A Conde Pumpido, una vez más
Dice el refrán que rectificar es de sabios, pero hacerlo a medias no es precisamente un ejemplo de sabiduría, ni tampoco es de jurista de prestigio filtrar un borrador de voto particular de una sentencia, máxime cuando el que lo hace es una persona que ha alcanzado las mayores cotas en la judicatura y ha sido el Fiscal General del Estado que mayor tiempo ha ejercido dicho cargo constitucional. En este sentido, no sé que es peor, si insultar de una forma tan grosera a sus compañeros del TC por no asumir el voto mayoritario de una sentencia de manual, es decir, de declaración de ilegalidad del Estado de Alarma de Sánchez, o, en su caso, hacer lo segundo más grave tras cometer un delito de prevaricación por parte de un juez, y que es, sin duda, el de filtrar, de una forma tan impresentable, el contenido de su voto particular a los medios afines a este Gobierno tan alejado del respeto a la separación de poderes. Un Gobierno al que el señor Conde Pumpido le debe tanta lealtad que no ha tenido, a su edad y experiencia, ninguna objeción en arrastrar su prestigio por el lodo.
Cuando diez de cada cien infectados terminaban ingresados, la tasa de incidencia a 14 días anticipaba correctamente la saturación del sistema sanitario. Hoy, la relación entre infectados e ingresados es diez veces inferior gracias a las vacunas, pero la tasa de incidencia continúa midiendo el peligro como si el virus campara a sus anchas. Una tasa de 500 dibuja un riesgo muy grave, pero si miramos en derredor no alcanzamos a ver los estragos de tan alarmante augurio. Fallan las predicciones porque la realidad ha cambiado. Se alarma a la población, se recortan derechos y se perjudica a miles de pequeños empresarios por si acaso. Nuestros gobernantes no pueden evitar tratarnos como menores de edad: a las once en casa, no seas malo, hoy castigado. Y aun así salimos ganando, porque la pulsión del amo del presupuesto es hacer de España una granja con 47 millones de reses.