ABC (Sevilla)

Superman

- SALVADOR SOSTRES ALBERTO GARCÍA REYES

—Señor Segura, aquí estamos. Como cada año.

—Como cada año, no. Hoy me pilla en calzoncill­os.

—¿Qué le ha pasado?

—Se fastidió el aire.

—Esto es dramático. ¿Y qué hace?

—Pues beber agua y sudar.

—Hace un año salió en calzoncill­os en la portada de Fotogramas. ¿No será que le gusta exhibirse?

—Es que me quisieron fotografia­r con traje, en plan ‘director importante’, y no me veía. Creo que es mejor reírse de uno mismo.

—Los Torrentes y sus comedias familiares tienen en común que sólo con usted podían no ser vulgares y mantener el interés.

—Pues me alegra que lo digas tú porque si lo dijera yo parecería un pedante y un gañán.

—Usted habrá sufrido el cine familiar.

—Como todos los padres. A veces voy al cine con mis hijas y el único que aguanta despierto soy yo.

—Andarán cansadas, ¡con lo que las hace trabajar!

—No, no, es que hay pelis muy flojas. Y si se duermen las despierto y les digo: «¡aquí, a sufrir todos!».

—¿Cómo llevan ser actrices?

—A la pequeña, lo que más le gusta es perder colegio y a la mayor es lo que más le preocupa. Además, la mayor, empieza a preguntarm­e qué va a tener que decir o hacer en la próxima película.

—Precisamen­te mi hija me ha mandado que le pregunte si habrá ‘Padre no hay más que uno, 3’.

—Espero que el año que viene. Pero mientras pensábamos en la mejor tercera parte posible, surgió la oportunida­d de rodar ‘A todo tren’.

—Una película francesa.

—Antena 3 había comprado los derechos y nos ofreció hacer un ‘remake’. Lo mejor para hacer ‘remakes’ es que la película original no te guste demasiado.

—No empezamos bien.

—Es que si te gusta mucho, el ‘remake’ es imposible. A mí Pedro Masó me ofreció hacer el ‘remake’ de ‘Atraco a las 3’.

—«No puedo, señor Masó».

—Claro que no podía, si ya la película original era perfecta.

—«Usted va a poder hacer lo que yo le diga».

—Me lo dijo así muy serio pero no pude. Lo hizo con otro director y no le fue demasiado bien.

—Pero oiga, la película francesa aún no se ha estrenado.

—Es verdad, ‘A todo tren’ quizás sea el primer ‘remake’ que se estrena antes que el original.

—¿Hace comedias familiares porque si hoy rodara ‘Torrente’ le denunciarí­an?

—Mi intención es la comedia, no el agravio. No sé si hoy rodaría Torrente. Pero no me gusta que ‘borremos’ el cine de otras épocas porque salen escenas o conceptos que en nuestra era son menos aceptables. Lo que nos permite avanzar es conocer la Historia, no borrarla.

—El arte no tiene que justificar­se ante nada más que el arte.

—Muy bonita frase. Berlanga pensaba que el cine era arte, pero también industria.

—No hay nada peor que el cine con mensaje.

—Hombre, a mí me horroriza el cine propaganda o que adoctrina. Cuando me llaman para pedirme opinión sobre algún tema de actualidad siempre digo: «¿por qué mi opinión merece ser mas escuchada que la de cualquier otro?».

—Decir esto es revolucion­ario en la era de los paletos gritones de Twitter.

—Lo digo y lo sostengo: ¿por qué tendría que creer que mi opinión es interesant­e? No soy un sabio. De hecho, cuando digo algo que no es gracioso, me siento mal.

—Cuando vio al niño que iba a hacer de hijo mío en la película se echó las manos a la cabeza y me dijo: «Pero, ¿quién se va a creer que este niño tan guapo es hijo tuyo?».

—Tan simpática ella.

—No sé si es motivo de divorcio, pero me dejó pensando.

—¿Cuando dirige, le cuesta tratar igual a los otros niños que a sus hijas?

—Yo a mis hijas les exijo más porque las he visto en casa y sé de qué son capaces. A los demás niños también les dirijo, pero quizá no soy tan exigente, porque no les conozco tanto y también porque al final son niños e intento que se sientan cómodos.

—Otra cosa que como padre le agradezco mucho es que sus películas nunca son largas.

—Es que son comedias. Y las comedias son para reír. Y es complicado reír más de una hora y media. 90 minutos. Éste es el límite que me he impuesto.

—Es muy cómodo, porque puedes ir al cine a las 19.00 y llegas a la cena.

—En los cines están encantados conmigo, porque pueden hacer cuatro sesiones.

—¿No es muy exigente el ritmo de una película al año?

—Lo puedo hacer porque trabajo con una coguionist­a perfecta, Marta González de Vega. Antes, cada Torrente me costaba entre 3 y 6 años, porque me atascaba escribiend­o.

—Ahora.

—El guión lo escribimos en 2 o 3 meses, la preproducc­ión nos lleva 3, el rodaje 2, y el montaje otros 3. Un año es una medida bastante exacta.

—Woody Allen.

—Él siempre dice que haciendo más películas tiene más posibilida­des de que alguna le salga bien.

La mentira es el traje tras el que oculta sus poderes

sobrenatur­ales

NA mañana se levantó y no estaba allí su sombra. Harta de su desprecio, se había marchado a otro cuerpo más terreno, menos altivo. Se lavó la cara y rompió el espejo con la mirada. ¿Cómo te atreves a reflejar mis defectos? El hombre bello, el narciso, tenía el corazón despedazad­o de tanto amarse y la frustració­n perpetua de no catar sus labios con sus labios. Era tan hermoso, tan plástico en sus movimiento­s, tan pintado por Velázquez, que no conseguía enamorarse de nadie más. Se admiraba tanto al afeitarse que al terminar ya tenía barba de tres días. Felicitaba a cada botón de su camisa mientras los iba abrochando en su ritual de caricias por tener la fortuna de rozar sus hercúleos pectorales, obra divina. Pero en el fondo todo era amargura por no poder besar jamás a su amado. Por no alcanzarse. Y solo el poder paliaba la impotencia de su belleza inútil.

Era tan apolíneo en sus formas, tan exacto en sus poses marmóreas, tan soñado por Mirón, tan olímpico, que estaba hueco por dentro y no lo sabía. Y en ese vacío habían hecho un panal las abejas. Por eso a pesar de chorrearle la miel por la boca, nadie se le acercaba demasiado. Se hacía fotos con los hombres de negro en la avenida de las grandes luces, se pregonaba como un adonis en la televisión de las audiencias infinitas, blasonaba la antorcha de la libertad como una estatua colosal, buscaba piropos como quien rastrea tesoros con un detector de metales... Pero estaba solo, distante, escondiend­o su condición de superhombr­e en un traje de Zara, huyendo de su superiorid­ad natural con gestos mundanos que lo acercaran a la marabunta: la mentira, el odio, la revancha...

Una de esas mañanas de tormento sin espejo y sin antorcha, le despertó una delación. Alguien le había descubiert­o durante una entrevista masaje. Es Superman. Y aquel hombre arrebatado por la perfección pero deshabitad­o por dentro se vio abocado a llenar su oquedad con más defectos mundanos, cansado de vivir en las alturas, de sobrevolar­nos, para ocupar su desierto interior con un nuevo séquito y malas encuestas. Porque sólo al ser delatado asumió que debía descender hasta su sombra para poder seguir engañándon­os.

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—Y luego está la opinión de su mujer.
// ABC Santiago Segura —Y luego está la opinión de su mujer.
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