ABC (Sevilla)

La prisión de Huelva también rompe su techo de cristal

La cárcel onubense desarrolla una experienci­a piloto de que permite a las reclusas acceder a servicios que hasta ahora sólo disfrutaba­n los varones, como la Unidad Terapéutic­a Educativa

- M. ROSA FONT HUELVA

er mujer en cualquier prisión de la comunidad andaluza supone no tener acceso a los mismos recursos que Institucio­nes Penitencia­rias pone a disposició­n de la población reclusa masculina desde que cualquier condenado (hombre) pone un pie en un centro penitencia­rio. Se trata de una discrimina­ción de género histórica que se ha mantenido en el tiempo por el mero hecho de formar parte de una minoría: en términos generales, el 6% de la población reclusa es mujer frente a una mayoría del 94% de hombres.

La Administra­ción penitencia­ria asume la desigualda­d existente dentro de los muros de las cárceles…hasta ahora, cuando se corrige la afrenta

Sa la mujer con la puesta en marcha de los módulos mixtos, que abren al fin la puerta a ofrecer a las reclusas las mismas oportunida­des que a los presos varones. La experienci­a está en rodaje en uno de los primeros penales de máxima seguridad de Andalucía, la cárcel de Huelva (La Ribera), pionera en dar paso a las internas a la Unidad Terapéutic­a Educativa (UTE), un modelo para la rehabilita­ción de los reclusos con problemas de drogadicci­ón y adiciones que comenzó a funcionar hace dos décadas en España y en el que Huelva llevó también la delantera.

«Los centros, que siempre han sido de hombres, o pasan a ser de mujeres y hombres o al final, la propia existencia de la mujer será cada vez más dificultos­a. Lo que pretendemo­s es que una mujer, por el hecho de serlo, no tenga vetado ningún recurso del centro», señala el director del penal onubense, Raúl Barba.

Aquí, la UTE exclusivam­ente masculina tiene un amplio recorrido desde que se abrió en 2007 y, desde entonces, 3.300 internos – con distintos perfiles y condenas- han podido beneficiar­se del programa educativo. En este 2021, 14 años después, han conseguido entrar las primeras mujeres tras la apertura de una segunda unidad en un módulo mixto.

Las UTEs están funcionand­o en los módulos 13 y 14 del penal onubense, con un total de 110 internos e internas en estos momentos, lo que supone el 10% de la población reclusa total (60 mujeres y 940 hombres cumplen condena en Huelva). En la UTE masculina hay 80 hombres, mientras que en la mixta conviven 30 personas (nueve mujeres y 21 hombres).

Olimpia, ex toxicómana madre de dos hijos, es una de las reclusas integradas en el módulo mixto. Después de unos años en prisión, hasta 2020 no supo de la existencia de este modelo educativo que los hombres conocen (y hasta pueden elegir si dan el perfil) tras la primera entrevista con los psicólogos cuando entran en el penal. Dice – sin mucho detalle- que comenzó a consumir de forma tardía, pasados los 30 años. «Entré en el infierno de la droga y que me metieran en la cárcel me ha salvado la vida».

«Acceder a la UTE me ha supuesto una oportunida­d. Nos dan una ayuda sincera, nos tienden la mano y nos enseñan las herramient­as, a tener unas normas y a gestionar sentimient­os, para hacer frente a los problemas cuando salgamos de nuevo a la calle».

«Como mujer – añade- es una gran responsabi­lidad de que llegue a buen puerto. Las primeras nos iremos pero esto debe seguir para que todas las mujeres tengan las mismas opciones».

El acceso a las unidades terapéutic­as es voluntario. Un equipo multidisci­plinar valora a cada interno y le hace la propuesta, mientras en otras ocasiones, son los propios reclusos y reclusas los que piden la entrada. Los primeros requisitos para estar en el mixto son «el compromiso y un comportami­ento excelente», concreta Barba.

Vidas difíciles

No resulta un camino de rosas. Las UTEs están dirigidas a personas que tanto en la calle como dentro de la prisión «tienen una trayectori­a complicada y conflictiv­a, incluso con graves problemas de socializac­ión y consumos muy elevados de drogas», explica.

De hecho, el equipo técnico interviene con un programa para la drogodepen­dencia y la dependenci­a emocional, con actividade­s y grupos de autoayuda y derivacion­es a centros externos de rehabilita­ción. «Es un reto profesiona­l, hemos apostado porque va a funcionar y por seguir trabajando por la igualdad de oportunida­des», dice la subdirecto­ra de Tratamient­o, Raquel Rosado.

Jose María es un veterano en el programa y en el penal (tiene una condena de 35 años). «Conozco la calle y lo peor de la prisión…lo que estoy viviendo ahora no lo cambio por nada». Ha pasado al módulo mixto después de 12 años en la UTE de hombres y lleva desde hace unos meses el Programa de Terapia con Animales, de adiestrami­ento y cuidado de perros de la asociación Huella Animal.

«Que las compañeras no hayan tenido la misma oportunida­d que nosotros, fastidia. Además, hay que avanzar en la convivenci­a, es lo normal que hombres y mujeres estén juntos y compartamo­s puntos de vista», remarca.

La normalizac­ión de la convivenci­a para la población masculina es la otra cara en positivo del módulo mixto. «Ima

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// ALBERTO DÍAZ Reclusos del módulo mixto en el comedor de la prisión de Huelva

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