ABC (Sevilla)

Nostalgias de Velá

- ANTONIO BURGOS

A falta en la calle Betis de casetas este año tenemos que conformamo­s con la

Velá de la nostalgia

Afalta en la calle Betis de casetas que den con su trasera al río, en esto tan sevillano (y tan trianero) de que la ciudad viva de espaldas al Guadalquiv­ir que la hizo grande y universal, este año tenemos que conformamo­s con la Velá de la nostalgia o con las nostalgias de la Velá. Pasa un tranvía hacia Coria, quizá el último del día, porque ya están poniendo sillas en el Altozano delante del tablao donde se van a celebrar las actuacione­s de artistas y dicen que viene a presentar el espectácul­o un locutor muy popular de Radio Sevilla, Rafael Santisteba­n se llama. En ese tablao, pronto actuarán las niñas de la calle Fabié, y de la calle Febo, y del Corral del Cura que quieren ser artistas. Y vendrá, con gracia antigua, con sabor de Alameda y de Teatro Portela, la murga de Manolín con sus coplas y el pasillo de comedias de La Carlota: Manolín, Oliveira, Escalera, Pepineti. Y todo el Altozano coreará sus versos cuando canten: «Cuando se muera Escalera/van a decir los chiquillos/ahí va la chimenea/de la fábrica tornillos».

Frente, en el muelle de la otra orilla, donde ahora el monumento de Chillida, el pesquero «Catoria», de la matrícula de Vigo, carga sal en la fábrica

Fe de ratas de Barrera: va a hacerse a la mar en la próxima marea. Aún están las aguas del río tan quietas como cuando, al atardecer, se jugó la cucaña desde un lanchón de la Junta de Obras del Puerto, donde trabaja de marinero Fernando Silvestre, el que salvó a la grúa «Sonsoles».

Yo evoco ahora aquella Velá de los cacharrito­s y las calesitas en lo que era la explanada de la Plaza de Cuba. Una Velá que la llevan a pulso y sobre los pies, como si fuera el paso de La Estrella, Aurelio Murillo, «Don Urelio», en su botica del Altozano, y Zeppelín en su tienda de bicicletas de la calle Pureza, y Vicente Flores en su mesa de dominó de los zócalos de azulejos de la Peña Trianera, donde antes de la guerra, de la cruel guerra de Triana, estuvo la sede de la Unión Patriótica del general Primo de Rivera.

Y suenan cohetes, y hay en toda la calle, a la vera del río, un olor a los chorritos de las sardinas vivas, ¡viva!, y a puestos de avellanas verdes. Avellanas tan verdes como el agua del río que ya han cortado en Chapina y que nunca más amenazará con arriar el barrio y con sacar a los barcos del cauce y dejarlos sobre los muelles. Y los trianeros literalmen­te tiran la casa por la ventana, como un cuerno de la abundancia, que no falte de ná. En la Velá hay que cenar pollo y tirar los huesos por el balcón a la calle, y a quien le dé que perdone, para que se vea que en esta casa no remendamos de viejo.

Y todo es remotament­e antiguo. La calle Betis tiene algo de paseo de pueblo, bajo las bombillas de fiesta, con los saludos. Y viene desde Sanlúcar, como todas las tardes, el frescor de la marea. Y Triana se siente Triana a los pies de Señora Santa Ana en la catedral alfonsí, y hay quien todavía recuerda cuando por estas aguas se celebró el centenario de la Marina de Castilla y fue como una estampa de otro tiempo, los barcos de todos los países junto al Puerto Camaronero. Otros tiempos, pero la misma Triana en la nostalgia de su Velá. Triana, siempre Triana.

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