Abogado y gran cofrade
El abogado y cofrade sevillano Fernando Piruat falleció ayer a los 82 años de edad. Este letrado, distinguido en 2015 con la Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort, llevaba algo más de una semana ingresado en el Hospital Militar de la capital con coronavirus.
Piruat de la Barrera ejerció la Abogacía desde el año 1962. Siguió en activo hasta el último día compartiendo despacho con uno de sus hijos. Durante 20 años fue diputado de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Sevilla junto su amigo José Joaquín Gallardo, como decano. Llegó incluso a ostentar el cargo de vicedecano del Colegio. También fue director de la Escuela Oficial de Prácticas Forense dependiente de esa corporación profesional.
Además de la Cruz distinguida de primera clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort recibida en 2015 de manos de Gallardo y Antonio Moreno Andrade, quien fuera magistrado y fue presidente de la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJA,
Piruat estaba en posesión de la Medalla al mérito en el Servicio a la Abogacía, que le fue concedida por el Consejo General de la Abogacía Española. Durante una década fue vocal del Consejo Andaluz de Colegios de Abogados.
A la pasión por la Abogacía le unía la pasión por la Semana Santa de Sevilla. Fernando Piruat desempeñó el cargo de secretario general del Consejo de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Sevilla con José Carlos Campos
Camacho como presidente, y diversos cargos en la Hermandad de La Candelaria.
De hecho el Consejo de Hermandades y Cofradías, a través de las redes sociales, ha expresado su pésame por el fallecimiento de Piruat, quien también fuera en los años 70 delegado del Martes Santo y vicesecretario de la Comisión de Penitencia.
Igualmente, fue miembro de la Junta Directiva del Ateneo de Sevilla y directivo de otras instituciones sevillanas.
José Joaquín Gallardo, amigo del fallecido, ha expresado a este periódico su pesar por la pérdida de Piruat de la Barrera, «un magnífico abogado y excelente persona, muy querido por todos los que hemos tenido la suerte de conocerlo».
El exdecano de los abogados sevillanos ha recordado que Fernando Piruat era «muy querido entre los compañeros de la profesión» y ha destacado su «enorme espíritu institucional» en todos los órdenes de la vida, sobre todo en la Abogacía, pero también en las hermandades. Para el letrado fallecido, «el Colegio de Abogados era un cauce de servicio a los abogados y a la sociedad».
Ha fallecido a causa de un cáncer Tomás Azpiazu Moreno, ‘El Pavarotti del Arenal’. El cantante de sevillanas, tuvo como apodo el de ‘Pavarotti’ por su marcado parecido físico con el famoso tenor de Módena y deleitó con su música a lo más dorado de los años ochenta y noventa. «En Nueva York, recuerdo que salí del hotel para actuar y la gente me paraba para pedirme autógrafos», recordaba en una entrevista en ABC.
Sevillano, baratillero nacido en la calle Pastor y Landero, rociero y bético, de padre navarro y madre de El Real de la Jara, encerraba en su garganta una espléndida voz. Cantó durante toda su vida, pero de forma profesional solo desde el verano de 1985, para lanzar su primer disco en el primavera de 1989. Se trataba de ‘Amanece lentamente’, un disco de sevillanas y rumbas que contó con la producción de Gonzalo García Pelayo. Antes pasó por una etapa como profesor y había abierto y participado como socio en varios bares de moda.
Como afirmó José Luis Montoya en el ‘El Patio’ del 24 de abril de 1996, se trata de «un artista que canta casi de todo y que siempre está dispuesto para acudir a todos los actos benéficos en los que soliciten su presencia, porque es persona de gran cuerpo, pero más grande todavía de corazón».
Félix Machuca le dedicó un ‘Reloj de arena’ el pasado mes de febrero, en el que decía que «su vida, en algunos aspectos, es parecida a esa estrofa del Tenorio: a los palacios subí, a las cabañas bajé. Porque igual le cantaba al anticuario Rossi en París que a Pablo Escobar en Medellín en la prisión La Catedral, la que se construyó a imagen y semejanza de sus malas artes para entrar y salir del presidio cuando le diera la gana. Arriba y abajo».
Fue su época la de Menchu en Marbella y la del Nabila de Adnan Khashoggi y la de la gente guapa en fiestas. Se hizo cantante de la High Society y cuando no estaba en Marbella era «porque un bodeguero mexicano, un banquero ecuatoriano o un Rothschild en París lo requerían para que diera ambiente sureño al boato de sus fiestorros». Con Sean Connery, la duquesa de Sevilla, Ramsés Trujillo... se introdujo en los ambientes de la ‘jet’ que lo llevaron con su arte a Estados Unidos, Colombia, Venezuela, Ecuador, Suiza o Francia.
Como afirmaba en una entrevista que le hizo José María Aguilar en ABC de Sevilla, «la sevillana me gusta lenta, candenciosa. Pienso que el arte está en hacerlo despacio. En el caso del baile, si se hace lentamente cuesta mucho y de ahí estriba la dificultad. Quien dice el baile, dice el toreo o el cante. Está claro que también puedo cantar sevillanas corraleras como La Niña de los Peines, sevillanas para bailar. Pero si se desea transmitir algo, pegar un pellizco, hay que hacerlo lento. Las sevillanas que canto son aflamencadas, al igual que las rumbas y las canciones», decía.