ABC (Sevilla)

El Sahel, el Afganistán de Francia

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ta tras una reciente visita a Túnez: «La corrupción y la islamizaci­ón forzada han causado estragos, han minado la vida política tunecina». Moncef Marzouki, que fue primer presidente de la República tunecina democrátic­a, añade: «La revolución tunecina que prometía libertad y progreso fracasó porque los islamistas apoyaron la contrarrev­olución. El actual presidente ha dado un golpe de Estado. Nadie sabe que ocurrirá mañana».

En Argelia, los islamistas anunciaron su triunfo en las elecciones del mes de junio pasado. El Gobierno no ha aclarado con precisión los resultados definitivo­s. Los islamistas ya ganaron unas elecciones en 1990/91. El Gobierno no aceptó ese triunfo. Estalló una guerra civil que duró hasta 2002, cobrándose más de 200.000 muertes. La corrupción y la miseria siguen siendo el caldo de cultivo donde el islamismo sigue siendo una fuerte amenaza.

Hace apenas diez días el Ministerio argelino de la Defensa publicó este breve comunicado oficial: «En el marco de nuestra lucha antiterror­ista, las fuerzas del Ejercito Nacional Popular han capturado a un terrorista peligroso, Laouar Fahim, conocido por Naïm, que trabajaba para los grupos terrorista­s desde 1994». El islamista detenido tenía en su posesión armas, municiones y unos 5.000 euros, suma excepciona­l en los desiertos argelinos, que sirven de puente entre el Sahel y el Mediterrán­eo. Durante los primeros seis meses

El 1 de agosto del 2014 Francia lanzó en el Sahel, entre Malí, Mauritania, Burkina Faso, Niger y el Chad, la Operación Barkhane, con la misión estratégic­a de «contener el terrorismo islámico». Más de 5.000 soldados franceses y varias decenas de soldados de varias naciones europeas, España incluida, participar­on en esa operación. Emmanuel Macron anunció el fin de Barkhane el mes de junio pasado. Los analistas anglosajon­es llegaron a afirmar que Mali y Barkhane eran algo así como «el Afganistán de Francia».

de este año, el Ejército argelino ha matado a tiros a una docena de terrorista­s islámicos. La guerra civil, religiosa, islamista, de finales del siglo XX se cobró más de 200.000 muertos. El nuevo ‘emirato’ afgano atiza ensangrent­adas esperanzas islamistas.

Kamel Daoud, ensayista de origen argelino, comenta la evolución las crisis de este modo: «El islamismo más radical ha conquistad­o un país, Afganistán, y esa victoria resuena por todo el mundo musulmán. En Argelia la segunda caída de Kabul en manos de los bárbaros no emociona mucho. Desde la guerra civil entre los islamistas y el régimen, no se ha olvidado la herencia

El Partido de la Justicia y el Desarrollo de Marruecos (PJDM) es oficialmen­te un «partido islamista no revolucion­ario». Forma parte de la coalición gubernamen­tal y habrá que ver cómo evoluciona tras las elecciones del miércoles. Desde hace años, los dirigentes marroquíes dicen que Rabat comparte con París el miedo al crecimient­o y amenazas del islamismo radical.

Youssef Chiheb, analista político marroquí, insiste en ese punto: «El islamismo radical es un enemigo común, para Francia, para Marruecos, para todo el Magreb. De ahí la necesidad de cooperar en los terrenos más sensibles». A Chiheb no se le escapa, al mismo tiempo, que PJDM, el partido islamista marroquí, tiene una visión de la ‘democracia islámica’ más o menos semejante a la de Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía.

Matiz que quizá no sea forzosamen­te tranqui

En Mauritania el primer partido de oposición es un partido islamista y el Gobierno lanza llamaradas contra quienes se atrevan a criticar el islam, justifican­do la cólera de quienes mataron para defender su religión contra los autores de caricatura­s de Mahoma.

Mauritania es un Estado frágil, islámico, tapón y coladero de las bandas yihadistas de la inmensa banda sahariana de Sahel, donde operan numerosas bandas y organizaci­ones terrorista­s, próximas a las distintas filiales de Daesh y Al Qaida.

La instalació­n de un ‘emirato’ islamista, talibán, en Afganistán, desde donde operan otras familias del islam subversivo, terrorista, quizá sea una amenaza universal.

El crecimient­o y propagació­n del islamismo, entre Sahel y todo el Gran Magreb, de Libia a Mauritania, es una amenaza mucho más cercana para toda la Europa mediterrán­ea, comenzando por España,

claro está.

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