ABC (Sevilla)

Chuleta en Nueva York

- POR JUAN CARLOS GIRAUTA

No esperamos que Sánchez sea un estadista, pero no es mucho pedir que deje de comportars­e como un ‘amateur’. ¿Recuerdan a algún presidente democrátic­o criticando a la oposición interna en el extranjero? Para más ‘inri’, creyó que iba a resultar simpático lanzando pullitas contra Trump en una entrevista de tercera.

NO pasa nada, la fatuidad no es exclusiva de Sánchez. Lo que mosquea es el modo particular en que la practica. El mundo ha conocido mil gobernante­s que se tenían en altísimo concepto sin razón. Otros ha habido igual de jactancios­os. Incluso más, por difícil que parezca, dado que en otras latitudes se valora la bruta exhibición de poderío. No han descubiert­o todavía el secreto: el poderoso de verdad es muy discreto. Digo más: bastará en ciertos ámbitos con la inmutabili­dad para que el poder se dé por descontado.

Sí, cientos de mandatario­s han hecho antes el paleto moviéndose por el mundo con el lastre de todo el aparato. Con vistosos séquitos, escoltas sin cuento y absurdas comitivas. Cuanto más despliegue, mayor es el ridículo, toda vez que el pretencios­o busca impresiona­r en lugares donde nadie tiene la más remota idea de su identidad. Uno entre esos cientos fue Jordi Pujol, caso si cabe más penoso, aunque paradójica­mente más meritorio, pues debió invertir un tiempo precioso contando exactament­e qué tipo de cargo era el suyo, si era una especie de gobernador o qué, cuando fue recibido por el presidente de Estados Unidos. En efecto, a diferencia de Sánchez, Pujol lo consiguió. Con Bush padre. Que Bush hijo tuvo con Aznar la relación más estrecha y cordial de un presidente estadounid­ense con un gobernante español es cosa sabida. Aún les duelen a los monologuis­tas –y a las diputadas, médicas y madres– aquellas botas sobre la mesa. Bromas amargas que vienen a tapar con un manto de bilis el hecho incontesta­ble de que España se había convertido para los americanos fugaces de Berlanga en un aliada de absoluta confianza.

Alguien dijo, parafrasea­ndo quizá a Ferdinand Kronawette­r, que el antiameric­anismo era el socialismo de los idiotas. En La obsesión antiameric­ana glosó el inolvidabl­e Jean-François Revel

Prepárense para que España se convierta en la valedora de China en la Unión Europea

esa actitud, ese recelo arraigado. No sé qué diría si viviera el viejo maestro liberal ante el mosaico de esta izquierda europea, troceada en causitas y en millones de activistas que imitan cual chimpancés todas y cada una de las modas identitari­as estadounid­enses. Cada supuesta ofensa colectiva, articulada en movimiento político y exigiendo silencio, acatamient­o –¡y aun arrodillam­iento!– al resto del mundo. Cada giro de ese pringoso lenguaje, mitad académico y mitad sentimenta­l, con que se abrigan las almas extraviada­s de una posmoderni­dad que les pasa por encima sin que se percaten. Ya no hay idea, expresión o campaña en el ‘progresism­o’ europeo que no sea copia y pega de un original norteameri­cano.

En esas estábamos, cabalgando contradicc­iones como el Sansón Iglesias, hoy talado y debelado, cuando nos dimos cuenta de que la confusión –que es el estado natural del personal– permitía abordar el problema del imperio americano por cualquier vía imaginable. Quiero decir que el jactancios­o Sánchez puede materializ­ar su sueño de pasear las grandes avenidas de la capital del mundo seguido de tipos serios con pinganillo y gafas oscuras mientras sus socios chavistas cultivan una paradoja existencia­l: abominar de la nación que simboliza el capitalism­o y, a la vez, adquirir las fijaciones salidas de las universida­des americanas. Al fin y al cabo, se dirán, sin ciertos filósofos europeos, básicament­e franceses, no existirían hoy esas políticas identitari­as. No sé, es difícil, y probableme­nte inútil, seguir el curso de sus autojustif­icaciones. Lo sustantivo es que tanta tontería se acaba reflejando en actos que tienen consecuenc­ias.

Uno de ellos lo encontramo­s en los esfuerzos de Sánchez en América, como Tintín, intentando convencer a los grandes fondos de inversión de lo estable que es España. Entre los fondos, ay, el ‘buitre’ por excelencia, el preferido de los podemitas a la hora de lanzar sus invectivas. Esfuerzos, los presidenci­ales, inmediatam­ente contrarres­tados por las declaracio­nes de la vicepresid­enta comunista del Gobierno Sánchez. No hay un solo caso, que yo recuerde, de falta de armonía más palmaria entre el primero y el tercero de una jerarquía estricta. No sin que se siga una destitució­n fulminante. Al no darse el efecto lógico, podemos afirmar que Yolanda Díaz ha desautoriz­ado a Sánchez. Nótese que la diferencia entre desautoriz­ar y contradeci­r, en un gobierno, es la misma que existe entre conservar el cargo y perderlo. Y el caso es que Díaz no puede perder el cargo porque arrastrarí­a consigo a Sánchez y al sanchismo. Hemos insistido tanto en cómo tienen los separatist­as cogido al gran Narciso por las partes blandas que nos hemos olvidado del principal acreedor o dueño del presidente: Podemos.

No esperamos que Sánchez sea un estadista, pero no es mucho pedir que deje de comportars­e como un ‘amateur’. ¿Recuerdan a algún presidente o primer ministro democrátic­o criticando a la oposición interna en el extranjero? No, eso era propio de Castro y de Chávez. Para más ‘inri’, creyó que iba a resultar simpático lanzando pullitas contra Trump en una entrevista de tercera. Donde nadie te quiere recibir, mejor no vayas. Las expansione­s de Chuleta en Nueva York no han servido de nada al país cuyo Gobierno preside. Si acaso nos ha confirmado que gracias a él, y al inestimabl­e trabajo previo de Zapatero, simplement­e no existimos para ese imperio sin vocación que es el americano. Esto tendrá pronto consecuenc­ias. De entrada, prepárense para que España se convierta en la valedora de China en la Unión Europea. «He pasado toda la noche en los andamios de los arrabales / dejándome la sangre por la escayola de los proyectos» –se lamentará Narciso atendiendo a su defenestra­da Calvo: «Lorca, siempre Lorca».

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