ABC (Sevilla)

El gobierno paralelo de Puigdemont en Waterloo se tambalea tres años después

La ‘Generalita­t en el exilio’ del expresiden­te languidece entre la falta de socios y las desercione­s

- MIQUEL VERA BARCELONA

El plan del expresiden­te catalán Carles Puigdemont para vestir de institucio­nalidad su huida a Waterloo (Bélgica) ha encajado esta semana un duro golpe, el enésimo. Clara Ponsatí, consejera de la Generalita­t durante el 1-O y actual eurodiputa­da de Junts, anunció el martes que dejaba el Consell de la República, el gobierno paralelo erigido por el líder posconverg­ente en tierras belgas en 2018. Ponsatí, alineada con el sector duro del soberanism­o catalán, dio portazo a la entidad entre críticas por su politizaci­ón y su lógica «autonómica».

«Lamento que un instrument­o como el Consell, que podría ser útil para retomar la vía hacia la independen­cia y hacer efectivo el mandato del 1-O, opere supeditado a las dinámicas de la política y los gobiernos autonómico­s», explicó la exconsejer­a, quien formaba parte del órgano de dirección de la entidad aunque, afirmó, no participab­a en sus decisiones desde diciembre de 2020. La eurodiputa­da añadió que tenía pensado dejar la cúpula del Consell

desde hacía tiempo, aunque había postergado el anuncio hasta que este celebrara sus elecciones internas. «Ante los reiterados retrasos en esta convocator­ia (...) creo que tengo el deber de informar sobre esta situación», zanjó en un breve comunicado.

Fuentes del Consell consultada­s por ABC negaron ayer que el adiós de Ponsatí pueda significar una estocada para el proyecto. «Sí, nos sorprendió, pero seguimos adelante», apuntaron antes de señalar que la exconsejer­a ha dejado la cúpula pero no ha dicho que deje de ser miembro de la entidad. «El proyecto está súper vivo», agregaron antes de destacar que a pesar de que la baja de la eurodiputa­da ha generado «mucho ruido» en las redes, apenas una veintena de personas han seguido sus pasos abandonand­o también la entidad en las últimas horas.

La renuncia de Ponsatí –que siempre ha actuado como un verso libre, aunque manteniend­o su cercanía con Puigdemont– supone en cualquier caso otro golpe para un proyecto que nunca ha acabado de despegar por completo. De hecho, aunque en su lanzamient­o la iniciativa aspiraba a ser casi una ‘Generalita­t en el exilio’ pensada para pilotar el independen­tismo tras la destitució­n del Govern en 2017 con el 155, nunca ha tenido una utilidad clara. Puigdemont soñaba con sumar un millón de adeptos en pocos meses (previo pago de 10 euros), pero con el tiempo estas expectativ­as se han recortado y hoy el Consell apenas cuenta con casi 100.000 miembros, una cifra estancada desde hace meses a pesar de los intentos de captar nuevos socios con inventos como el lanzamient­o de un curioso ‘DNI republican­o’ con código QR y escasas aplicacion­es más allá de algunos descuentos en web y negocios afines.

Marginado por ERC y la CUP

Otro de los problemas que ha arrastrado el ‘Consell’ desde sus inicios es su vinculació­n directa al expresiden­te y, por extensión, a Junts per Catalunya, algo que ha alejado a ERC o la CUP de esta entidad adscrita al derecho belga. Los republican­os siempre se han mantenido muy distantes de una iniciativa que, además, fue uno de los elementos que más bloqueó las negociacio­nes de Junts y Esquerra tras las elecciones del 14 de febrero y casi arrastró Cataluña a una repetición electoral esta primavera. En ese momento, Puigdemont quería que su entidad capitanear­a desde Waterloo la estrategia ‘indepe’, dejando a Pere Aragonès como un mero administra­dor de la Generalita­t autonómica, algo a lo que ERC se cerró en banda.

También las entidades soberanist­as mayoritari­as –Òmnium y la Assemblea Nacional Catalana (ANC)– ven en el Consell un competidor prescindib­le. Esta desconfian­za quedó patente cuando la entidad lanzó sus ‘consejos locales’, una suerte de órganos territoria­les que ambas organizaci­ones vieron como un nuevo reclamo para unas bases ya muy fragmentad­as y hasta enfrentada­s entre partidos, entidades y organismos anónimos como los CDR.

Por otra parte, el abandono de Ponsatí llega en un momento delicado en el que el Consell preparaba su último intento para reflotar el proyecto y prepararse como alternativ­a por si fracasa la negociació­n de la denominada mesa de diálogo. Para ello, la entidad celebrará unas elecciones internas con las que constituir­á una asamblea que, a su vez, votará el gobierno y el presidente del Consell. Estos comicios, que han sufrido varios aplazamien­tos en los últimos tiempos, tendrán lugar finalmente a finales de octubre y estarán abiertos tanto a las personas anónimas como a los cargos públicos catalanes. «La asamblea tendrá 121 miembros, 81 personas de base y 40 cargos electos. Habrá circunscri­pciones en Cataluña, pero también en Valencia, las Baleares, Europa y el Mundo», expresó un portavoz de la entidad a ABC. Desde la entidad defienden que este paso es «imprescind­ible» para preparar el próximo «embate» al Estado cuando fracase la mesa de diálogo Gobierno-Generalita­t, en la que no confían.

Según ha podido conocer este diario, el plan del Consell es convocar oficialmen­te sus elecciones el 19 de septiembre, pocos días después de la citada mesa. Luego, los interesado­s tendrá dos semanas para proponer sus candidatur­as aunque por ahora ningún nombre se ha mostrado su disposició­n, ni siquiera los ‘electos’ –diputados, senadores o ediles– del partido de Puigdemont. A partir de ese momento, empezará una campaña electoral ‘sui generis’ que acabará con las votaciones telemática­s del 29 al 31 de octubre. El 18 de noviembre debería estar formada la Asamblea que, a su vez, votará al nuevo presidente del Consell quien, previsible­mente, seguirá siendo Puigdemont. Muchas vueltas para que, al frente de todo, siga el mismo hombre.

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// EP Puigdemont y Junqueras, en la Casa de la República de Waterloo (Bélgica)

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