«Solo desde los clásicos se entiende la mirada contemporánea»
La intérprete sevillana pisa por vez primera la arena del Teatro Romano de Mérida con la obra ‘Hipatia’
Los actores españoles tienen, en su lista de cosas para hacer al menos una vez en su vida, pisar el escenario del Teatro Romano de Mérida. Es, lo confiesan todos los que lo han hecho, una sensación diferente. Y eso es lo que le ha ocurrido a Paula Iwasaki (Sevilla, 1990), que estos días encarna sobre las milenarias piedras a una legendaria mujer: la filósofa y matemática alejandrina Hipatia. Paula, curtida en experiencias como la Joven Compañía de Teatro Clásico, de cuya cuarta promoción formó parte, tiene una mirada al tiempo sonriente y aventurera, más si cabe todavía en estos días de bautizo emeritense.
—¿Qué supone trabajar en este teatro? Los que lo han pisado hablan de una energía diferente.
—Este mismo espectáculo, contando la misma historia y con las mismas interpretaciones, no resultaría igual si lo hiciéramos, por ejemplo, en el Matadero, en Madrid. Hay algo como de conjuro en el hecho de hacerlo aquí en Mérida. Si se trata de rescatar la memoria de Hipatia y rendirle homenaje, no existe un lugar mejor que el Teatro Romano. Tengo una sensación parecida a la que tuve cuando interpreté ‘¡Ay, Carmela!’ en Belchite; la sensación de que trasciende el hecho teatral y se convierte en algo mágico.
—¿Y cómo influye eso en la interpretación, de forma inconsciente?
—Los espacios tienen una energía que te arrastra y que, sin tú haberlo pensado previamente, te hace utilizar una expresividad desconocida que no habías previsto.
—Cuando se encarna a personajes históricos, un actor cuenta con muchos caminos para conocerlos al margen del texto, aunque sobre ‘Hipatia’ haya muchas sombras. ¿Dónde la ha buscado usted?
—Cuando me llamaron para hacer este papel leí e investigué. Descubro a la científica leyendo sobre ella, pero encuentro su lado más humano cuando empiezo a ensayar, porque tengo las miradas de mis compañeros, sus réplicas, sus tonos de voz... Siento esa brusquedad, esa violencia, ese terror que debió de sentir a pesar de mantenerse entera y estar dispuesta a morir por sus ideales... Y siento la duda que ella debió de sentir. Es precioso ver dudar a un personaje tan entero y al que la Historia ha querido mantener como una mártir de sus creencias, pero desde un lugar tan científico y racional. Pero estas personas tan firmes en sus ideas también tenían sus grietas, también se quebraban y se atemorizaban.
—Cuando se tiene en las manos a dos personajes tan distintos como la Julia de ‘Castelvines y Monteses’, con el que acaba de estar en Almagro, y esta Hipatia, ¿se permean de alguna manera?
—Yo creo que sí, y eso es lo precioso de esta profesión: que tantas sensibilidades distintas pasen por nuestra sensibilidad; por nuestro cuerpo, nuestra piel, nuestro estómago; no prevés esos puntos de conexión, pero al pasar por ti sí se genera una permeabilidad entre ellos. El cuerpo se protege y reserva parcelas y espacios para cada uno de ellos, pero hay una corriente que cruza entre personajes.
—Con la perspectiva que tiene ahora, ¿qué le ha aportado su paso por la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico?
—Es el pilar de mi carrera; mi manera de afrontar o comprender los textos pasa por un análisis exhaustivo de la palabra, que quizás no sería tan fundamental para mí si no hubiese pasado por la disciplina de la
Joven. Además, me hace ser consciente de la importancia de los clásicos. Se dice que hay que rescatarlos y actualizarlos, pero yo realmente lo siento como una obligación. Y solo desde los clásicos podemos comprender la sensibilidad y la mirada contemporánea.
—Durante la pandemia se repite como un mantra que la cultura es más necesaria que nunca.
—Cuando hay miedo o incertidumbre, el ser humano necesita consuelo, y la cultura otorga ese consuelo porque ofrece rendijas por las que respirar, y lanza preguntas, propone miradas diferentes, propone soluciones... Nos hace reflexionar. ¿Cómo no va a ser necesaria? Para descansar de nuestra realidad, para preguntarnos lo que no somos capaces de preguntar hasta que lo vemos reflejado en otra historia...
—Los personajes influyen en los intérpretes, evidentemente, ¿pero lo hacen de forma consciente?
—Su influencia es absoluta. Durante un tiempo muy intenso le estás dando al personaje tu alma, tus emociones. Se produce una encarnación que sale de ti y el personaje se queda en ti. Probablemente, es inconsciente, y la conciencia la adquieres con el tiempo... Como cuando nos enamoramos; no sabemos poner en palabras lo que nos está sucediendo. Con los personajes ocurre algo similar. El que más influencia ha tenido en mí ha sido Carmela (de la obra de Sanchis Sinisterra); he crecido con él, me he formado con él y lo he representado durante ocho años ininterrumpidos. Mi Carmela ahora sería totalmente distinta... Con el mismo punto de partida, pero con todas las capas de las vivencias y las experiencias que he tenido. Me gustaría creer que en mí hay un poco la confluencia de todos esos personajes.
«Es el pilar de mi carrera. Siento
como una obligación rescatar y actualizar los clásicos»
«Les das tu alma, tus emociones. Se produce una encarnación y el personaje se queda en ti»