ABC (Sevilla)

Las españolas más mayores

- CARLOS TRISTÁN

Beatriz Ferrer-Salat (hípica), 50.

María Luisa Peña (tiro), 49.

M. Pilar Fernández (tiro), 46.

Pilar Lucrecia (Hípica), 43.

M. Teresa Fdez. (tiro con arco), 43. monopatín. Su imagen –pelo largo, mechas california­nas, cuerpo menudo, ojos rasgados– se ha hecho muy popular entre los aficionado­s y las grandes marcas deportivas se frotan las manos pensando en sus posibilida­des publicitar­ias. Sin embargo, el sueño olímpico (y algo más) estuvo a punto de torcerse el 2 de junio de 2020, cuando se cayó entrenando en California, aterrizó mal sobre la rampa y se rompió el cráneo y los huesos de la mano izquierda. Días después, publicó en

Instagram el vídeo de su trompazo y una fotografía suya, con el ojo morado, en la cama del hospital. Su mensaje, lleno de emoticonos retadores (fuego, puño cerrado, rayos), anunciaba su decisión de volver «aún más fuerte y aún más dura». El retraso de los Juegos Olímpicos le ha venido de perlas. Cuando se disponga a deslizarse por el parque urbano de Ariake, sede de la competició­n de skate, la británica Sky Brown, nacida el 7 de julio de 2008, habrá cumplido ya los trece años.

Lo deciden las federacion­es

Son las federacion­es internacio­nales las que marcan la edad mínima para competir. Muchas exigen que los atletas olímpicos hayan cumplido al menos 16 años, aunque en algunos casos, como en el tenis de mesa, no hay rango alguno y por eso en Tokio coinciden Hend Zaza (12) y la luxemburgu­esa Li Xialian (58). En la pista de skate, al lado de Sky Brown se ajustará el casco la coruñesa Julia Benedetti, de 16. Julia acaba de terminar primero de Bachillera­to en el colegio Santa María del Mar y se dispone a vivir una experienci­a insólita, para asombro de sus compañeros de clase. «Me dicen que qué guay», sonríe. Julia habla con la frescura de una chica que hace apenas dos años solo pensaba en jugar con su monopatín y que ahora se ve cogiendo un vuelo a Japón para participar en unos Juegos Olímpicos: «Quiero divertirme. Y creo que eso debería ser así en todos los casos. Antes que para ganar una medalla o lo que sea, los deportes deberían ser para pasárselo bien».

Quizá, como apunta Benedetti, la diversión sea la clave para que la infancia del atleta no acabe consumiénd­ose en la pira de la alta competició­n. Sonia Fernández, olímpica en saltos de trampolín con 13 años, reconoce que practicar deporte tan joven a ese nivel tiene ventajas e inconvenie­ntes: «Te da disciplina, autoexigen­cia, mentalidad de superación…, pero pierdes amistades», confiesa. Estudió ICADE, Económicas y Empresaria­les, y no quiso que sus hijos se apuntaran a hacer saltos: «El sacrificio no compensa. Lo que pierdes y lo que sacrificas con lo que recibes, al menos en el deporte amateur. Yo he visto gente muy buena, varias veces olímpicos, a los que luego han dejado tirados. Por eso en mi casa siempre tuvimos claro que lo primero eran los estudios». Con independen­cia de cómo le vaya en Tokio, Benedetti parece seguir el consejo de Sonia: le tiran las ciencias y quiere hacer una Ingeniería. El monopatín continuará siendo lo que siempre fue para ella: un divertimen­to. ra, quizá, la cita más especial de la extensa trayectori­a de Uchimura, al que pocos logros se le han resistido a lo largo de su carrera. Dueño y señor de la competició­n de 2009 a 2016, siete veces medallista olímpico –oro en Londres 2012 y en Río 2016–, y otras 19 veces medallista mundial, Tokio era la competició­n marcada en rojo en el calendario. Porque el deporte, a veces, tiene mucho más que ver con lo sentimenta­l que con lo deportivo, y coronarse con el oro en los Juegos de tu propio país hubiera sido lo máximo para el que muchos consideran el mejor gimnasta de la historia. Sin embargo, el deporte no siempre permite escribir este tipo de episodios.

Una inoportuna caída acabó con Uchimura despidiénd­ose ayer de su metal más preciado. «Hoy sentí que ya no soy necesario», diría después. El rey Kohei, como es conocido entre sus compatriot­as, había renunciado a competir por equipos al considerar que su edad, 32 años, podía ir en detrimento de sus compañeros. Se quiso centrar en el ejercicio de barra, al que se presentaba con la ambición de hacer «el ejercicio perfecto». Y estuvo cerca, de hecho, pero al final del programa, en un desplazami­ento sobre la barra con doble giro, se le soltó una mano y cayó al suelo. El final más triste.

«He entrenado mucho y el resultado ha sido este. Estoy desesperad­o, ya no tengo la habilidad para sacar lo que he practicado como podía hacer antes. Yo podía sacar lo mejor cuanto más importante era la competició­n, pero ya no puedo», lamentó. Sí descartó su retirada, por lo que en unos meses podrá redimirse en el Mundial que, como los Juegos, se celebrará en Tokio.

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// EFE Sky Brown, de 13 años
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// REUTERS Uchimura, tras la caída

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