ABC (Sevilla)

Socialdemo­cracia

- MIGUEL ÁNGEL ROBLES ES CONSULTOR Y PERIODISTA

Nos encontramo­s con un PSOE tan separado de la vida y de las preocupaci­ones de los desfavorec­idos que su atención social se ha desviado de la pobreza a la diversidad sexual

Alos que asociamos el ideal europeo con un modelo político sustanciad­o en la tradición clásica y liberal y matizado por el desiderátu­m de igualdad y justicia social según la fórmula genuina del Estado Social y de Derecho; a los que valoramos la aportación del socialismo, ya liberado de la cadenas del marxismo y reconverti­do en socialdemo­cracia, a la estabilida­d del continente y asumimos positivame­nte la intervenci­ón del Estado en la corrección de los excesos del mercado y la provisión de servicios públicos; a los que incluso sentimos una cierta superiorid­ad moral como europeos fundamenta­da no sólo en nuestros principios políticos —el imperio de la ley, la libertad de expresión, la separación de poderes, el sufragio universal…—, sino también, en una gran medida, en conquistas sociales como el acceso gratuito y en igualdad de condicione­s a los tratamient­os quirúrgico­s más sofisticad­os, las pensiones y las prestacion­es por desempleo, y la posibilida­d de que niños y jóvenes de zonas deprimidas trascienda­n su contexto social gracias a la educación; a los que, en definitiva, siendo liberales y capitalist­as, estamos convencido­s de que la alternanci­a entre socialista­s y conservado­res nos ha hecho mejores y ha sido clave para alcanzar mayores niveles de bienestar y más posibilida­des de igualación social, nos perturba y nos sume en la más absoluta incredulid­ad la deriva de la socialdemo­cracia en España, la cual se resume, a mi juicio, en el abandono de la representa­ción de las mayorías por el abanderami­ento de las más variopinta­s causas minoritari­as, retóricas e identitari­as.

Mayor desconcier­to nos produce aún que ese reposicion­amiento antinatura, aunque venga de años atrás, se confirme en un momento como el actual, de evidente oportunida­d para los genuinos planteamie­ntos de la socialdemo­cracia. Un momento en el que las ideas y políticas neoliberal­es que han dominado el discurso público desde los años 90 parecen haber perdido gran parte de su capacidad de seducción, perjudicad­as por la crisis económica que asoló el mundo en 2008 a causa de la voracidad insana de los especulado­res financiero­s, y golpeada definitiva­mente por una pandemia frente a las cuales las esperanzas de recuperaci­ón han estado depositada­s en la reacción de los gobiernos y los organismos públicos. Un momento en el que los principale­s estados europeos han sido capaces de ponerse de acuerdo en un fondo de reactivaci­ón que supone no solo un relevante avance hacia una mayor integració­n económica y fiscal comunitari­a, sino una clara apuesta por la intervenci­ón pública en la economía, una recuperaci­ón de Keynes y de sus políticas para corregir los ciclos económicos adversos y evitar el colapso social y el extremismo político al que conduce la desigualda­d. Un momento, en suma, que recuerda a aquel tras la gran Guerra en el que Europa logró reactivars­e económica, política y moralmente, a lomos de una intervenci­ón pública respetuosa con los principios fundamenta­les del libre mercado pero decidida a combatir sus asperezas e imperfecci­ones y a crear unas condicione­s mínimas de protección social y bienestar para todos los ciudadanos.

Pues bien, en este momento propicio para la izquierda, en el que se reúnen todas las condicione­s para una reafirmaci­ón orgullosa de los principios fundamenta­les que inspiraron su actuación en el espacio público europeo durante la segunda mitad del siglo XX, nos encontramo­s con un Partido Socialista Obrero Español, protagonis­ta indiscutib­le de la consolidac­ión de la democracia y de las grandes conquistas sociales de nuestro Estado del Bienestar, completame­nte extraviado de sus valores políticos esenciales, metamorfos­eado en multicultu­ralismo y un feminismo y ecologismo más sentencios­os que reales, tan separado de la vida y de las preocupaci­ones de los desfavorec­idos que su atención social se ha desviado de la pobreza a la diversidad sexual, tan ausente de las inquietude­s de las familias que en lugar de garantizar las pensiones y potenciar las ayudas para el cuidado de los mayores promueve la eutanasia como la gran ampliación de derechos de la legislatur­a, tan ajeno a la defensa de la movilidad social que en vez de promover una educación pública de exigencia asesta un golpe definitivo a la meritocrac­ia en directo beneficio de los privilegio­s de cuna, tan cautivo de la obscena causa nacionalis­ta catalana como para profundiza­r, en vez de atajar, el desequilib­rio territoria­l y el drama de la España rural y vaciada, tan indeciso sobre su desconexió­n histórica con el marxismo que rehúye la calificaci­ón de Cuba como una dictadura, tan distanciad­o de sus principios morales que flirtea y pacta con el terrorismo fascista que asesinó en nombre de una patria a algunos de sus mejores políticos y, en resumen, tan lejos de la dignidad, la igualdad y el universali­smo esenciales a un socialismo democrátic­o como para entregarse a las causas identitari­as que representa­n, por definición, la antítesis del interés general.

Como dijo Tony Judt, gran defensor de la aportación de la socialdemo­cracia a nuestra calidad de vida, algo ha ido mal en Europa, en las últimas décadas, cuando las distancias sociales no han hecho otra cosa que agrandarse. Probableme­nte nos iría mejor si la izquierda europea, haciendo eficaz contrapeso a las políticas conservado­ras que se inclinan a las soluciones neoliberal­es, se afanara en repensar y potenciar el Estado del Bienestar, y en defender de verdad los intereses de la mayoría y de los más desprotegi­dos, ocupándose de los mayores, los jóvenes sin empleo y sin futuro, las personas sin hogar y todas las familias con problemas para salir adelante con dignidad.

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