidente Akio Toyoda no estaría presente en la ceremonia inaugural del viernes.
Otros patrocinadores
La misma decisión tomó ayer Panasonic, quien no enviará ejecutivos al acto del viernes. «Después de la prohibición de espectadores, llegamos a la conclusión de que solo deberíamos enviar a las sedes al personal que sea indispensable para operar los Juegos», dijo un representante de la empresa. Los altos ejecutivos de Fujitsu y el proveedor de telecomunicaciones NTT tampoco asistirán a la ceremonia del viernes, uniéndose al grupo de bebidas Asahi en su postura de alejarse de los Juegos y que no les afecte una más que posible publicidad negativa en caso de mantenerse junto al Gobierno y al COI.
Mientras tanto, los organizadores no ven el momento en el que el deporte tome la palabra y desvíe la atención de un evento que suma disgusto tras disgusto. Y no solo por culpa de la pandemia. También por las dimisiones que han afectado desde el anterior presidente del comité organizador, Yoshiro Mori, al director de la ceremonia Hiroshi Sasaki, pasando por el compositor Cornelius, quien presentó su renuncia a cinco días de la inauguración y por el ministro de deportes de Japón Hakubun Shimomura, cuando en los primeros pasos del ambicioso proyecto que presentó el país se vio envuelto en los casos de plagio del logo y en el rechazo absoluto al primer diseño del estadio.
Tras una agria polémica, el Comité Organizador se vio obligado a retirar el logotipo olímpico por su excesivo parecido con otros emblemas, lo que despertó acusaciones de plagio. Y en cuanto al estadio olímpico, el diseño de la prestigiosa arquitecta anglo-iraquí Zaha Hadid se vino abajo por su abultado presupuesto (unos 1.940 millones de euros por los 1.000 que ha costado el definitivo) y las burlas generalizadas entre el público por su diseño, que fue comparado con un casco de ciclista, un váter, un tanque o incluso un elefante blanco.