Pascual Collado
rias» pasadas en Francia, y afirma que no va a valorar la Ley de Memoria Democrática como «víctima», porque la «víctima directa» fue su madre. Sea como sea, ella «jamás guardó ningún rencor, decía que lo peor que podía pasarle a España era una guerra civil. Llegó a confesarse al cura por haber podido sentir algo de resentimiento, aunque yo sé que nunca lo tuvo. De hecho, no me reprochó nada cuando tomé posesión como diputado en Cortes del PSOE tras las primeras elecciones democráticas. Ella lo asumió todo con resignación, como una consecuencia del desastre de España».
La ley de marras, opina, «es una impostura histórica: parte de un supuesto enfrentamiento entre el totalitarismo y una República democrática cuando es sabido que fue un enfrentamiento entre fascismo y comunismo». Por eso, «no se puede olvidar que en los dos bandos hubo criminales y santos, o que, cuando empezaron las matanzas en Madrid, muchos republicanos como Clara Campoamor, Menéndez Pidal o Juan Ramón Jiménez salieron hacia el exilio. O que Rafael Alberti, con su mono de miliciano, escribía en prensa recomendando a quién había que dar el ‘paseíllo’. Eso es memoria histórica».
«Odios guerracivilistas»
«Y lo peor de la ley», añade, «es que trata de resucitar los peores odios guerracivilistas porque el enfrentamiento renta electoralmente». Lazo contrapone el espíritu de lo aprobado el martes por el Consejo de Ministros con el «espíritu de la Transición, el mismo que esta norma trata de dinamitar conscientemente». Tanto que el hecho de que haya un fiscal de sala para velar por esta ley le parece una suerte de «Tribunal de Orden Público para juzgar los delitos de lo que el Gobierno cree que es la memoria histórica». Y es por eso que «hay que desobedecerla, por retrógrada; que pase como con otras leyes imposibles. Que el profesor y el historiador trabajen siempre con libertad de conciencia».