Los ‘Laurent Simons’ españoles que llegaron a la Universidad con 16
A los alumnos con altas capacidades a menudo se les adelanta de curso, aunque muchos pasan inadvertidos para las instituciones. Carlos y Andrés son dos que se mueven con pericia entre letras y números
ANDREA MUÑOZ os profesores de Carlos Vilés se dieron cuenta de sus altas capacidades en su primer año de Infantil. Este joven barcelonés, que hoy tiene 21 años, se tragó una espina en el comedor del colegio y le llevaron a la enfermería. Allí le dieron un cuento para distraerle durante la cura y todo el mundo se quedó boquiabierto cuando lo abrió y comenzó a leer en voz alta. Tenía solo 3 años, y fue a partir de ese momento en el que su vida cambió para siempre. Cuando finalizaron las clases en junio, el equipo directivo comunicó a la familia que no pasaría al siguiente curso, sino que comenzaría en septiembre en la clase de los niños de 5 años. «Fue un caso excepcional, normalmente a quien pasan de curso es en Primaria o en Secundaria, pero nunca el primer año de colegio», aclara Vilés.
Como el niño superdotado holandés que ha acaparado estos días todos los flashes, Laurent Simons, porque con solo 11 años se ha graduado en Física en 9 meses, también Vilés se aburría mientras sus compañeros dormían la siesta. «Me parecía una pérdida de tiempo, yo quería leer, dibujar o hacer cualquier otra actividad, no dormir». Pasaron los años y comenzó el instituto. En ese momento, que era más «consciente» de la situación, veía que no estaba en las mismas condiciones que sus compañeros. «Ellos tardaban una hora en hacer un ejercicio que yo resolvía en diez minutos», explica el barcelonés. Es por eso que desde el instituto ni siquiera esperaron a que finalizara el curso para adelantarle de segundo a cuarto de la ESO.
De esta manera Carlos se convirtió en universitario con 16 años. Entró en el grado de Ingeniería Civil en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), con una nota en la Selectividad de 13,13, una de las más altas de la comunidad. En cuanto a esa etapa universitaria, recuerda que sus compañeros no se enteraron de que era dos años más pequeño hasta que le fueron a hacer una entrevista a la facultad. Confiesa que
Lnunca se ha sentido desplazado y que ha vivido una adolescencia como la de un chaval cualquiera, con la diferencia de que sus amigos eran un poco más mayores que él. Sin embargo, sí cree que algunas veces la gente tiene prejuicios sobre las personas con altas capacidades. «He llegado a escuchar frases como: ‘Mira que este es muy listo y lo sabe todo’. Lo cierto es que yo también me esfuerzo mucho por conseguir logros», reconoce. Actualmente acaba de terminar el primer año del máster en Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos de la UPC.
Por otro lado, para este veinteañero tener un cociente intelectual alto es una mezcla entre condición genética y trabajo. «En mi opinión es una combinación de ambas, hay gente que por ‘herencia’ puede ser así, pero no es suficiente, también hay que ejercitarlo», recalca Vilés.
Capacidades «distintas»
El caso de Andrés Ramírez, natural de Reus (Tarragona), es muy similar al de Carlos. Aunque él prefiere no utilizar el término altas capacidades para denominar su condición. «Me parece un poco engañosa la manera de nombrarlo. Todo el mundo tiene capacidades y las de cada persona son distintas. Yo soy un inútil para algunas cosas», bromea.
Desde muy pequeño le resultaban tediosas las clases y pidió «ayuda» a
Bioquímico y biotecnólogo
Trayectoria académica Se saltó dos cursos. Acabó el Bachillerato con una media de 9,5. Entró en la universidad en 2009, con 16 años. Estudió dos grados de manera simultánea: Bioquímica y Biología Molecular y Biotecnología, en los que obtuvo también más de un 9 de nota media. Actualmente vive en Estados Unidos y está a días de defender su tesis doctoral. Le gustaría volver a España si encuentra un laboratorio adecuado para seguir con los estudios posdoctorales.
sus padres para dar con una solución a su problema. Fue entonces cuando el centro decidió que lo mejor para su futuro era saltarse quinto de Primaria y pasar directamente al último curso. «Mientras estaba en cuarto ya asistía a algunas clases de quinto», rememora. Echa la vista atrás y revive el momento en el que los profesores le pedían que corrigiese ejercicios de sus compañeros. «Había dos filas, en una te corregía el tutor y en otra yo», afirma, nostálgico.
Cuando pasó a la enseñanza Secundaria también le pasaron de primero a tercero directamente, pero esta vez no fue tan fácil de conseguir. «Tuvimos que lucharlo mucho. El instituto